olaaa alguien me puede decir una leyenda corta por favor
Respuestas a la pregunta
En México, si un taxista encuentra a una mujer vestida de luto durante la madruga, seguramente dudará en llevarla. Esta leyenda nos cuenta la historia de Abel, quien manejaba un taxi hasta terminar su horario a las 3 am como cada día. Luego de una jornada de trabajo que no le gustaría repetir por lo agotadora que había sido, ya se encontraba de camino a su casa.
Para poder llegar a su hogar, primero debía pasar por el cementerio que se encuentra junto al Templo del Señor del Saucito. Pasando por allí se encontró con una mujer vestida de negro que salía del panteón y le pedía u viaje.
La mujer misteriosa se sentó muy callada, ella le pidió dirigirse a 7 iglesias diferentes, él le avisó que estaban todas cerradas, pero ella quería ir de todas formas. Rezó en la puerta de cada una y luego le pidió que la llevara de regreso al sitio en donde la había recogido. También le informó que no tenía dinero para pagar, pero que el día siguiente podía ir a visitar a su hermano, él pagaría por el viaje sin dudarlo. Por otro lado, le entregó una carta para él y una medalla con su nombre “Socorro”.
El taxista aceptó ir por su hermano el día siguiente para cobrar el viaje, ella bajó en el cementerio y desapareció en la neblina que salía del mismo. Cuando Abel se acercó al hermano para contarle todo lo acontecido por la noche, este comenzó a llorar como loco. Resulta que su hermana Socorro había muerto hacía ya 2 meses y todavía su ausencia era dura para él. Pagó por el viaje, pero al enterarse el taxista que había viajado con una mujer ya fallecida, no quiso aceptar el dinero y se volvió loco para siempre hasta que un día terminó perdiendo la vida.
Hubo una vez, en unas lejanas llanuras, un árbol antiquísimo al que todos admiraban y que encerraba montones de historias. De una de aquellas historias formaba parte un hada, que había vivido en su interior durante años. Pero aquella hada se convirtió un día en una mujer que mendigaba y pedía limosna al pie del mismo pino.
Muy cerca, vivía también un campesino (al que la gente consideraba tan rico como egoísta), que tenía una criada. Aquella criada paseaba cada mañana junto al viejo pino y compartía con la mujer mendiga todo el alimento que llevaba consigo. Pero cuando el campesino se enteró de que la criada le daba el alimento a la señora que mendigaba, decidió no darle ya nada para comer para no tener así que regalárselo a nadie.
Tiempo después, el campesino avaro acudió a una boda en la que tuvo la ocasión de comer y beber casi hasta reventar cuando, regresando a casa, pasó cerca del pino y de la mujer que mendigaba a sus pies. Pero en lugar de un árbol, el campesino vio un palacio precioso que brillaba a más no poder. Animado aún por la boda, el campesino decidió entrar y unirse a lo que parecía otra fiesta. Una vez dentro del palacio, el campesino vio a un hada rodeada por varios enanitos disfrutando de un festín. Todos invitaron al campesino a compartir la mesa con ellos y no lo dudó dos veces, a pesar de que había acabado muy lleno de la boda.
El campesino, ya sentado en la mesa, decidió meterse todo cuanto pudo en los bolsillos, puesto que ya no le cabía nada en el estómago. Acabada la fiesta, el hada y los enanitos se fueron a un salón de baile y el campesino decidió que era el momento de volver a casa. Cuando llegó, quiso presumir de todo cuanto le había pasado ante su familia y sus criados y, para demostrarlo, sacó todo cuando había metido en sus bolsillos. Pero, oh, oh…de los bolsillos no salió nada.
El campesino, enfurecido por las risas de todos, ordenó a la criada que se fuera de su casa y que comprobara si quisiera cuanto le había contado. La pobre joven salió de la casa entristecida, y acudió hasta los pies del pino. Pero, de pronto, poco antes de llegar, notó algo muy brillante en los bolsillos de su delantal. Eran monedas de oro.
Tan contenta se puso la criada que decidió no regresar nunca más al hogar del campesino egoísta, y fue a ver a la mujer que mendigaba en el pino para darle algunas monedas.
Tome señora, unas pocas monedas que tengo, seguro que le ayudarán. – Dijo la joven.Y en aquel mismo momento la falsa mendiga retomó su forma de hada, recompensando la actitud de la joven con un premio todavía mayor, su libertad y su felicidad eternas.