Castellano, pregunta formulada por cardosomaria6b2018, hace 11 meses

poemas de Guillermo valencia y su explicación

Respuestas a la pregunta

Contestado por anahicitha
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i

 

Vestía traje suelto de recamado biso

en voluptuosos pliegues de un color indeciso,

y en el diván tendida, de rojo terciopelo,

sus manos, como vivas parásitas de hielo,

sostenían un libro de corte fino y largo,

un libro de poemas delicioso y amargo.

De aquellos dedos pálidos la tibia yema blanda

rozaba tenuemente con el papel de Holanda

por cuyas blancas hojas vagaron los pinceles

de los más refinados discípulos de Apeles:

era un lindo manojo que en sus claros lucía

los sueños más audaces de la Crisografía:

sus cuerpos de serpiente dilatan las mayúsculas

que desde el ancho margen acechan las minúsculas,

o trazan por los bordes caminos plateados

los lentos caracoles, babosos y cansados.

Para el poema heroico se vía allí la espada

con un león por puño y contera labrada,

donde evocó las formas del ciclo legendario

con sus torres y grifos un pincel lapidario.

Allí la dama gótica de rectilínea cara

partida por las rejas de la viñeta rara;

allí las hadas tristes de la pasión excelsa:

la férvida Eloísa, la suspirada Elsa.

Allí los metros raros de musicales timbres:

ya móviles y largos como jugosos mimbres,

ya diáfanos, que visten la idea levemente

como las albas guijas un río trasparente.

Allí la vida llora y la muerte sonríe

y el tedio, como un ácido, corazones deslíe...

Allí, cual casto grupo de núbiles Citeres,

cruzaban en silencio figuras de mujeres

que vivieron sus vidas, invioladas y solas

como la espuma virgen que circunda las olas:

la rusa de ojos cálidos y de bruno cabello,

pasó con sus pinceles de marta y de camello,

Contestado por lopezallisoniedji8a
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Respuesta:

que ayude

Explicacion,

Hay un Instante...

Hay un instante del crepúsculo

en que las cosas brillan más,

fugaz momento palpitante

de una morosa intensidad.

Se aterciopelan los ramajes,

pulen las torres su perfil,

burila un ave su silueta

sobre el plafondo de zafir.

Muda la tarde, se concentra

para el olvido de la luz,

y la penetra un don süave

de melancólica quietud,

como si el orbe recogiese

todo su bien y su beldad,

toda su fe, toda su gracia

contra la sombra que vendrá...

Mi ser florece en esa hora

de misterioso florecer;

llevo un crepúsculo en el alma,

de ensoñadora placidez;

en él revientan los renuevos

de la ilusión primaveral,

y en él me embriago con aromas

de algún jardín que hay ¡más allá!...

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