nuestra situación actual se parece de alguna manera la patria b o b a y porque
Respuestas a la pregunta
Respuesta: subvertir las normas sociales. El caso de La villana de Getafe es precisamente el opuesto a
lo que sucede en El perro del hortelano (probablemente compuesta en 1613) y en La moza
de cántaro (¿anterior a 1618?), por citar dos de las comedias en las que se plantea una unión
desigual; sin embargo en estas dos obras, en la anagnórisis final, el que era supuestamente
plebeyo se descubre que es noble como su enamorado, y puede tener lugar la boda final
sin escándalo del público y siguiendo todas las normas. Como diría Lampedusa «una gran
revolución para que todo se quede como estaba». Bien, eso pasa en estas dos comedias
mencionadas, pero no en la nuestra. ¿Por qué? Porque no hay tal revolución.
No cabe duda, Lope de Vega vivió, sintió, meditó y escribió mucho en torno al amor,
pero el caso de La villana de Getafe no es el de una comedia de amor al uso; no tanto por
la simple y evidente desigualdad social entre Inés y don Félix, sino por cómo presenta a
estos dos personajes para que la obra tenga verosimilitud a ojos del espectador del Siglo
de Oro. Para que sea posible la boda final Lope tiene que presentar a los dos personajes
con los suficientes defectos como para resultar risibles y por lo tanto considerar ese final
como un “gag cómico”; es la boda desigual de unos personajes ridículos.
Si nos fijamos en don Félix, ya Serralta en un artículo suyo de 2003 (p. 828; ver Bibliografía
final) apuntaba a su aire de pre-figurón con su «ridícula indumentaria de lindo10 y un
excesivo interés por el dinero, preferido a la nobleza».
Es bien sabido que la comedia con figurón11 tiene su auge en los años cuarenta del siglo XVII
y que el figurón, protagonista de la obra, reúne en sí los defectos que el dramaturgo quiere
corregir (normalmente se trata de la presunción de la posición social o del atractivo físico,
la necedad, la vanidad desmedida, la tacañería, la pedantería, la torpeza del lenguaje
amoroso, la cobardía o, mejor dicho, la valentonería, el desgraciado aspecto físico o
indumentario); defectos de los que él no es consciente y que, sin embargo, resultan
evidentes para los demás personajes y para los espectadores que se mofan de él. Además
de estas características hay que tener en cuenta que, aun siendo el protagonista, el figurón
no se presenta a sí mismo, de forma directa ante el auditorio, sino que lo presentan
(normalmente lo hace el gracioso, que teje un retrato sumamente ridículo del que en breve
aparecerá) y nunca abre la obra, aparece más tarde para crear expectación en el público
Explicación: