Por que colabora Atima para la compañía libertadora? el espejo africano. capítulo 5. Rápido porfavor es para mañana y tengo que dormir ☹☹
Respuestas a la pregunta
Respuesta:Esta es la historia de un espejo que va enlazando el destino de distintas personas en distintos lugares: una esclava africana, el general San Martín, un temeroso huérfano español... Y cuenta las arduas luchas que estos y tantos otros hombres y mujeres afrontaron para obtener la libertad. Una historia que empezó hace dos siglos, pero aún no ha terminado.
Explicación: PROVINCIAS UNIDAS DE SUDAMÉRICA, CAMPAMENTO MILITAR EN MENDOZA, NOVIEMBRE DE l8l6.
Atima Silencio debía decidir entre su hambre y su miedo. Y el hambre, claro, pudo más.
La primera reacción de los hombres, al verla aparecer, fue de absoluta indiferencia. Con tanta penumbra, creyeron que se trataba de una de las pocas mujeres que ayudaban a diario en los preparativos para la campaña. Las conocían a todas. Viudas, en su mayoría. Decididas, escandalosas y malhabladas como marineros de un barco carguero. Pero pronto, uno de ellos observó la novedad. Y con un grito llamó la atención de sus compañeros. Tuvo alimento y hasta alguna compañía. Las mujeres le dieron trabajos y conversación. Pero nunca dejaron de advertirle que, muy pronto, el ejército partiría. Y cada quien seguiría su propio rumbo. Atima Silencio conoció el nombre y el rango del jinete que la había ayudado. Solamente dos veces volvió a verlo, y siempre de lejos. —¿Y para qué creés que podría servirnos un espejo?
Atima Silencio respondió enseguida:
—Para hacer señales de luces, señor. Yo las hice y con eso salvé la vida del hijo de mi amo que, por eso, me dio la libertad.
El general José de San Martín tomó un estilete.
Y grabó su firma en la parte inferior del dorso del espejo. La madera de ébano
quedó marcada para siempre.
—¡Ya está! —dijo—. Ahora es un salvoconducto. Y tendrá trabajo en esta
guerra.
Atima Silencio estaba feliz.
—Gracias, señor.
—Te prometo que lo llevará uno de mis mejores mensajeros.
Pocos días después, las barracas se levantaron. Y los hombres partieron.
Cada quien tomó su rumbo, como habían advertido las mujeres.
Para Atima Silencio se habían terminado los días de sosiego y alegría que aquel lugar había podido darle.