para quienes estaba escrito en la cruz de mármol con un mensaje
daré corona
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Fue muy fácil
Explicación:
Querían escudriñar cada una de las tumbas, leer los mensajes, descifrar todas las historias. Querían determinar cómo se teje el duelo a través de un mensaje grabado en una placa de mármol.
La profesora Nevis Balanta fue la directora de la investigación, del grupo de estudio Lenguaje y Tecnología (Lente). Esta semana, después de presentar los resultados en el primer día de la Feria del Libro de Bogotá, le contó a El Espectador por qué se interesó en los mensajes de la muerte. “La idea era entender el valor del epitafio como un género corto, comparable con el piropo, el grafiti o las elegías”. Ya que, como asegura Balanta, en cada epitafio “se esconde la historia de una despedida”. Una historia que tiene que crearse en una lápida de máximo 50 centímetros de ancho.
¿Qué encontraron en los recorridos? Escritos con dolor, con gratitud, a veces con rabia, robados de canciones y hasta de manuales deshojados para decir adiós. Adornados con escudos de los equipos de fútbol, con juguetes polvorientos, con imágenes de la virgen, del divino niño, de cristos crucificados y hasta con fotografías de sus muertos. Todos negados al gris obligado del mármol: coloridos, diversos y hasta graciosos.
En los recorridos encontraron más de lo que cualquier transeúnte desprevenido podría percibir.
Al principio se toparon con los mensajes clásicos: Dios te llamó y ahora estás con él Tú no has muerto, vivirás para siempre con nosotros, despedidas marcadas por su carga religiosa, todas con las mismas frases, el mismo tipo de letra y la misma cruz como sello de la tumba. Tanto así que en el cementerio de Bosa notaron en varias de las tumbas el mismo mensaje dedicado a las mamás.
Edna Barreto, una de las estudiantes que participaron en el proyecto, explica que en las afueras de los cementerios se ofrecen todo tipo de mensajes preestablecidos. Dedicatorias para madres, bebés, hijos, hinchas y abuelos se encuentran en los catálogos.
Sin embargo, hay quienes prefieren dedicar el tiempo para personalizar su epitafio. Tanto así que la profesora Balanta cuenta que encontró algunos tan diversos que pudo hacer una clasificación. Por un lado estaban los políticos: No sé si gané o no la batalla pero la victoria es mía (Francisco Mosquera Sánchez, cementerio Central). Por el otro, los literarios: No tuve tiempo de decirles adiós porque la prisa del viento fue más rápida que mis deseos.