Historia, pregunta formulada por alex42, hace 1 año

ocupo una leyenda y un mito inventados

Respuestas a la pregunta

Contestado por BrightSun
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Cuentan que una calurosa tarde de verano una pareja de ancianos pasó por delante de la casa  del ricachón. La viejecita caminaba con la ayuda de un bastón de madera y él llevaba un cántaro vacío en su mano derecha.

– ¡Querida, mira qué mansión! Vamos a llamar a la puerta a ver si pueden ayudarnos. Ya estamos demasiado mayores para hacer todo el camino de un tirón ¡Debemos  reponer fuerzas o nunca llegaremos a la ciudad!

La familia estaba merendando cuando escuchó el sonido del picaporte. Casi nunca pasaba nadie por allí, así que padres e hijos se levantaron de la mesa y fueron a ver quién tocaba a la puerta.

Cuando la abrieron se encontraron con un hombre y una mujer muy mayores y de aspecto humilde. El anciano se adelantó un paso, se quitó el sombrero por cortesía,  y se dirigió con dulzura al padre de familia.

– ¡Buenas tardes!  Mi esposa y yo venimos caminando desde muy lejos atravesando las montañas. Estamos sedientos y agotados ¿Serían tan amables de acogernos en su hogar para poder descansar y rellenar nuestro cántaro de agua?

El dueño de la finca, con voz muy desagradable, dijo a la sirvienta:

– ¡Echa a estos dos de nuestras tierras y si es necesario suelta a los perros! ¡No quiero intrusos merodeando por mis propiedades!

Su esposa y sus tres hijos tampoco sintieron compasión por la pareja. Muy altivos y sin decir ni una palabra, dieron media vuelta, entraron en la casa, y el padre cerró la puerta a cal y canto. Tan sólo la sirvienta se quedó afuera  mirando sus caritas apenadas.

– No se preocupen, señores.  Vengan conmigo que yo les daré cobijo por esta noche.

A escondidas les llevó al granero para que al menos pudieran dormir sobre un lecho de heno mullido y caliente durante unas horas. Después salió con cautela y al ratito regresó con algo de comida y agua fresca.

– Aquí tienen pan, queso y algo de carne asada. Lo siento pero es todo lo que he podido conseguir.

La anciana se emocionó.

– ¡Ay, muchas gracias por todo! ¡Eres un ángel!

– No, señora, es lo menos que puedo hacer. Ahora debo irme o me echarán de menos en la casa. A medianoche vendré a ver qué tal se encuentran.

La muchacha dejó al matrimonio acomodado y regresó a sus quehaceres domésticos.

La luna llena ya estaba altísima en el cielo cuando se escabulló de nuevo para preguntarles si necesitaban algo más. Sigilosamente, entró en el establo.

– ¿Qué tal se encuentran? ¿Se sienten cómodos? ¿Puedo ofrecerles alguna otra cosa?

La anciana respondió con una sonrisa.

– Gracias a tu valentía y generosidad  hemos podido comer y descansar un buen rato. No necesitamos nada más.

El viejecito también le sonrió y se mostró muy agradecido.

– Has sido muy amable, muchacha, muchas gracias.

De repente, su cara se tornó muy seria.

– Ahora escucha atentamente lo que te voy a decir: debes huir porque antes del amanecer va a ocurrir una desgracia como castigo a esta familia déspota y cruel. Coge tus cosas y búscate otro lugar para vivir ¡Venga, date prisa!

– ¿Cómo dice?…

– ¡No hay tiempo para explicaciones! ¡Confía en mí y sal de aquí lo antes posible!

La chica no dijo nada más y se largó corriendo del establo. Entró en la casa sin hacer ruido, metió en la maleta sus pocas pertenencias, y salió por la parte de atrás tan rápido como fue capaz. Mientras, los ancianos salieron de granero,  retomaron su camino y también se alejaron de allí para siempre.

Faltaban unos minutos para el amanecer cuando unos extraños sonidos despertaron al dueño de la casa y al resto de su familia. Los pájaros chillaban, los caballos relinchaban como locos y las vacas mugían como si se avecinara el fin del mundo.

El padre saltó de la cama y gritó:

– ¡¿Pero qué escándalo es éste?! ¡¿Qué demonios pasa con los animales?!

Todavía no había comprendido nada  cuando, a través del ventanal, vio una enorme masa de agua que surgía de la nada y empezaba a inundar su casa.

Invadido por el pánico apremió a su familia:

– ¡Vamos, vamos! ¡Salgamos de aquí o moriremos ahogados!

No tuvieron tiempo ni de vestirse. Los cinco salieron huyendo hacia la montaña bajo la luz de la pálida luna y sin mirar hacia atrás ni para coger impulso. Corrieron durante dos horas hasta que por fin llegaron a un  alto donde pudieron pararse a observar lo que había sucedido y…  ¡La visión fue desoladora! Todo lo que tenían, su magnífica casa y sus campos de cultivo, habían desaparecido bajo las aguas.

No tuvieron más remedio que seguir su camino e irse lejos, muy lejos,  para intentar rehacer su vida. La historia dice que lograron sobrevivir pero que jamás volvieron a ser ricos. Nunca llegaron a saberlo, pero se habían quedado sin nada por culpa de su mal corazón.

Según la leyenda  esas aguas desbordadas que engulleron la finca se calmaron y formaron la bella laguna que hoy todos conocemos como la laguna de El Cajas.


alex42: no distingo mucho entre mitos y leyenda que es?
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