Pasar por el Cementerio
Pasar por el Cementerio
Alguien estaba respirando en mi cuello. Alguien a quien no podía ver, ni tocar. Era un aliento helado, que me ponía la carne de gallina. Prendí la luz de la mesa de noche. Nada. No había nadie más que yo en mi cuarto. Pero sentía una presencia, como si alguien estuviera detrás de mí. Mi corazón latía muy rápido, estaba muy asustado. Estaba solo en mi cuarto. O bueno, casi solo. Porque había alguien ahí conmigo,aunque yo no sabía quién era. Me cubrí la cabeza con las cobijas. De pronto,sentí una mano en mi hombro, sobre las cobijas. Lancé un grito desgarrador.
—¡Tranquilo, Pepe! —me dijo una voz perfectamente humana— ¿Qué te pasa?
Era mi vieja nana, Tencha. Aparté las cobijas y la abracé.
—Siento que alguien me respira en el cuello —le dije, seguro de que me creería. Mi nana cree todo lo que yo le digo, pero también sabe cuando le estoy diciendo mentiras.
—Estás asustado porque tus papás tuvieron que salir de la ciudad —me dijo. Pero de pronto se me quedó mirando y sus ojos se abrieron mucho.
—¿Qué? —le pregunté.
—Tú traes un muerto pegado en la espalda —me dijo.
Me le quedé viendo, aterrado. Mamá dice que la nana Tencha es muy supersticiosa, pero ella sabe mucho de muertos y espantos.
—¿Y ahora qué hago?
—Debes deshacerte de él.
—¿Pero cómo? —volví a preguntar, cada vez más desesperado.
—¿Pasaste hoy por algún cementerio?
—Sí —le dije.
Entonces le conté. Ese día había ido a andar en bici con mis amigos Santiago y Mario pero cuando regresábamos, nos perdimos. De pronto, estábamos en lo alto de una loma, detrás de una pequeña barda. Toda la ladera de la loma estaba llena de tumbas. La única forma de bajar era cruzar el panteón para salir a la carretera que se veía del otro lado, así que lo hicimos. Pero al pasar junto a las tumbas, me fijé en una
que se veía abandonada. No tenía flores y estaba toda sucia. De repente, sentí como que alguien me jalaba la bici y tuve que hacer fuerza para avanzar. Creí que me había atorado en alguna piedra.
—No fue ninguna piedra —dijo la nana—. Fue el alma de ese pobre muerto abandonado. Se te pegó. Hay que ir de nuevo al cementerio y ponerle flores.
La nana se quedó conmigo toda la noche, hablándole al muerto, diciéndole que debía volver a su tumba. Yo sentía su aliento frío y su presencia pegada a mi espalda. Al día siguiente, apenas amaneciendo, cortamos algunas flores y fuimos al panteón.
Mientras mi nana rezaba, limpié la tumba abandonada y le puse las flores frescas.
Entonces el aliento en mi cuello desapareció. Una débil luz brilló y creí ver una silueta humana que, lentamente, volvía a meterse en la tumba. A veces, los muertos se te pegan. Eso puede ocurrir cuando pasas por un cementerio.
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Yo no creo mucho pero a mi familia y amigos les ha pasado así que como puede que si puede que no así que cuando sientas algo hacı date la bendición
briyithparales:
hola me ayudas con las preguntas es un taller de castellano pero envie el texto sin ellas
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