Castellano, pregunta formulada por juanjooviedo8092, hace 17 horas

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Don Homebono y los grilles
on Homobono vivía en la vieja ciudad de sus abuelos. Era un filósofo rural, verdadera-
mente lo que se llama un filósofo rural; se le notaba en el pantalón, de pana, que no era
color de aceituna, como los vulgares pantalones de pana del alcalde o del jefe de la
estación, sino color de conejo de raza, de un gris perla de ensueño, tornasolado, con las irisaciones
más bellas por aquellos sitios donde el roce de tantas jornadas había dejado su huella indeleble.
D
Don Homobona era amante de las flores, de los prados, de los pájaros del cielo, de los insectos
que el Señor crió para que se metieran por los agujeritos del suelo y por entre las grietas de las
piedras.
Cuando algún mozuelo volvía hacia las casas con un nido en la mano, o con algún grillo metido en
una lata, o con un par de saltamontes en el bolsillo de la blusa, huía siempre de don Homobono, que,
indefectiblemente, ordenaba volver la libertad al prisionero.
-¿Te gustaría que hicieran eso contigo? -les decía..
El argumento no tenía vuelta de hoja. A ninguna criatura le gustaría que ieran con ella la mitad
de las cosas que ella hace con los grillos. Sin embargo, don Homobono, como queriendo dar mayor
fuerza a su razonamiento, añadía entre condescendiente y orgulloso:
-Pues ya ves. Si la madre Naturaleza quiere...
Don Homobono se quedaba como cortado. Era que se solazaba con la idea de lo que iba a decir.
-Pues si la madre Naturaleza quiere, hace lo mismo contigo.
Don Homobono sonreía satisfecho. El chiquillo lo miraba absorta. «Verdaderamente, don
Homobono tiene razón -pensaba. Lo mejor será soltar el grillo. ¡Mira que si a la madre Naturaleza se
le ocurre!... No, más vale no pensar en ello.>>
El grillo caía al suelo, levantaba al aire sus cortas antenas y corría a esconderse debajo de la
primera mata.
***
Las noches de agosto son lentas y pesadas como losas, aun en aquella ciudad, estación veraniega.
Don Homobono, completamente desvelado, estaba nervioso.
¡Ese grillo!
El grillo, como si no fuera con él, seguía con su monótona canción, con aquella triste salmodia con
la que ya llevaba tres horas largas.
-¡Cri, cri!..., ¡cri, cri!..., ¡cri, cri!...
Don Homobono, el filósofo rural de los pantalones de pana, estaba desazonado. Verdaderamen-
te, la cosa no era para menos. El grillo seguía con su ¡cri, cri! desesperadamente; con su ¡cri, cri!, que
contestaba al jcri, cri! del grillo de la huerta, al ¡cri, cri! del grillo de la carretera, al jcri, cri! del grillo del
vecino prado, al jcri, cri!... ¡No imposible! ¡No se puede seguir así!
Don Homobono se levantó como una furia del Averno. Encendió la luz... Ahí, en el medio de la
habitación, estaba el grillo gritando estúpidamente ¡cri, cri!, ¡cri, cri!, como si eso fuera muy divertido.
Al principio pareció como no darse cuenta. Después se paró, dijo un poco más bajito su ¡cri, cri!,
dio unos cortos pasitos...
Don Homobono, con la imagen del crimen reflejada en su faz, con la mirada ardiente, el ademán
retador y una zapatilla en la mano, se olvidó de sus prédicas y...
El grillo, despanzurrado, parecía uno de esos trozos de medianoche que quedan tristes y abando-
nados en el suelo después de los bautizos.​

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Contestado por JudiletAlcina
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juanjooviedo8092: tranquila princesa ya lo tengo
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