OPCIÓN A
En aquel momento dominaban los Mochuelos. El Mochuelo principal era el alcalde, un hombre delgado, vestido
de negro, muy clerical, cacique de formas suaves, que suavemente iba llevándose todo lo que podía del municipio.
El cacique liberal del partido de los Ratones era don Juan, un tipo bárbaro y despótico, corpulento y forzudo,
con unas manos de gigante; hombre que cuando entraba a mandar trataba al pueblo en conquistador. Este gran
Ratón no disimulaba como el Mochuelo; se quedaba con todo lo que podía, sin tomarse el trabajo de ocultar
decorosamente sus robos.
Alcolea se había acostumbrado a los Mochuelos y a los Ratones, y los consideraba necesarios. Aquellos
bandidos eran los sostenes de la sociedad; se repartían el botín; tenían unos para otros un tabú especial, como el
de los polinesios.
Andrés podía estudiar en Alcolea todas aquellas manifestaciones del árbol de la vida, y de la vida áspera
manchega: la expansión del egoísmo, de la envidia, de la crueldad, del orgullo.
A veces pensaba que todo esto era necesario; pensaba también que se podía llegar, en la indiferencia
intelectualista, hasta disfrutar contemplando estas expansiones, formas violentas de la vida.
¿Por qué incomodarse, si todo está determinado, si es fatal, si no puede ser de otra manera?, se preguntaba.
¿No era científicamente un poco absurdo el furor que le entraba muchas veces al ver las injusticias del pueblo? Por
otro lado: ¿no estaba también determinado, no era fatal el que su cerebro tuviera una irritación que le hiciera
protestar contra aquel estado de cosas violentamente?
Andrés discutía muchas veces con su patrona. Ella no podía comprender que Hurtado afirmase que era mayor
delito robar a la comunidad, al Ayuntamiento, al Estado, que robar a un particular. Ella decía que no; que defraudar
a la comunidad no podía ser tanto como robar a una persona. En Alcolea casi todos los ricos defraudaban a la
Hacienda, y no se les tenía por ladrones.
Andrés trataba de convencerla de que el daño hecho con el robo a la comunidad era más grande que el
producido contra el bolsillo de un particular; pero la Dorotea no se convencía.
Pío Baroja, El árbol de la ciencia
5. Exponga las características de las distintas tendencias de la narrativa del siglo XX hasta 1939, y cite los
autores y obras más representativos. (Puntuación máxima: 2 puntos).
Prueba de Selectividad, Andalucia, Modelo 1 2014-2015, Lengua Castellana
Respuestas a la pregunta
Distinguiremos tres fases en el estudio de la narrativa del siglo XX en España hasta la finalización de la guerra civil en 1939:
1. La novela de principios de siglo, la generación del 98.
2. La narrativa del novecentismo a las vanguardias.
3. La narrativa en los años de la generación del 27.
1. La novela de principios de siglo:
Las innovaciones novelísticas que se producen a principios del siglo XX son consecuencia de la visión pesimista de la cultura occidental en ese momento. Ante la imposibilidad de encontrar significado a la existencia, el mensaje es de frustración y desesperanza.
En 1902, se publican en España cuatro obras significativas: La voluntad, de Azorín, Camino de perfección, de Baroja, Amor y pedagogía, de Unamuno, y Sonata de Otoño, de Valle-Inclán.
Las principales innovaciones novelescas son:
• Pérdida de relieve de la historia.
• Centralización en la problemática del héroe. La novela se centra en el mundo interior del héroe; la acción se sustituye por la percepción, y la realidad externa se diluye a favor del retrato interior del personaje, que se manifiesta como un “yo” lírico.
• Momentaneidad y fragmentarismo.
• Dramatización. Aunque la novela dramatizada o dialogal ya había sido practicada por Galdós, aparece de manera relevante en las primeras décadas del siglo XX.
Alguno de sus principales exponentes fueron:
Pío Baroja (1872-1957): Por su originalidad, la novela barojiana ha influido poderosamente en todo el siglo XX con su párrafo corto, su vocabulario l imitado, sus numerosos personajes y la diversidad de sus escenarios. Su novela es una vitalicia, desbordante e imaginativa; pero también crítica, por cuyas páginas pasan todos los tipos de personajes. La obra puede dividirse en dos etapas:
Miguel De Unamuno (1864-1936): Para Unamuno, la novela se convierte en el medio más apropiado para interpretar la realidad. Unamuno expresa los temas que lo obsesionan: la afirmación de la personalidad, la lucha contra el instinto, el afán de dominio sobre los demás, la muerte. En sus novelas, subyace una feroz crítica de la realidad provinciana española, caracterizada por una estricta trabazón familiar (relaciones amorosas, fraternales, paterno- filiales), que es la que genera los conflictos.
José Martínez Ruiz, Azorín. (1873-1966): En sus novelas se anula el movimiento y el tiempo, y la narración se fragmenta en breves capítulos. Azorín congela el momento y capta el instante. En sus textos, redactados en una prosa sencilla en la que predominan los periodos sintácticos breves, las fronteras entre narración y ensayo quedan desdibujadas.
2. La narrativa del novecentismo a las vanguardias.
Los autores del novecentismo, suceden a los del 98 y alcanzan su plenitud literaria en la segunda década del siglo XX. Comparten con el 98 la inquietud por el problema de España, pero rechazan la visión dramática y subjetiva de sus predecesores y adoptan una posición más equilibrada e intelectual.
Las vanguardias en la narrativa estarán representadas por Ramón Gómez de la Serna.
Ramón Pérez De Ayala (1880-1962): Pérez de Ayala cultiva todos los géneros, pero destaca como novelista. Su producción narrativa está dominada por el intelectualismo y por el tema de la conciencia y de la sensibilidad. Sus obras más importantes son: Tinieblas en las cumbres (1907), A.M.D.G. (1910), Belarmino y Apolonio (1921).
Gabriel Miró (1879- 1930): Sensación y sentimiento se dan la mano en su obra. En la producción de Miró pueden distinguirse dos etapas:
▪ De influencia modernista. Las cerezas del cementerio (1910).
▪ De estilo personal que busca la perfección formal. Nuestro padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926).
3. La narrativa en los años de la generación del 27
En narrativa coinciden en esas mismas fechas una serie de autores que, sin pertenecer a la
Generación del 27, siguen varias líneas de trabajo:
• La novela en línea con el “arte deshumanizado” que planteaba Ortega y Gasset, como Benjamín
Jarnés.
• La novela social muy comprometida con la ideología revolucionaria, como Ramón J. Sender.
• La novela de humor, de técnica realista, que convierte el humor en materia narrativa de prestigio, como Wenceslao Fernández Flores.
Benjamín Jarnés (1888-1949): Representa la novela deshumanizada y de vanguardia. Se trata de una forma novelística muy intelectual y compleja que enlaza con lo que se está haciendo en otros lugares de Occidente (Joyce, Mann, Proust).
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