Nesecito información sobre la insurrección de Paraguay.
Respuestas a la pregunta
Primer movimiento insurreccional de Sudamérica, acontecido entre 1717 y 1735 en el territorio de Paraguay. Estuvo inspirado en las doctrinas del teólogo español Francisco de Vitoria, que propugnaba la supremacía popular a través de los cabildos frente a la autoridad real.
La base de la insurrección se encontraba en la rivalidad entre el dominio teocrático de los jesuitas en Paraguay y el poder de los criollos de ese territorio. Los jesuitas contaban desde tiempo atrás con grandes prerrogativas concedidas por la corona, que habían dado lugar a que la orden estableciese un auténtico imperio en Paraguay, donde dominaba amplísimas demarcaciones territoriales y a gran número de la población indígena. La población criolla y española se sentía discriminada ante el poder jesuítico.
La concesión a los jesuitas, por parte del gobernador Reyes Balmaceda, de un grupo de indios recientemente capturado, en lugar de distribuirlos en encomienda entre los potentados, fue la chispa que encendió la insurrección. Además, el matrimonio del gobernador con la paraguaya Francisca Benítez constituía un impedimento para que éste ejerciese el cargo, hecho que fue también aprovechado por los insurrectos.
La Audiencia de Charcas designó como juez pesquisidor a José de Antequera y Castro, depuso al gobernador, lo encarceló, y lo sustituyó en 1721 por un gobierno provisional. Los jesuitas, por su parte, levantaron un ejército en apoyo de la restitución del gobernador. De los Reyes obtuvo su restitución del virrey, que designó al ex-gobernador de Paraguay Baltasar García Ros, teniente en Buenos Aires, para prender a Antequera. Éste logró en 1723 el apoyo del cabildo y se enfrentó a García Ros; se inició así la Revolución, con una población dividida entre comuneros y lealistas. Los jesuitas fueron acusados por los criollos de promover desórdenes y en 1724 fueron expulsados.
García Ros se puso al frente del ejército jesuítico, que contaba con 2.000 guaraníes procedentes de Misiones. Con este ejército llegó al río Tebicuary, donde fue derrotado por el ejército comunero.
El Gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zavala, tomó entonces el mando de las operaciones y dirigió un segundo ataque contra los insurrectos en 1725, esta vez con un contingente mayor, 6.000 indígenas. La superioridad de este ejército y el hecho de que Zavala pusiera al frente del gobierno asunceño a Martín de Barúa, personaje respetado por los comuneros, logró que éstos disolvieran su ejército.
Antequera marchó entonces a Córdoba, y de allí a Charcas, donde fue apresado y enviado a Lima en 1726. Junto con Juan de Mena, fue condenado y ejecutado el 5 de julio de 1731. Los jesuitas, amparados por el virrey, retornaron a Asunción en 1728. Este hecho, unido a la llegada a Asunción de Fernando de Mompox -compañero de prisión de Antequera en Lima y que había logrado fugarse-, y al conocimiento de la población del ajusticiamiento de Antequera, dio nuevas alas a la insurrección.
Mompox, buen conocedor de las ideas de Antequera, se puso entonces al frente del levantamiento. Los criollos llevaron a término una mejor organización de sus fuerzas, eligieron una Junta Gubernativa bajo el principio de la “Teoría del Común” y reemprendieron la lucha; lograron varias victorias. El colegio de los jesuitas fue atacado y sus miembros, junto al obispo fray José de Palos, inflexible perseguidor de Antequera, fueron nuevamente expulsados de la ciudad el 19 de febrero de 1732. Manuel de Ruiloba fue designado para hacer frente a la insurrección. Comandó un ejército de 8.000 indígenas de las misiones jesuíticas, que fue derrotado en Guayahibity en 1733. Ante esta situación, de nuevo Zavala, al frente del ejército bonaerense, presentó batalla a los comuneros, a los que venció definitivamente en la batalla de Tavapy en 1735. Los comuneros fueron derrotados y Mompox apresado. Se puso así fin a la insurrección.
Los jesuitas regresaron el 10 de octubre de 1735. Se impusieron fuertes sanciones y se retiró a los criollos el privilegio por el que podían elegir a sus gobernantes.
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