Castellano, pregunta formulada por leidy2685rojas, hace 10 meses

Nesecito que saber el cuento de la princesa infeliz ​

Respuestas a la pregunta

Contestado por sofiavalencia6
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Respuesta:

La Princesa Infeliz

La princesa no era feliz. Vivía en unos de los palacios más lujosos de la Alhambra y, aunque no le faltaba de nada, su corazón no estaba satisfecho. Muchas veces se sentía vacía y no encontraba la manera de alcanzar los sueños que soñaba. Porque veía y observaba que, a su alrededor, hacían y decían muchas cosas que no encajaban en sus sentimiento y por eso no le gustaban. No le gustaban las cosas de la guerra ni los militares, no le gustaban los protocolos ni las fiestas que se daban en los palacios ni las grandes comidas ni los vestidos lujosos. Por eso su padre, uno de los reyes que por aquellos días vivía en la Alhambra, de vez en cuando le preguntaba:

– Hija mías ¿qué es lo que quieres tú? Y te pregunto esto porque cada día que pasa comprobamos que en ningún momento te comportas como sí otras princesas de tu misma edad y rango.

Y ella le argumentaba:

– Mi corazón no es feliz. Me siento prisionera en estos palacios y me siento esclava de los caprichos de los que me rodean.

– Y entonces ¿qué es lo que te gustaría a ti?

– Quisiera salir de aquí e irme sola por los caminos de las montañas. Quisiera bañarme en los ríos, subir a las cumbres más altas para abrir mis brazos y gritar al cielo y al viento, quisiera tener libertad para ir a todos los lugares del mundo que me gustan y comer, vestir, gritar y hablar lo que me apetezca sin que nadie me lo imponga ni me reprima. No soy libre y por eso mi corazón ansía libertad.

Y el rey meditaba estas cosas, las hablaba con la reina y en secreto le decía:

– No puede seguir así. Su comportamiento va en contra de lo legislado y de las costumbres nuestras. Ni siquiera desea ni la amistad ni compañía de otros príncipes como sí hacen las muchachas de su misma edad.

Y la reina callaba. En secreto también observaba a la princesa y descubría que cada vez más pasaba muchos ratos sola. Entretenida, durante el día, con los pajarillos que junto a su ventana cantaban o revoloteaban, en las nubes y colores del cielo y, por las noches, en contar las estrellas del firmamento. Y para sí se preguntaba: “¿Por qué no me dejan hacer lo que mi corazón apetece? Solo desean que sea como ellos y mi corazón no puede. Me estoy muriendo prisionera en estos palacios y sometida a los caprichos de lo que ellos quieren”.

En secreto, sin decir nada ni a la reina ni a la princesa ni a otros reyes, el padre mandó construir un palacio. En las laderas del Albaicín, no lejos de las aguas del río Darro y frente por completo a la colina de la Alhambra. Dijo a los arquitectos:

– No es necesario que este palacio sea muy grande pero sí quiero que sea muy bello. Que tenga un gran balcón que mire al río y desde donde se vean perfectamente todos los sitios que hay sobre la colina donde ahora se asienta la Alhambra.

– Se hará como su majestad mande.

Le dijeron los arquitectos.

Y pasado un tiempo, un día que la princesa estaba sola en su habitación y contemplaba el cielo y meditaba, se acercó el rey padre y le dijo:

– Prepara tus cosas que vamos a irnos de viaje.

– ¿A dónde?

– Es una sorpresa.

– ¿Y si yo no quiero?

– Tienes que obedecer porque para eso soy el rey.

Y la princesa tuvo miedo. En esos momentos sintió y pensó muchas cosas. Pero se puso mano a la obra y comenzó a preparar algunas de sus cosas. No sabía a qué lugar del mundo la llevaban de viaje ni tampoco el tiempo que estaría fuera. Pero, por no preguntar al rey, imaginó que sería un viaje corto y que volvería pronto. Dos días más tarde, al amanecer, un grupo de guardias le pidieron que saliera de su habitación. Le dijeron:

– Por orden del rey, ha llegado el momento del viaje anunciado. Síguenos.

Sin preguntar nada siguió a los guardias por las salas y pasillos de los palacios, salieron fuera, cruzaron los jardines y bosques y luego caminaron por una senda que bajaba al río. Las personas con las que se cruzaban, al ver el cortejo de guardias y la princesa entre ellos, comentaban:

– Parece como si hubiera hecho algo malo esta princesa. ¿A dónde la llevarán?

Y algunos lo comprobaron al poco tiempo. Porque, en cuanto el cortejo llegó a las puestas del palacio que había mandando construir el rey, entraron, recorrieron algunas salas y condijeron a la princesa al lugar más alto. Aquí se pararon y dijeron a la princesa:

– Por orden del rey aquí debes quedarte para siempre.

Enseguida preguntó ella:

– ¿Estoy prisionera?

– Lo estás. Desde ahora y hasta el fin de tus días, este lugar será tu residencia.

. Supuso que por fin era libre y podía ir a donde quieras y decir lo que le apeteciera, tal como siempre lo había soñado.

Explicación:

Contestado por alejandra24869156
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El príncipe Eseo y la princesa Lida se conocieron en un baile en la corte imperial. Él era apuesto y atractivo, heredero de un próspero reino, y las princesas competían entre ellas con la esperanza de que las sacara a bailar. Mas Lida, que además de agraciada era astuta y atrevida, ideó un plan para ser ella la elegida. Les dijo a las demás que se veía con él en secreto y que, por tanto, sólo podía pedirle a ella ser su pareja. Las damas, aunque dudaron de la veracidad de tal confesión, se encontraron confusas, y cuando Eseo habló con ellas, se mostraron más distantes de lo acostumbrado.
—¡Qué extraño! —pensó el príncipe—. La semana pasada, en el palacio de Kerak, eran todas muy amables conmigo, y hoy sucede todo lo contrario. No lo entiendo.
Lida aprovechó este desconcierto para acercarse a Eseo y entablar conversación con él. Estuvieron hablando un buen rato hasta que el príncipe, con una sonrisa, la invitó a bailar. Ella aceptó y ya no se separaron en toda la noche.
A partir de entonces, Eseo comenzó a frecuentar el castillo de la princesa, y pronto nació el amor entre ellos. Viajaron por múltiples lugares, tumbándose juntos en los preciosos campos de Melquisenet, visitando ciudades y pueblos, bañándose en las magníficas aguas de Ona y paseando por su larga orilla. Durante este tiempo comenzaron a intimar, y cuanto más sabían el uno del otro, más cerca se encontraban, pues se entendían a la perfección.
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