Historia, pregunta formulada por claudia892573, hace 1 mes

opinión de la caída del imperio romano de occidente

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Contestado por teresalappara
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Cuando, al final de la primera mitad de su voluminosa historia, Gibbon se pregunta sobre las numerosas causas que concurrieron en la caída del imperio romano de Occidente, no puede por menos de atribuir a la conversión de Constantino el papel de acelerador del proceso; la promesa de una vida futura colmada de felicidad, propagada por un a religión que predicaba la doctrina de la paciencia y de la pusilanimidad, exponente de su indiferencia hacia los asuntos terrenales, sólo podía minar los fandamentos de una sociedad atenta en primer lugar a la disciplina cívica, al mantenimiento del orden legal y a la seguridad de sus fronteras. "Los últimos restos del espíritu militar se enterraron en los claustros", dice Gibbon, "y las soldadas se desperdiciaban en inútiles multitudes de ambos sexos que sólo sabían predicar las virtudes de la abstinencia y la castidad". "El mundo romano", añade, "se vio oprimido por nuevas formas de tiranía y las perseguidas sectas se convirtieron en enemigos secretos del país".Aceptando la forzosamente esquemática etiología de ambos procesos, ningún parangón cabe establecer entre la caída del imperio romano de Occidente y la disolución del imperio soviético de Oriente, poco menos que emplazada a fecha fija, puesto que, según numerosos expertos, ofrece pocas posibilidades de ser frenada y ninguna de ser invertida. La historia en este caso enseña poco y todo apunta hacia una serie de acontecimientos inéditos en el teatro europeo. La ciencia -sea política, sociológica o simplemente histórica- se ve obligada a recular y dejar paso a un instinto ciudadano que asoma como el verdadero soberano de una evolución cuyas mutaciones; tienen lugar en plazos de veinticuatro horas. Si un viernes el muro de Berlín parecía definitivamente abatido, el lunes siguiente era parcialmente reconstrutido y volvía a representar la separación de las dos Alemanias, cuya osmótica unión es impensable para buen número de ciudadanos de ambas repúblicas.

Ambos procesos podrán emparentarse mediante la antimetría, la sirrietría negativa. Si la Roma de Occidente cayó por que buena parte del pueblo deseyó las leyes civiles para atender a los mandatos religiosos, a lo largo de una lenta e insocial conversión, en contraste, el ciudadano socialista de la Europa del Este parece decidido a abjurar del credo en que ha sido educado por un largo -y también insocial- proceso de desconversión. La promesa de una bienaventuranza futura predicada por el celoso cristiano del siglo V se corresponde así con la falta de fe en el paraíso socialista, demasiado pospuesto generación tras generación por los programas económicos y los planes quinquenales. La pluralidad del orden social romano, donde cada uno tenía un papel que podría trascender con el esfuerzo individual, empujaba a los más ineptos hacia un ideal igualitario con la misma fuerza con que la diversidad de opciones del mundo occidental atrae al ciudadano, al que le es dictado su status a tenor de su comportamiento colectivo. El converso romano estaba dispuesto al sacrificio y la renuncia, la abstinencia y la castidad, para alcanzar una felicidad ignorada; el renegado del Este, harto de disciplina y sacrificio, está igualmente dispuesto a inmolar toda creencia con tal de obtener confort y riqueza. En cuanto a la libertad, aquél la valoraba en bien poco, pues no señalaba el camino para llegar al cielo; a éste le marca la única dirección digna de ser seguida tras casi medio siglo de obediencia a las directrices del Estado policial.

Contestado por luluoscar06
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La caída del Imperio romano de Occidente (también conocida como la caída del Imperio romano o la caída de Roma) fue el período de declive del Imperio romano de Occidente en que perdió la autoridad de ejercer su dominio y su vasto territorio fue dividido en numerosas entidades políticas sucesoras. Tradicionalmente, de acuerdo con el criterio del historiador del siglo xviii Edward Gibbon, se vincula este hecho con el año 476 d.C., coincidiendo con la deposición del último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo, a manos de Odoacro, aunque fue el resultado de un largo proceso que tuvo otros muchos hitos significativos.

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