Historia, pregunta formulada por Alejandro234516, hace 3 meses

¿ Por que creen que las bombas atómicas arrojadas sobre el Japón son comparadas con el genocidio alemán?​

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Contestado por yaretzibaxg
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Nakamura-San, una de las supervivientes a las que entrevistó John Hersey en mayo de 1946 para su reportaje sobre las consecuencias de la bomba atómica arrojada en Hiroshima el verano anterior, utilizaba una resignada expresión para sintetizar la apatía en la que vivía desde que sufrió la "experiencia vital más inhumana de todo el siglo XX", en palabras de Kenzaburo Oé: "Shikata ga nai" (Nada que hacer). Para la señora Nakamura, igual que para muchos otros condenados a vivir bajo los efectos de la radiación, la bomba, escribe Hersey, "parecía casi un desastre natural; un desastre que era simplemente consecuencia de la mala suerte, parte del destino (que debía ser aceptado)".

Sobre ese sentimiento de impotencia y sumisión, aderezado con un bienintencionado pacifismo, se levantó en 1955 el Museo Conmemorativo de la Paz, a pocos metros del epicentro de la deflagración nuclear. A las imágenes de una ciudad alegre y próspera que el día 5 de agosto de 1945 nada podía sospechar sobre el destino que alguien estaba escribiendo por ella, se suceden en las espaciosas salas del recinto concebido por Kenzo Tange otras de la ciudad arrasada el día 6. Y luego, los alegatos, casi como plegarias, en contra de la guerra y de la proliferación de armamento atómico

Señalar, sin embargo, a los responsables y sus motivaciones, implicaría, inevitablemente, asumir la parte de culpa que cada cual tuvo en el salvaje choque que se produjo entre el asentado imperio norteamericano y el expansivo Ejército Imperial japonés que, acuciado por la depresión económica de 1929, buscó, entre 1931 y 1945, un espacio vital donde asentar su dominio territorial, político, económico y racial. "Para los japoneses", explica Laurence Rees en El Holocausto asiático (Crítica, 2009), "la guerra contra los aliados occidentales no era sino un capítulo más de su lucha global por la supremacía en Asia, un conflicto que había comenzado en Manchuria" y que se extendió luego al resto de China, donde a partir de 1937 se llevó a acabo un auténtico genocidio contra el pueblo chino, a los que los japoneses definían como una raza de "infrahumanos". Pero Nankín, pese a su atrocidad, no fue, explica Rees, "sino un elemento más de un mosaico que quedó fijado durante el principio del conflicto". El 3 de diciembre de 1941, el Cuartel General Imperial a través de la Orden 575 aprobó la aplicación de la doctrina Sanko Sakusen, o de los Tres Todos: "Matar todo, saquear todo, destruir todo". El terror se extendió luego al resto del sudeste asiático, la mayor parte en manos de potencias occidentales. Británicos, holandeses y franceses controlaban enclaves como Hong Kong, Singapur, Birmania, Malasia, las Indias Orientales o Indochina. Y en todos ellos, el Ejército Imperial japonés aplicó una guerra de exterminio que incluye masacres atroces como la de Manila, contra la comunidad española en Filipinas, confiscaciones de cosechas, fusilamientos indiscriminados y la utilización como esclavos hasta el agotamiento junto a la aplicación de crueles torturas a todos los prisioneros de guerra occidentales y locales, a los que en muchas ocasiones se les dejaba morir de hambre y sed.

Ante el ataque a sus intereses en el Pacífico, las potencias occidentales iniciaron una tímida política de embargos que comenzó en julio de 1941 con la congelación de todos los fondos y activos financieros de japoneses en EEUU y el fin de las exportaciones de petróleo, de hierro y acero, compartidas por el resto de aliados. La respuesta nipona no se hizo esperar y el 7 de diciembre de ese año, la Marina Imperial lanzó un ataque contra los aviones, cruceros y acorazados estadounidenses anclados en la base naval de Pearl Harbor, en Hawai, para intentar que una posible intervención estadounidense frenara sus conquistas. La agresión, en la que murieron más de 2.400 norteamericanos y más de 1.100 resultaron heridos, reavivó un sentimiento de odio hacia los japoneses que se concretó en el grito de guerra de los marines durante todo el conflicto: "¡No olvidéis Pearl Harbor! ¡Que sigan muriendo!". Iniciaba así EEUU su verdadera Segunda Guerra Mundial. En el Pacífico se dejó la mayoría de sus efectivos. Sólo en Okinawa murieron 12.000 soldados, cuatro veces más que en las playas de Normandía.

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