Matemáticas, pregunta formulada por maybelin2583945, hace 4 meses

¿Para qué Jesús fue a Jerusalén?

Respuestas a la pregunta

Contestado por ca19
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Respuesta:

Según el Nuevo Testamento, Jerusalén era la ciudad a la que Jesús fue llevado como un niño, para ser presentado en el Templo (Lucas 2:22) y para asistir a las fiestas (Lucas 2:41).

Explicación paso a paso:

espero y te ayudee

Contestado por ilovemyprinces
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¿A qué fue Jesús a Jerusalén? ¿Fue a que lo mataran?  

Algunos (¿quiénes?) lo recibieron con palmas y vítores, otros seguramente con recelo: "ya está aquí éste, a ver a qué viene". Seguramente en el Templo no se alegraron, porque se pasó unos años diciéndole a la gente que Dios no quería el tributo del Templo, que no había Templo capaz de custodiarlo, y que su templo verdadero eran ellos, la gente. Sobre todo la gente que no se sentía con derecho de acudir al Templo. Después los teólogos interpretarían que el templo definitivo es el cuerpo sacrificado de Jesús, que acaba con el tiempo de los sacrificios en nombre de Dios. Es una magnífica manera de explicarlo.

Es muy probable que si se hubiese quedado en Galilea, en Tiberíades, en Cafarnaún, Jesús hubiese muerto de viejo. Pero habría sido una incoherencia. No es que Jesús hubiese venido al mundo para morir en el Gólgota a los 33 años: pero sí vino para liberar a Dios del Templo corrupto, y eso lo llevaba necesariamente a exponerse a sí mismo como sacrificio. Los tres evangelios sinópticos presentan la vida de Jesús como un viaje con un destino claro: Jerusalén. Y así, tras haber anunciado el evangelio por lagos, montes y ciudades, llegó a Jerusalén, se revistió de autoridad (eso significa, según explica Benedicto XVI en su Jesús de Nazareth la requisación del burro para entrar a sus lomos) y entró en la ciudad santa aclamado como un rey pobre para enfrentarse al Templo con todas las consecuencias.

Y vaya si se enfrentó. Vaticinó su destrucción, lo llamó "cueva de bandidos" y denunció el secuestro de Dios por las autoridades religiosas. Pese a su poder persuasivo, apenas intentó convencer a los de arriba: su proyecto era radical y requería algo más que unas reformas para volver a la fidelidad de la Alianza. No se trataba de depurar una religión, sino de cambiar el tiempo. Lo que mató a Jesús no fue otra cosa más que la decisión de acabar con un profeta que era peligroso porque tenía razón. Si Jesús hubiese sido un iluminado, o un predicador extravagante, habría bastado con un arresto, o con unas monedas para comprarlo. El poder sabe cuándo tiene que defenderse con medidas extremas. Sabe distinguir las amenazas.  

Jesús no fue a Jerusalén a morir, sino a cumplir su objetivo. Su muerte fue la consecuencia necesaria de su misión de liberar a Dios de una religión corrompida. Sin salirnos de la más estricta ortodoxia, podemos entender que su muerte fue la Pascua hacia una nueva Alianza, roto el Templo y abierta a todos los pueblos del mundo. El cristianismo, que es la auténtica resurrección de Jesús, atestigua que consiguió su propósito.

No es poca cosa lo que celebramos el Domingo de Ramos. Se haría más visible aún si las procesiones de "la borriquilla" no arrancaran desde dentro de las iglesias, sino si entraran en la ciudad desde sus afueras, para recordarnos que nuestras iglesias no pueden jamás volver a convertirse en templos.


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