obras escritas de domingo estrada
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En Amatitlán, Guatemala, nació Domingo Estrada, el 21 de diciembre de 1855. Murió de tuberculosis en París, el 10 de agosto de 1901. Fue sepultado en el cementerio de Passy de aquella localidad. Hijo de Arcadio Estrada y de Rafaela Villacorta. Obtuvo el grado de bachiller en filosofía, poco tiempo después de la Revolución de 1871. También fue bachiller en derecho civil. Continuó sus estudios en la Universidad de Guatemala de donde egresó ya Abogado el 4 de agosto de 1877.La formación académica de Estrada coincidió con las reformas de Justo Rufino Barrios, las que llegaron a la Universidad, momentos en los que se extinguía la Ponticia Universidad de San Carlos y se creaba la Universidad de Guatemala. Además, durante todos estos años el Alma Mater se vio alimentada por la filosofía positivista. Domingo Estrada, de todas maneras, tenía herencias de su padre –educado en época de la Ilustración- cuyo pensamiento liberal, anticlerical y su tendencia hacia el progreso material y científico era firme.Algunos datos biográficos del poeta fue posible encontrarlos en su breve epistolario, salvado por el humanista y magnífico poeta guatemalteco Hugo Cerezo Dardón, gracias a su amistad con la escritora nacional Magdalena Spínola, y padre de la poetisa. Estas cartas fueron escritas en los últimos años de la vida del poeta.Spínola y Estrada cultivaron una gran amistad, nacida acaso de su afinidad ideológica liberal de la época; ambos románticos y precursores del modernismo.En la primera carta fechada en París el 4 de julio de 1900 se muestra preocupado por la situación política de Guatemala que significaba, entonces, la miseria para el pueblo por los precios inabordables y para el gobierno la disminución de sus rentas. Cuando el pueblo está en la miseria, le decía Domingo a Spínola (entonces ministro de Estrada Cabrera) las revoluciones encuenran eco. De Estos problemas económicos lo afectaban muy directamente Domingo Estrada esperaba, pues, ayuda de Spínola para conservar su estabilidad económica como Cónsul de Guatemala.Después de doce días, Estrada escribe nuevamente a Spínola, desde París, con fecha 16 de julio de 1900; en esta carta se complace de que Estrada Cabrera lo tenga en buen concepto porque con ello hacía justicia a su labor de escritor ausente de su patria. Domingo cree que es él quien gana mucho menos, comparado con Julio García, Tible, Gómez Carrillo y algunos extranjeros que no tenían ningún cariño para Guatemala y se muestra simpatizante de Estrada Cabrera, acaso porque Spínola formaba parte del gabinete.Seis mese después, Domingo escribe nuevamente a Spínola, desde París como de costumbre con fecha 7 de diciembre de 1900, una breve nota como felicitación del año nuevo con los mejores deseos de su éxito literario, aunque no deja de informar de su angustiante situación económica.Ya en el año 1901, 5 de abril, escribe otra vez a su amigo, en ella ya pide un permiso para venir a Guatemala, no solamente por su salud quebrantada sino porque “no tenía de qué vivir”; se siente abandonado por el gobierno, en un país extranjero, pues por más de quince meses no recibe un solo centavo. Solicita el pasaje subvencionado por el gobierno. Recurre a Spínola, aun cuando no ha recibido respuesta a ninguna de sus comunicaciones.Y la última de sus cartas conservadas es la fechada en París, el 3 de junio de 1901, en donde se da por enterado de la muerte de la esposa de Spínola y le envía sus más sincera condolencia.Otras cartas se conserva a través de artículos escritos por Ramón A. Salazar. En ellas cuenta algunas frivolidades de París, a su hermano Arcadio. A su amigo Rafael Montúfar le menciona su amistad con Pepa Irigoyen, señora de la sociedad guatemalteca: lo invita a llegar a París y dejar Guatemala a la que considera “una luz”. Domingo Estrada escribe:“Llevo una vida muy tranquila, muy sosegada. En la oficina hay bastante trabajo, pues en ella estoy solo desde que trasladaron al vate Soto a la Legación de Madrid; así me ocupo en ella hasta las cuatro o cuatro y media. A esa hora doy mi gran paseo al bosque, a os boulevares o a un parque cualquiera donde leo mis periódicos a la fresca sombra de un castaño, hasta que el gran sol rojo se esconde y se llega la hora del cuscum (gracia chapina)…El domingo es mi día feliz. A las once me voy a Neully, que es como si dijéramos el Jocotenango de París”
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