organisador grafico sobre la contaminacion
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Resulta una tarea apasionante y a la vez muy audaz la de intentar presentar el
saber filosófico –que es el amor a la verdad, a la sabiduría– a alguien que por primera vez
se acerca a él. Es una tarea muy difícil, porque se trata de transmitir la experiencia de
encontrarse con la verdad. Y esto es algo que siempre parece insuficiente, aunque se
intente buscar la manera de hacerlo entendible tal como realmente es.
Por ello un modo de introducir a este saber es de la mano de los grandes filósofos.
En lo que sigue lo haremos a través de los grandes filósofos clásicos, tanto de los
socráticos, aquellos que recibieron el legado de Sócrates: Platón y su discípulo Aristóteles y
continuaremos luego con los clásicos cristianos, especialmente con Agustín de Tagaste y
Tomás de Aquino.
Con todo, lo que sucede con la experiencia filosófica es que tiene que ser personal.
El encuentro con la verdad es todo un acontecimiento. Por eso, lo que seguramente es
mejor en estos casos, es poner a los alumnos en condiciones de ejercer la actividad
filosófica, de la misma manera como a nadar se aprende nadando. Esa actividad o ejercicio
filosófico se despliega en el enfrentamiento con los grandes problemas filosóficos. Se trata
entonces de animarse a dar el primer paso para pensar filosóficamente la realidad, de
manera que se puedan descubrir sus más profundos secretos; y después, sostener la
actividad y seguir abriéndose nuevos horizontes para continuar planteándonos las
preguntas claves de los grandes filósofos y tratando de contestarlas.
Se puede, entonces, empezar suscitando una pregunta, una inquietud, sobre la
realidad, especialmente si ésta nos parece evidente; y luego continuar descubriendo la
verdad, sin cansancio, valorándola y dándole acogida en la propia vida, lo cual es siempre
personal y por eso es algo inédito, siempre nuevo. Éste fue el modo como los grandes
filósofos comenzaron a hacer filosofía la que luego sistematizaron hasta hacer de ella una
ciencia, la más alta en el plano natural.
Para empezar esta aventura se precisa de unas condiciones básicas, y es que quien
se adentra en el camino del saber filosófico tiene que tener un pre requisito y es un incoado
amor a la verdad y mucha capacidad de afrontar retos, lo cual conlleva una cierta rebeldía,
respecto a la comodidad de quedarse en lo ya sabido. De entrada todos los seres humanos
Genara Castillo Córdova
9
Esta obra está bajo una licencia Creative Commons Atribución- NoComercial-SinDerivadas 2.5 Perú
No olvide citar esta obra.
tenemos capacidad de plantearnos las grandes preguntas y de avanzar en su
descubrimiento.
La filosofía es accesible, no es privilegio de unas cuantas inteligencias potentes. En
general todos nacemos con la misma dotación intelectual, lo que sucede es que algunas
personas se esfuerzan en ejercerla y otras no. Lo que sí se requiere es un gran anhelo de
verdad, desearla, amarla; el crecimiento intelectual es proporcional a ese amor a la verdad.
Por tanto, desde el comienzo se plantea una cierta ética, porque el amor a la verdad tiene
una vertiente práctica, de manera que quien no es muy amigo de la verdad y ha metido la
mentira en su vida voluntariamente, no está en buenas condiciones para estudiar filosofía.
Así, todos poseemos una inclinación natural de alcanzar la verdad. Pero para que
ese deseo se haga realidad se precisa de mucho esfuerzo sostenido, ya que, como ya
sabemos bien, lo que vale la pena siempre cuesta. Por ello, el amor a la verdad requiere de
gran fortaleza. El temple de quien se inicia en este camino debe ser bastante fuerte para
ser capaz de resistir el cansancio, el tiempo, y todo tipo de dificultades, especialmente las
que se encuentran en nosotros mismos.
Si la apasionada búsqueda de la verdad pasa las pruebas y dificultades que se le
presentan, si se conserva esa ilusión es muy probable que en algún momento, como en un
recodo del camino se aparezca delante la verdad en todo su esplendor; y entonces en
medio de las variables circunstancias se le hará presente en el hondón del alma lo
permanente, aquello que escapa a lo fugaz, y que precisamente por ser algo que dura
para siempre, sosiega al alma y se hace inolvidable.
Para evitar las falsas expectativas es oportuno advertir, desde el comienzo, que en
esta actividad filosófica no se deben esperar utilidades inmediatas, tampoco conmociones
sensibles, al estilo de los shows que se pueden dar por la televisión. La verdad deslumbra,
pero no es fascinante, no es histriónica, no seduce, al modo de los reclamos sutiles o
directos. Lo fascinante suele ir cargado de emotividad, por lo que suele enajenar, y a veces
hasta manipular, capturando la atención para llevarla a senderos extraños, no siempre
subordinados a la verdad.
Respuesta:
Resulta una tarea apasionante y a la vez muy audaz la de intentar presentar el
saber filosófico –que es el amor a la verdad, a la sabiduría– a alguien que por primera vez
se acerca a él. Es una tarea muy difícil, porque se trata de transmitir la experiencia de
encontrarse con la verdad. Y esto es algo que siempre parece insuficiente, aunque se
intente buscar la manera de hacerlo entendible tal como realmente es.
Por ello un modo de introducir a este saber es de la mano de los grandes filósofos.
En lo que sigue lo haremos a través de los grandes filósofos clásicos, tanto de los
socráticos, aquellos que recibieron el legado de Sócrates: Platón y su discípulo Aristóteles y
continuaremos luego con los clásicos cristianos, especialmente con Agustín de Tagaste y
Tomás de Aquino.
Con todo, lo que sucede con la experiencia filosófica es que tiene que ser personal.
El encuentro con la verdad es todo un acontecimiento. Por eso, lo que seguramente es
mejor en estos casos, es poner a los alumnos en condiciones de ejercer la actividad
filosófica, de la misma manera como a nadar se aprende nadando. Esa actividad o ejercicio
filosófico se despliega en el enfrentamiento con los grandes problemas filosóficos. Se trata
entonces de animarse a dar el primer paso para pensar filosóficamente la realidad, de
manera que se puedan descubrir sus más profundos secretos; y después, sostener la
actividad y seguir abriéndose nuevos horizontes para continuar planteándonos las
preguntas claves de los grandes filósofos y tratando de contestarlas.
Se puede, entonces, empezar suscitando una pregunta, una inquietud, sobre la
realidad, especialmente si ésta nos parece evidente; y luego continuar descubriendo la
verdad, sin cansancio, valorándola y dándole acogida en la propia vida, lo cual es siempre
personal y por eso es algo inédito, siempre nuevo. Éste fue el modo como los grandes
filósofos comenzaron a hacer filosofía la que luego sistematizaron hasta hacer de ella una
ciencia, la más alta en el plano natural.
Para empezar esta aventura se precisa de unas condiciones básicas, y es que quien
se adentra en el camino del saber filosófico tiene que tener un pre requisito y es un incoado
amor a la verdad y mucha capacidad de afrontar retos, lo cual conlleva una cierta rebeldía,
respecto a la comodidad de quedarse en lo ya sabido. De entrada todos los seres humanos
Genara Castillo Córdova
9
Esta obra está bajo una licencia Creative Commons Atribución- NoComercial-SinDerivadas 2.5 Perú
No olvide citar esta obra.
tenemos capacidad de plantearnos las grandes preguntas y de avanzar en su
descubrimiento.
La filosofía es accesible, no es privilegio de unas cuantas inteligencias potentes. En
general todos nacemos con la misma dotación intelectual, lo que sucede es que algunas
personas se esfuerzan en ejercerla y otras no. Lo que sí se requiere es un gran anhelo de
verdad, desearla, amarla; el crecimiento intelectual es proporcional a ese amor a la verdad.
Por tanto, desde el comienzo se plantea una cierta ética, porque el amor a la verdad tiene
una vertiente práctica, de manera que quien no es muy amigo de la verdad y ha metido la
mentira en su vida voluntariamente, no está en buenas condiciones para estudiar filosofía.
Así, todos poseemos una inclinación natural de alcanzar la verdad. Pero para que
ese deseo se haga realidad se precisa de mucho esfuerzo sostenido, ya que, como ya
sabemos bien, lo que vale la pena siempre cuesta. Por ello, el amor a la verdad requiere de
gran fortaleza. El temple de quien se inicia en este camino debe ser bastante fuerte para
ser capaz de resistir el cansancio, el tiempo, y todo tipo de dificultades, especialmente las
que se encuentran en nosotros mismos.
Si la apasionada búsqueda de la verdad pasa las pruebas y dificultades que se le
presentan, si se conserva esa ilusión es muy probable que en algún momento, como en un
recodo del camino se aparezca delante la verdad en todo su esplendor; y entonces en
medio de las variables circunstancias se le hará presente en el hondón del alma lo
permanente, aquello que escapa a lo fugaz, y que precisamente por ser algo que dura
para siempre, sosiega al alma y se hace inolvidable.
Para evitar las falsas expectativas es oportuno advertir, desde el comienzo, que en
esta actividad filosófica no se deben esperar utilidades inmediatas, tampoco conmociones
sensibles, al estilo de los shows que se pueden dar por la televisión. La verdad deslumbra,
pero no es fascinante, no es histriónica, no seduce, al modo de los reclamos sutiles o
directos. Lo fascinante suele ir cargado de emotividad, por lo que suele enajenar, y a veces
hasta manipular, capturando la atención para llevarla a senderos extraños, no siempre
subordinados a la verdad.