oraciones con risueño
Respuestas a la pregunta
Luego dijo entre risueño y enfadado:.
Aquí el juez levantó la vista, risueño.
La ilusión de amor, el porvenir risueño.
En ese caso, el futuro se anunciaba risueño.
Y estarás llorando y risueño en el mismo momento.
A las pocas veces repuso entre risueño y enfadado
Respuesta:
-¿No me haces ningún encargo?--me preguntó entre llorosa y risueña.
--¿Qué es eso, Miguel?--le dijo con aparente calma.--¿Por qué estamos tan risueños?
Pero lo hizo con tal exaltación y ademanes tan descompuestos que las damas le contemplaban sorprendidas y risueñas.
--Sí, señor; porque usted quiere--insistió el otro con aire petulante y satisfecho, mirándole a la cara risueño.
Eran tan raras las ocasiones de saber de los otros que se la presentaban... Agapo cambió de fisonomía y se puso hasta risueño.
Visto aquel lugar, aun en circunstancias más placenteras, no hubiese sido un lugar risueño.
El cadete vaciló un instante, puso sus ojos sanguinarios en el suelo y dijo con voz bronca de adolescente que está en la muda: --Cabayero, quisiera saber si V. está en relaciones con esa chica del número quince... --¿Del número quince?--dijo Miguel, más risueño aún.
Los coches vacíos volvieron á ocupar su lugar en la fila y los rivales á muerte reanudaron su plácida y risueña conversación.
Las buenas mozas que antes le mataban el hambre y cuidaban de su ornato viéronse poco a poco repelidas con risueño desprecio.
La naturaleza, lánguida y enclenque entonces, iba quedándose, como si dijáramos, en cueros vivos; las brisas eran más frescas, y en lugar del sonido armónico y majestuoso que formaban perdidas entre el follaje de junio, gemían lastimeras al chocar contra los escuetos miembros de los árboles; lloraban fatídicas, como si fueran la voz de la naturaleza que lamentara la pérdida de sus risueñas galas.
También para él parecía haberse desvanecido el pasado, y oprimiendo las manos de Enriqueta, se creía aún en aquella feliz época en que ambos se sentían acariciados por las más risueñas ilusiones.
Obdulia no cesaba de dar pellizcos al tesoro de su mamá para adquirir tiestos de bonitas plantas, en los próximos puestos de la Plazuela de Santa Cruz, y en dos días puso la casa que daba gloria verla: los sucios pasillos se trocaron en vergeles, y la sala en risueño pensil.
Imaginaos una llanura siempre verde, limitada en todas direcciones por obscuras montañas y risueños collados.
El inesperado suceso dejó absorto por mucho rato al joven, que vió por el suelo sus más risueñas ilusiones.
Qué fresca y qué risueña! ¡
Qué ojos tan risueños! ¡
Explicación: