poema a gregorio albarracin lanchipa creado
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Explicación:
ALBARRACÍN
Fue cierta noche, en que gran viento
en vilo puso a la ciudad,
que alguien detúvose a mis puertas
y pidió venia para entrar.
Luego sentí un chirriar de espuelas,
el resoplido de un corcel
y lentos pasos que avanzaban
haciendo el piso estremecer.
En un sillón, frente a mi lecho,
se sentó un nombre singular,
medio civil por el ropaje,
por lo demás, todo marcial.
Echóse atrás, raudo, el sombrero
tostado a besos por el sol,
prenda de honor que en los combates
más de una bala perforó.
Sin sombra ya la faz broncínea,
honda mirada fijó en mí
y sobre el puño de su sable
cruzó las manos y habló así:
“No te estremezcas a mi vista
y manda al diablo tu error.
Los vivos son los que hacen daño,
pero los que están muertos, no”.
“Aquieta, pues mortal, tu espíritu
para que firme quede en él
lo que he venido yo a decirte
para decirlo tú a su vez”.
“Veo que Tacna está al fin libre,
tan libre ya de su invasión
que hasta mi tumba llega el eco
de nuestro himno redentor”.
“Pero ¿Por qué si ahora, altiva,
puede su frente al sol lucir
y en alto alzar nuestra bandera
sigue sintiéndose infeliz?”
“¿Qué es lo que entibia sus anhelos
y le da guerra en vez de paz?
¿Qué agravios la hacen que murmure
si unida ya a la patria está?”
“¿Piensa tal vez que está olvidada,
porque no brilla como ayer?
Si ayer, heroica, esperar supo
¿Hoy no sabrá esperar también?”
“Tres años yo luché por ella
y hasta mi vida le di al fin.
Desde Pisagua hasta Locumba,
sangre y sudor regando fui”.
“Nada me dio la patria entonces,
ni un distintivo, ni un laurel;
pero yo, en cambio, me di entero
porque darme era mi deber”.
“Después caído allá en Saucini,
despedazado el corazón,
la piedad tierra me echó encima,
se alejó luego y me olvidó”.
“La patria es madre y como madre
si a veces tarda, siempre da.
Los hombres son los que se olvidan,
porque es humano el olvidar”.
“Qué ¿Quién soy yo, dirás al irme,
para que te haya hablado así?
Mírame bien. ¿No me conoces?
Yo soy Gregorio Albarracín”.
Y al decir esto humildemente,
la augusta sombra se esfumó.
Luego oí el ruido de un golpe
Que hizo vibrar mi corazón.
¡Ah! desde entonces, cuando el viento
viene a mis puertas a crujir,
como en la noche aquella, exclamo:
¿Será Gregorio Albarracín?