Panamá un pais pobre dentro de un país rico
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Situémonos en perspectiva
Ante todo, empecemos por restar dramatismo a la cuestión, o, al menos, por situarla en sus justas proporciones. En el mundo, grosso modo, hay seis mil millones de habitantes repartidos entre 266 países o territorios organizados. Ahí se inscriben nuestra veintena de repúblicas con sus 400 millones de habitantes mal contados. Cuando se saca un promedio planetario de condiciones de vida llegamos a un per cápita anual en torno a los $6 500 dólares, 63 años de vida, ochenta por ciento de personas de 15 años capaces de leer y escribir, mortalidad infantil de 58 por 1000 nacidos vivos y un desempleo en torno al 30 por ciento de la población en edad de trabajar.
Panamá, de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano publicado por Naciones Unidas en 1999, alcanza los $6 700 per cápita, el más alto de Centroamérica, suma a la que se llega teniendo en cuenta su capacidad adquisitiva real, es decir el "purchasing power parity". Su expectativa de vida es cercana a los 70 años, casi el noventa por ciento de la población ha sido alfabetizada, la mortalidad infantil es de 21 por 1000 nacidos vivos y el desempleo es algo menor al 15 por ciento. Es decir, si estos datos de la ONU se ajustan a la realidad, los índices de bienestar de los panameños son superiores a la media de los habitantes del planeta.
El problema, naturalmente, radica en que la media planetaria es una abstracción estadística con la que difícilmente los panameños pueden establecer un contraste que los deje satisfechos. Nunca olvidaré una conversación que tuve con un presidente panameño de los elegidos dentro de las normas democráticas , una persona que me pareció muy inteligente, a quien le pregunté si Panamá iba a profundizar su relación con los demás países centroamericanos. Recuerdo que se quedó pensando unos segundos, y me respondió: "para los panameños, Montaner, la referencia cultural no es Tegucigalpa o Guatemala sino Dadeland, el mall famoso de Miami". En realidad no había ironía ni crítica en sus palabras, sino la convicción realista de que los parámetros utilizados por los panameños para situarse en el mundo, sus coordenadas sociales, eran, para bien o para mal, las de Estados Unidos.
Y en realidad nada perverso existe en el hecho de que los latinoamericanos intentemos encontrar nuestro lugar relativo comparándonos con Estados Unidos o Canadá. A fin de cuentas, las historias de las Américas, la nuestra, de raíz hispana, y la de procedencia anglosajona, forman parte de una misma matriz europea. La diferencia estriba en que la colonización de Panamá comenzó ciento cincuenta años antes que la de Estados Unidos, pero las referencias de unos y otros eran muy parecidas: religión judeocristiana, derecho romano germánico, cosmovisión helénica, lengua indoeuropea, alfabeto latino, números arábigos y un extenso etcétera de coincidencias innegables. Lo que probablemente carece de sentido es tratar de establecer nuestro modelo de comparación en África, basados en que muchos de los latinoamericanos tienen ancestros negros, o en nuestras desgraciadamente orilladas y debilitadas etnias precolombinas. La cultura abrumadoramente dominante en nuestro mundo, como les sucede a los estadounidenses, es la de procedencia europea, independientemente del color de la piel que sujete nuestro esqueleto.
Fuera prejuicios y falsas explicaciones materiales
Descartemos, ahora que hemos mencionado el factor raza, unos cuantos prejuicios y falsas explicaciones con los que se intenta explicar el desarrollo o subdesarrollo de ciertos pueblos.
Cuando se examinan esos papeles de la ONU a que he hecho referencia, y se hacen dos listas, la de los 30 países más habitables y acogedores, los que ofrecen mejor calidad de vida, y se enfrenta a la de los 30 más miserables e inhabitables, en la primera, en la lista "buena", sólo comparece un país americano que no sea Estados Unidos y Canadá. Ese país es una pequeña y próspera isla del Caribe llamado Barbados, situada en el número 29, por delante de Corea del Sur y justamente debajo de Portugal. Los negros barbadienses, a juzgar por esta clasificación, han logrado una calidad de vida de "primer mundo". Por otra parte, entre los 30 países extremadamente pobres, los de la lista "mala", casi todos situados en África, pero con algunas naciones asiáticas entre ellos, sólo hay un país de América, y tampoco, curiosamente, es de raíz ibérica: me refiero a Haití, el número 23, cuyo pavoroso nivel de vida se coloca entre Senegal y Zambia.
El perfil de las naciones prósperas