Historia, pregunta formulada por elushy33, hace 10 meses

POR FA ES PARA HOYYY!!!!!!!!!!!!!!!!


por qué nunca más debería existir una dictadura militar contra la sociedad Argentina?

Respuestas a la pregunta

Contestado por brissa201415pe2xj3
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Respuesta:

Las dictaduras suelen ser indulgentes sólo para definirse a sí mismas, para narrar sus supuestas conquistas estabilizadoras, su perversa y asesina vocación por el orden, su obsesión macabra por el silencio y su sepulcral pulsión para subordinar la vida al imperio del terror. Esta, la dictadura que comenzó el 24 de marzo de 1976, se autoproclamó “Proceso de Reorganización Nacional” y arrasó la Argentina, 40 largos, dolorosos y heroicos años atrás.

La dictadura dejó un país destruido, arrasado por el atraso, por la mentira y el oprobio, herido por la vergüenza y marcado por la ignominia, pero dispuesto a renacer, a revivir y a superarse. Un país capaz de crearse a sí mismo, a inventarse una vez más, como tantas otras, sabiendo que le podían haber robado casi todo, menos su dignidad.

Y la Argentina se reinventó, construyendo su democracia, como todas las que conocemos, incompleta, defectuosa e imperfecta, pero que supo defender en las calles, movilizando a los que siempre habían luchado para conquistarla y a los que aprendieron a defenderla, sabiendo que de ella dependía su futuro de esperanza y libertad.

No siempre es fácil ni quizás sea necesario reconocerle a un país su capacidad para superar la barbarie, para regresar del abismo del horror. Sin embargo, cualquiera que tenga la osadía de entender lo que ocurrió en la Argentina en los últimos 40 años, deberá tener también la capacidad de no perder de vista la complejidad, los intersticios y curvas, las opacidades y claroscuros del proceso de afirmación de una identidad nacional que debió reponerse del brutal genocidio comandado desde su propio Estado.

La Argentina renació y lo hizo gritando “Nunca Más”. Se atrevió a hacer lo que pocos países hicieron con sus genocidas: los juzgó y los condenó. Hizo también después, lo que muchos países hicieron con sus genocidas: los perdonó sin otra justificación que la de proclamar el triunfo de la impunidad. Más tarde, empecinada en rehacerse a sí misma, hizo lo que ningún país probablemente tuvo el coraje de hacer: deshizo la impunidad, se recompuso del nocaut que el silencio le había propinado a la verdad, y con la valentía que esgrimen los que no se conforman con el falso perdón de la historia, volvió a condenarlos. Y lo sigue haciendo, aún hoy, 40 años después, por asesinos, por expropiadores de niños y niñas, por genocidas, por haber usado el Estado como instrumento de terror, por haber violado en todos y cada uno de sus actos, la base que debe sustentar una república democrática: los derechos humanos.

No creo que la Argentina deba ser considerada mejor que cualquier otro país por hacer de la lucha por la memoria, la verdad y la justicia uno de los pilares de su nueva identidad como nación soberana. Sin embargo, si se multiplicara su ejemplo en el combate a la impunidad, podría ayudar, y mucho, a que América Latina fuera una región más justa.

La Argentina que juzgó y sigue juzgando a los genocidas y dictadores, rememora hoy los 40 años del golpe militar de 1976, en un contexto especial. Pocos seguramente imaginaron que una parte de los homenajes fueran realizados por el gobierno de un partido conservador, el PRO, formado por dirigentes que poco y nada han hecho en la lucha contra la dictadura, que ha expresado su decisión de enfrentar con mano dura las manifestaciones populares y que cuenta con el apoyo de una de las fuerzas políticas democráticas que promovió el histórico juicio a las juntas militares que comandaron la última dictadura militar, el Partido Radical de Raúl Alfonsín. Menos aún, quizás nadie haya imaginado que un día tan emblemático en la lucha por los derechos humanos, sería recordado en la Argentina por la visita del presidente Barack Obama, primer mandatario de un país que, hasta la llegada de Jimmy Carter a la presidencia, apoyó, promovió y dio la cobertura internacional necesaria a todas las dictaduras latinoamericanas.

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