No le digas que aun la amo resumen
Respuestas a la pregunta
Respuesta:Capítulo 1
¡QUÉ VERGÜENZA!
Beatriz sintió que le ardían las mejillas. Apretó los
puños hasta clavarse las uñas y también la mandíbula y los labios para no comenzar a dar gritos en
aquel minimalista y, para ella, claustrofóbico despacho de dirección.
—Bueno, entonces —Alejandro P. Louredo,
quien se estrenaba en el cargo de director del elitista Colegio, tenía sudores fríos—, ¿os parece que
lo hagamos pasar?
Alejandro (existían apuestas en el Colegio sobre el probable apellido plebeyo que se escondía
tras esa P), miró primero a Beatriz, después a los
padres y, por último, a Mirta Kapeller, jefa de estudios, profesora de alemán (por lo visto su padre
procedía de aquellas tierras) y la única que no parecía inmutarse.
El silencio se prolongó durante unos angustiosos segundos que al director se le antojaron eter032-108041-NO DIGAS AUN AMO.indd 7 11/02/13 20:44
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nos. ¿Cómo podía suceder algo semejante en un
centro con chicos de tan buena familia?
—Y bien... —añadió tratando de controlar la
voz.
—¿Para qué serviría? —Beatriz se arrepintió
de sus palabras en cuanto éstas salieron de sus labios.
—Creo que con una formal petición de excusas
por parte de Ramiro las cosas volverán a su cauce.
Un triste malentendido, una lamentable chiquillada...
—Yo no lo llamaría «chiquillada» —por fin
Sandra se decidió a abrir la boca y decir algo sensato—. Y, en realidad, estoy bastante de acuerdo
con mi hija y también dudo de la efectividad de la
medida.
—Señora. —En esos momentos sí, unas gotas
de sudor resbalaron por la frente de Alejandro P.:
los nervios y un ligero sobrepeso contribuían a
esa transpiración—. Creo que ya lo habíamos hablado.
—Bueno, lo habló usted. —Beatriz sonrió mirando a su madre y agradeciéndole la intervención cuando ya no la esperaba—. Además, creo
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