Pon atención en lo que harás ahora. Investiga o busca un prólogo de algún libro de
antologías (en la biblioteca o por internet) y contesta las siguientes preguntas.
I toma la antologia?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
archivo digital del Centro Harry Ransom de la Universidad de Texas, es posible acceder a más de 27 mil documentos privados del escritor Gabriel García Márquez. En esos documentos se encuentran manuscritos, fotografías, cartas, borradores y apuntes a través de los cuales los internautas pueden conocer con mayor profundidad la vida y obra del autor colombiano, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982.
Desde el Centro Gabo hemos buscado para ti once prólogos de García Márquez que puedes hallar en aquel vasto océano de información, muchos de ellos corregidos con el puño y letra del novelista. Leerlos es una oportunidad para abordar una faceta poco investigada de Gabo y cuya composición narrativa goza del mismo espíritu imaginativo de su literatura y su periodismo.
Compartimos contigo estos once prólogos del escritor colombiano:
1. El paraíso de Abel
Este es un prólogo que García Márquez escribió para el libro Abel Quezada: el cazador de musas publicado en 1989 por la Editorial Joaquín Mortiz. Como un homenaje al caricaturista y pintor nacido en Monterrey, Gabo relata la historia fantástica de un cuadro que le regaló Quezada donde una mujer está bebiendo una copa de vino criollo de una botella a medio vaciar. En las mañanas, la botella del cuadro permanece intacta, pero en las noches el vino desaparece como si la mujer pintada se lo hubiese bebido. Al día siguiente, la botella vuelve a estar a medio vaciar.
Tengo un cuadro de Abel Quezada en el comedor de mi casa. Es el retrato de una mujer de unos cuarenta años sentada junto a una columna roja, solitaria y triste, con una garrafa de vino rosado ya casi vacía y una copa a medio consumir. Lleva una túnica blanca con flores de abril, y un peinado de Mona Maris, y no es posible saber si la luz de sus ojos es por el verde de mar en reposo o por el fulgor de sus lágrimas. Pues tanto su semblante como la soledad de su vino delatan una vieja congoja. De noche, cuando se apagan las luces del comedor, la garrafa está vacía y sólo queda el último sorbo en el fondo de la copa. Pero a la mañana siguiente está otra vez llena hasta la mitad y la copa a medio consumir.
2. El vicio insaciable y corruptor de Ulises
Un prólogo de Gabo escrito en 1998 para la novela Cuatro años a bordo de mí mismo de Eduardo Zalamea quien, en 1947, impulsó la vocación literaria de García Márquez desde la página cultural de El Espectador donde era director. Zalamea tenía una columna diaria titulada “La ciudad y el mundo” que firmaba con el seudónimo de “Ulises”.
En el Centro Harry Ransom el manuscrito del prólogo aparece incompleto, pero es posible leerlo completo en el archivo digital del periódico El Tiempo.
Es difícil concebir un hombre con tantas ideas propias sobre el oficio de escribir, ni más claridad y poder para contagiarlas. Ese modo de ser, más que una pasión, fue en él un vicio insaciable y corruptor que lo atormentó sin pausa ni reposo hasta su muerte inadmisible a los cincuenta y seis años. Los más afortunados fuimos lo que compartíamos con él la tertulia del periódico a las cinco de la tarde, que es una instancia desaparecida en el periodismo de hoy. Tenía un olfato casi sobrenatural para desentrañar las vocaciones ocultas y sustentar las definidas, pero sin un ápice de complacencia. Era el lector más lúcido de manuscritos crudos, y por lo mismo el más temible. Sin términos medios, pues lo mejor de su corazón fue la voluntad radical con que nos convencía de romper los borradores que no le parecían dignos de publicarse. Lo que se opone a lo bueno -solía citar- no es lo malo sino lo mediocre. O de otro modo: un escritor es más valiente por lo que se atreve a romper que por lo que se atreve a publicar.
Explicación:
Espero que te ayude