Opinión o reflexión acerca de el divorcio
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El divorcio es la disolución del vínculo matrimonial existente entre los cónyuge, en virtud de una resolución judicial. En el antigua testamento Moisés permitió alguno escribir a su mujer carta de divorcio al haber hallado en ella alguna cosa vergonzosa, lo cual no quiere decir que Moisés haya inventado el divorcio, sino que hizo leyes para reglamentar una práctica que ya existía desenfrenadamente.
Es el cristianismo el que incorpora la indisolubilidad del matrimonio elevado a rangos sacramentales. Así, son concluyentes las enseñanzas de Jesús en los libros de Mateo y Marcos, al instruir: “Por lo tanto, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”… cualquiera que repudie a su mujer, y se case con otra, comete adulterio contra ella”.
Por esto, se considera a la familia como una organización inspirada por Dios, en donde coexisten como bases más importantes la monogamia y la indisolubilidad de la unión legal, por eso, algunos tratadistas opinan que el divorcio es un ente perturbador de la institución familiar y por ende de la organización social, al punto de tenerlo como causa fundamental de la decadencia de muchas civilizaciones; constituye el puente hacia el amor libre, afecta el interés de los hijos y conspira contra su formación moral.
Los defensores del divorcio afirman que éste aparece como solución honesta y franca de un estado de cosas en el orden familiar que exige satisfacción, lo califican como un sistema más humano acorde con la naturaleza misma del matrimonio, porque la simple separación de cuerpos es dañina por el individuo y la sociedad, pues, coloca a los cónyuges en situaciones irresistibles, porque se engaña, se simula, se miente, se forma otra familia, se adultera.
En todo caso, la enseñanza de Jesús sobre el divorcio va más allá de la Ley, para enfatizar la intención original de Dios, resumida por el apóstol San Pablo en 1 de Corintios 7,11. “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido”. En definitiva, cualquiera que sean las circunstancias del divorcio, es un asunto grave, pero la Biblia no indica que sea un pecado imperdonable, en donde se destaca por su capacidad de perdonar el profeta Oseas.
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