Nombra tres diferencias entre la teoría cristiana de la creación y la teoría del big bang
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Una de las aventuras científicas más apasionantes del siglo XX ha sido el estudio del Universo: el logro del conocimiento de su origen, su forma y su desarrollo. Produce asombro esta auténtica odisea para el ser humano: que desde su rincón en el Cosmos haya podido hacerse una idea global de su historia remontándose a su nacimiento. Es difícil encontrar a alguien que no haya oído hablar de la teoría del Big Bang. Pero ¿qué fiabilidad tiene? Y si es contrastable experimentalmente ¿llegamos por eso al dedo de Dios en su creación? ¿Es esta visión una confirmación para el creyente de lo que enseña su fe? A estas preguntas trataré de responder, en pocas páginas, con este artículo. Para eso seguiré de cerca, en gran parte, la exposición de Michio Kaku, catedrático de Física teórica de la City University of New York.
Dos son los grandes protagonistas a los que dedicaré especial atención: Einstein y Lemaître, el padre del Big Bang.
Con 26 años –durante su “annus mirabilis” de 1905–, Einstein publicó tres trabajos científicos de gran relevancia para la Física. En uno de ellos expondrá la Teoría de la Relatividad Especial. Después de casi diez años de trabajo, con la ayuda de un matemático, Marcel Grosmann, consiguió formular la Teoría General de la Relatividad, que publicó en Annalen der Physik en marzo de 1916.
Según cuenta él, la idea inicial para la nueva teoría de la gravedad la tuvo cuando aún trabajaba en la oficina de patentes como un sencillo funcionario en 1907. “Estaba sentado en mi silla de la oficina de patentes de Berna cuando se me ocurrió de golpe una idea: si una persona cae libremente, no nota su propio peso. Me sobresalté. Esta simple idea me impresionó profundamente. Me condujo hacia una teoría de gravitación”. Era los cimientos de lo que sería su teoría: las leyes de la física son indistinguibles en un marco acelerado o en un marco gravitacional. Establecía así el denominado “principio de equivalencia” entre la masa inerte y la masa pesante y una conclusión, como recuerda Pais, “si todos los sistemas referenciales son equivalentes, no pueden ser euclídeos”.
La teoría de Einstein venía a reformar la gravitación de Newton al afirmar que la gravedad está causada porque el espacio-tiempo está curvado. La primera comprobación empírica de esta visión métrica de la gravitación la llevaría a cabo otro físico, Sir Arthur Eddington, en la isla Príncipe en el Golfo de Guinea. Eddington era el secretario de la Royal Astronomical Society de Inglaterra y conocía bien el trabajo de Einstein. Lo narra el propio Eddington en su libro Space, Time and Gravitation.
Para explicar su teoría, Einstein había planteado una situación hipotética en la que la línea de visión entre un observador en la Tierra y una estrella estuviese bloqueada por el borde del Sol. Si Newton tuviese razón, la estrella permanecería invisible, pero Einstein calculó que algo mucho más sorprendente sucedería. La fuerza gravitatoria solar curvaría el espacio a su alrededor, los rayos de la estrella seguirían ese camino curvado –su geodésica– para rodear el Sol y llegarían sin problemas hasta el observador en la Tierra. El oportuno eclipse permitiría poner a prueba esta hipótesis al ocultar la luz solar; gracias a la Luna, los científicos británicos podrían fotografiar las estrellas cercanas al Sol que en condiciones normales quedan ocultas por el resplandor del astro.
Las mediciones hechas por Eddington durante el eclipse total de Sol del 29 de mayo de 1919 en Príncipe demostraron que sus cálculos, sobre la curvatura de la luz en presencia de un campo gravitatorio, eran exactos. La gravedad solar había provocado una deflexión de la luz de aproximadamente 1,6 segundos de arco. El resultado coincidía con la predicción de la Teoría de la Relatividad General. Einstein tenía razón. La noticia corrió por todo el mundo.
Explicación:
Respuesta:
Una de las aventuras científicas más apasionantes del siglo XX ha sido el estudio del Universo: el logro del conocimiento de su origen, su forma y su desarrollo. Produce asombro esta auténtica odisea para el ser humano: que desde su rincón en el Cosmos haya podido hacerse una idea global de su historia remontándose a su nacimiento. Es difícil encontrar a alguien que no haya oído hablar de la teoría del Big Bang. Pero ¿qué fiabilidad tiene? Y si es contrastable experimentalmente ¿llegamos por eso al dedo de Dios en su creación? ¿Es esta visión una confirmación para el creyente de lo que enseña su fe? A estas preguntas trataré de responder, en pocas páginas, con este artículo. Para eso seguiré de cerca, en gran parte, la exposición de Michio Kaku, catedrático de Física teórica de la City University of New York.
Dos son los grandes protagonistas a los que dedicaré especial atención: Einstein y Lemaître, el padre del Big Bang.
Con 26 años –durante su “annus mirabilis” de 1905–, Einstein publicó tres trabajos científicos de gran relevancia para la Física. En uno de ellos expondrá la Teoría de la Relatividad Especial. Después de casi diez años de trabajo, con la ayuda de un matemático, Marcel Grosmann, consiguió formular la Teoría General de la Relatividad, que publicó en Annalen der Physik en marzo de 1916.
Según cuenta él, la idea inicial para la nueva teoría de la gravedad la tuvo cuando aún trabajaba en la oficina de patentes como un sencillo funcionario en 1907. “Estaba sentado en mi silla de la oficina de patentes de Berna cuando se me ocurrió de golpe una idea: si una persona cae libremente, no nota su propio peso. Me sobresalté. Esta simple idea me impresionó profundamente. Me condujo hacia una teoría de gravitación”. Era los cimientos de lo que sería su teoría: las leyes de la física son indistinguibles en un marco acelerado o en un marco gravitacional. Establecía así el denominado “principio de equivalencia” entre la masa inerte y la masa pesante y una conclusión, como recuerda Pais, “si todos los sistemas referenciales son equivalentes, no pueden ser euclídeos”.
La teoría de Einstein venía a reformar la gravitación de Newton al afirmar que la gravedad está causada porque el espacio-tiempo está curvado. La primera comprobación empírica de esta visión métrica de la gravitación la llevaría a cabo otro físico, Sir Arthur Eddington, en la isla Príncipe en el Golfo de Guinea. Eddington era el secretario de la Royal Astronomical Society de Inglaterra y conocía bien el trabajo de Einstein. Lo narra el propio Eddington en su libro Space, Time and Gravitation.
Para explicar su teoría, Einstein había planteado una situación hipotética en la que la línea de visión entre un observador en la Tierra y una estrella estuviese bloqueada por el borde del Sol. Si Newton tuviese razón, la estrella permanecería invisible, pero Einstein calculó que algo mucho más sorprendente sucedería. La fuerza gravitatoria solar curvaría el espacio a su alrededor, los rayos de la estrella seguirían ese camino curvado –su geodésica– para rodear el Sol y llegarían sin problemas hasta el observador en la Tierra. El oportuno eclipse permitiría poner a prueba esta hipótesis al ocultar la luz solar; gracias a la Luna, los científicos británicos podrían fotografiar las estrellas cercanas al Sol que en condiciones normales quedan ocultas por el resplandor del astro.
Las mediciones hechas por Eddington durante el eclipse total de Sol del 29 de mayo de 1919 en Príncipe demostraron que sus cálculos, sobre la curvatura de la luz en presencia de un campo gravitatorio, eran exactos. La gravedad solar había provocado una deflexión de la luz de aproximadamente 1,6 segundos de arco. El resultado coincidía con la predicción de la Teoría de la Relatividad General. Einstein tenía razón. La noticia corrió por todo el mundo.
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