pon mucha atención e identifica los
momentos en los que los personajes puedan estar
diciendo alguna excusa pirata y escríbelas
Esa mañana Valmorain paseaba con el doctor Parmentier
por el estrecho sendero del jardín, que dividía los parches
geométricos de arbustos y flores, explicándole que
después del huracán del año anterior debió plantar todo
de nuevo, pero la mente del médico estaba en otra parte.
Parmentier carecía de ojo artístico para apreciar las
plantas decorativas, las consideraba un despilfarro de la
naturaleza; le interesaban mucho más las feas matas del
huerto de Tante Rose, que tenían el poder de sanar o
matar. También le intrigaban los encantamientos de la
curandera, porque había comprobado sus beneficios en
los esclavos. Le confesó a Valmorain que más de una vez
había sentido la tentación de tratar a un enfermo con los
métodos de los
brujos negros, pero se lo impedía su pragmatismo
francés y el miedo al ridículo.
Esas supersticiones no merecen la atención de un
científico como usted,
doctor –se burló Valmorain.
- He visto prodigiosas curaciones, mon ami, tal como he
visto a gente
morirse sin causa alguna, sólo porque se creen víctimas
de magia negra.
- Los africanos son muy sugestionables.
- Y también los blancos. Su esposa, sin ir más lejos…
- ¡Hay una diferencia fundamental entre un africano y mi
esposa, por mucho
que esté desquiciada, doctor! No creerá que los negros
son como nosotros,
¿verdad? –lo interrumpió Valmorain.
- Desde el punto de vista biológico, hay evidencia de que
lo son.
- Se ve que usted trata muy poco con ellos. Los negros
tienen constitución
para trabajos pesados, sienten menos dolor y fatiga, su
cerebro es limitado, no saben discernir, son violentos,
desordenados, perezosos, carecen de ambición y
sentimientos nobles.
- Se podría decir lo mismo de un blanco embrutecido por
la esclavitud, Monsieur.
- ¡Qué argumento tan absurdo! –sonrió el otro,
desdeñoso-. Los negros necesitan mano firme. Y conste
que me refiero a firmeza, no a brutalidad.
- En esto no hay términos medios. Una vez que se acepta
la noción de la esclavitud, el trato viene a dar lo mismo –
lo rebatió el médico.
- No estoy de acuerdo. La esclavitud es un mal necesario,
la única forma de manejar una plantación, pero se puede
hacer de forma humanitaria.
- No puede ser humanitario poseer y explotar a otra
persona –replicó Parmentier.
- ¿Nunca ha tenido un esclavo, doctor?
- No. Y tampoco lo tendré en el futuro.
- Lo felicito. Tiene usted la fortuna de no ser un plantador
–dijo Valmorain-. No me gusta la esclavitud, se lo
aseguro, y menos me gusta vivir aquí, pero alguien tiene
que manejar las colonias para que usted pueda endulzar
su café y fumar un cigarro. En Francia aprovechan
nuestros productos, pero nadie quiere saber cómo se
obtienen. Prefiero la honestidad de los ingleses y americanos, que aceptan la esclavitud con sentido
práctico –concluyó Valmorain.
- En Inglaterra y Estados Unidos también hay quienes
cuestionan seriamente la esclavitud y rehúsan consumir
los productos de las islas, en especial azúcar –le recordó
Parmentier.
- Son un número insignificante, doctor. Acabo de leer en
una revista científica que los negros pertenecen a otra
especie que la nuestra.
- ¿Cómo explica el autor que dos especies diferentes
tengan crías? –le preguntó el médico.
- Al cruzarse un potro con una burra se obtiene una mula,
que no es lo uno ni lo otro. De la mezcla de blancos y
negros nacen mulatos –dijo Valmorain.
- Las mulas no pueden reproducirse, monsieur, los
mulatos sí. Dígame, un hijo suyo con una esclava ¿sería
humano? ¿Tendría un alma inmortal? Irritado, Toulouse
Valmorain le dio la espalda y se dirigió a la casa. No
volvieron a verse hasta la noche.
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Respuesta:
Qué el leñafor perdió su acha y una ninfa le ayudo
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