para el marques de santillana la dulce elocuencia y el hablar hermoso tienen un poder especial ¿cual es ese poder?
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Respuesta:
Vida y literatura del Marqués de Santillana
Nació Íñigo López de Mendoza un 19 de agosto de 1398 en Carrión de los Condes (Palencia). Pertenecía a una de las familias de la vieja nobleza castellana, de antiguo señorío en Álava y afincada desde hacía casi un siglo en tierras de Hita y Buitrago, en la Meseta Central. Era hijo de don Diego Hurtado de Mendoza, caballero el más heredado de su tiempo y almirante mayor de Castilla, que había casado en segundas nupcias con Leonor de La Vega, también descendiente de antigua rama nobiliaria y con rico señorío en las Asturias de Santillana. Había fundado ese señorío Garci Lasso de la Vega I († 1326) y lo había ampliado Garci Lasso III al casar con Mencía de Cisneros, heredera del poderoso Juan Rodríguez de Cisneros, señor de Guardo, Castillo, Villanueva y otras tierras castellanas, y mayordomo del infante don Tello, hermano de Enrique II, señor de Vizcaya y Lara. Todavía se vería incrementado mucho más el patrimonio familiar al concertarse el casamiento de la hija heredera con Juan Téllez, hijo del señor de Aguilar y Castañeda. Las grandes heredades de este patrimonio quedaban vinculadas a doña Leonor, pero desde ella pasaban, bien a su hija Aldonza Téllez, señora de Castañeda, bien al hijo de Leonor en su segundo matrimonio, Íñigo López de Mendoza, lo cual ocasionaría enseguida una serie de interminables conflictos1.
Tras el temprano fallecimiento de su hermano don García (1403) y de su propio padre (1404), don Íñigo, apenas un niño de seis años, heredó el mayorazgo y se vio acosado por las insidias de familiares que le disputaban sus posesiones. Aldonza de Mendoza, hija del primer matrimonio del Almirante y casada con don Fadrique de Castro, conde de Trastámara y duque de Arjona, fue quien primero puso pleito a su hermanastro por la posesión del señorío del Real de Manzanares. Al tiempo, otro familiar por rama materna, Garci Fernández Manrique, que luego sería señor de Castañeda, casado con su también hermanastra Aldonza Téllez, ocupaba tierras de las Asturias de Santillana alegando que su suegra no tenía derechos sobre ellas. Su tío y homónimo Íñigo López, hermano de don Diego, se apoderaba asimismo de algunas casas de Guadalajara pertenecientes a su sobrino. Frente a todos ellos hubo de actuar con energía doña Leonor, que defendió enérgicamente los intereses de su hijo y, luego de no pocos litigios, logró preservar íntegro el mayorazgo.
Durante su infancia, don Íñigo pasó largo tiempo al cuidado de su abuela materna doña Mencía de Cisneros en la casa solariega de Carrión y pronto tuvo sus primeros tratos con las letras. Antecedentes literarios contaba en la propia familia, como el de su abuelo Pero González de Mendoza, poeta menor del Cancionero de Baena, autor de unos cuantos discretos poemas amorosos y de alguna cantiga de serrana, al que cita entre los principales poetas castellanos en su Prohemio e carta. O el de su mismo padre, Diego Hurtado de Mendoza, autor del famoso cosaute que comienza Aquel árbol que vuelve la foxa / algo se le antoxa..., excelente muestra de poesía paralelística. En el seno de la familia pudo aprender también de su tío abuelo, el viejo canciller Pero López de Ayala, que fue su tutor y le ofrecía el modelo de una poesía cívica, edificante, de denso contenido moral. Y en la casa de doña Mencía, en un cancionero de cantigas y decires en gallego-portugués que se guardaba en la biblioteca, tuvo ocasión de leer una poesía más ligera y musical, que conectaba con todo el pasado lírico peninsular y en la que aprendió formas poéticas y lírica de amores, en un grand volumen de cantigas, serranas e dezires portugueses e gallegos, que contenía obras de don Denís, Johán Suárez de Pavía o Fernán González de Sanabria y que él vio con otros libros en poder de su abuela, como cuenta en el Prohemio.
En los años de adolescencia que pasó en el palacio de Guadalajara, al cuidado del tío arcediano Gutierre Gómez de Toledo, tuvo por compañero de juegos y aprendizajes a su primo Fernando Álvarez de Toledo, a quien andando el tiempo dedicaría el tratado de Bías contra Fortuna, en cuyo prólogo recuerda aquellos años: Ca prinçipalmente ovimos unos mesmos abuelos e las nuestras casas siempre sin interrupçión alguna se miraron con leales ojos, sinçero e amoroso acatamiento, e lo más del tiempo de nuestra criança quassi una e en uno fue. Así que, juntamente con las nuestras personas, cresçió e se augmentó nuestra verdadera amistad. Todavía adolescente, por iniciativa de la madre doña Leonor, que buscaba alianzas con familias poderosas del reino, en 1408, fue concertado el matrimonio de don Íñigo con Catalina Suárez de Figueroa, hija del maestre de Santiago, don Lorenzo Súarez de Figueroa. Los desposorios tuvieron lugar en Valladolid en 1412 y en 1416 se celebrarían las bodas en Salamanca.
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