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Respuestas a la pregunta
Respuesta:
la venganza ,la envidia ,codiciar algunos bienes ajenos o la pareja de alguien,la ira , corrupción en la mente
EL PECADO
Es fundamental que entendamos cómo y cuándo ese pensamiento que está dentro de nuestra cabeza, es realmente un pecado. Comprender esto nos puede ayudar a vivir en paz y con la conciencia tranquila.
Para muchas personas, no tener claridad sobre este tema fundamental de la vida cristiana, puede generar —no siempre— escrúpulos, cargo de consciencia y culpas difíciles de perdonarnos a nosotros mismos.
Estas reflexiones las he tomado del libro «El arte de purificar el corazón», de un autor espiritual muy conocido llamado Tomas Spidlik.
1. La «sugestión»
Es el primer «contacto». Esa imagen proporcionada por la fantasía —que describíamos anteriormente— y es el primer impulso de todo este proceso. Una primera idea, un avariento que al mirar un billete sobre la mesa tiene la idea: «Lo podría esconder y quedármelo».
Así como cualquiera puede tener la idea de ser mejor o superior que los demás. Un pensamiento malo de soberbia. Alguien que se está iniciando en la vida espiritual puede asustarse y creer que ya es un pecado.
Son pensamientos que van y vienen, como moscas inoportunas. Como el viento que no lo podemos coger. Así que, si los pensamos pero los dejamos ir así como vinieron, no son todavía pecado.
2. El «diálogo»
Esto se da (recordemos en Génesis 3) cuando Eva se pone a conversar con la serpiente. Lo mejor es no darles atención a esos pensamientos descritos arriba. Como vienen, que se vayan.
Pero, muchas veces, son provocaciones que generan una reflexión interior. El avaro no solamente piensa que puede esconder el dinero, sino que —ahora— puede depositarlo en el banco.
Luego, recapacitamos, y nos damos cuenta de que hacerlo estaría equivocado, pero ya estamos enredados en ese coloquio, en el que podemos perder nuestro precioso tiempo y la paz del corazón.
Si no nos llevó a ningún tipo de decisión, entonces no hay culpa. Sin embargo, eso nos quita mucha fuerza espiritual, nos debilita y nos hace cada vez más abiertos a esos malos pensamientos.
3. El «combate»
Cuando sucede ese largo diálogo, no es fácil expulsar la idea del corazón. En el caso de un pensamiento de impureza sensual, la persona puede llenarse de tantas imágenes impuras, que se hace muy difícil librarse de ellas.
Sin embargo, todavía somos libres, y podemos salir airosos del combate. Debemos luchar, la voluntad no debe desorientarse. Nos sentimos atraídos por el pecado, pero no debemos consentir. ¡Soy capaz de resistir!
4. El «consentimiento»
Recién ahora, en este cuarto momento, perdimos la batalla y decidimos ejecutar, apenas se pueda, el pensamiento malo consentido que ya es fruto de una mala decisión. En este momento, ya hay un pecado de pensamiento.
Hay mal moral realmente, aunque no haya algo exterior, visible. Interiormente ya hemos consentido con la sugestión que nos inducía al malo pensamiento. Es el conocido «pecado de pensamiento».
Esto, sin embargo, es muy diferente al simple «mal pensamiento». Una cosa es un pensamiento malo que rodea nuestro «mercado» o «castillo interior» del alma y otra cosa muy distinta es cuando, utilizando mal nuestra libertad y rindiendo nuestra voluntad, permitimos (queremos mal ) que ese mal deseo penetre nuestro corazón.
Entonces, ahora sí, queremos hacer algo malo, aunque no lo hayamos hecho todavía. Es importante tener claro que siempre somos libres para decir «no» a cualquier tipo de confusión que tengamos.
Podemos sentirnos atraídos, nos puede incluso gustar… pero, nunca estoy obligado a rendirme. La última decisión siempre es mía, está en mis manos. Cuando decimos «no», entonces somos personas libres, personas que le ganaron la batalla al pecado.
5. La «pasión»
Esta última etapa es la más trágica. Cuanto más consentimos los pensamientos malos, más nos debilitamos, y progresivamente, perdemos nuestro carácter. Se produce cada vez más una inclinación al mal, cada vez más difícil de resistir.
Es un vicio que vamos adquiriendo. Es la pasión que nos va esclavizando y nos volvemos adictos a ese determinado pecado. Esclavos del sexo, de la bebida, de la ira incontrolada, de la vanidad. Como vemos, se va reduciendo la capacidad inicial que teníamos de libertad. Esas cadenas del pecado se vuelven más pesadas y se nos hace, cada vez más difícil optar libremente.
Recordemos que tenemos el auxilio de la gracia de Dios que sale a nuestro encuentro y nos da esa fuerza para superar el pecado. Ese es, justamente, el auxilio de la gracia, que recibimos inicialmente, en el Bautismo.
Reflexión final
Finalmente, frente al problema del mal, que oscurece nuestra vida y nos causa mucho sufrimiento, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el numeral 309, que para poder explicar por qué Dios ha permitido que vivamos esta realidad, se necesita todo el conjunto de la fe cristiana para comprender.