neesito una novela de 20 hojas
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Reinos de lo Irreal de la Tormentosa Guerra Glandeco-Angeliniana, causada por la Rebelion de los Niños Esclavos”.
Casi parece una saga mitológica de esas que tanto éxito tienen entre
los jóvenes (a mí me pilló la época de “El Señor de los Anillos”, por lo
que me siento enormemente feliz de haber dedicado tantas horas de mi
juventud a haber leído la que sin duda es la mejor). Henry Darger nos
cuenta la historia de siete chicas (con pito, dicen que jamás descubrió
la diferencia anatómica entre hombres y mujeres), una historia colosal
que le lleva nada más y nada menos que dieciséis mil páginas y que
tardará sesenta años en terminar. Casi nada: la novela más larga jamás
escrita.
Henry Darger fue un tipo raro. Pero raro de verdad. Nació en Chicago en 1892 y a los cuatro años falleció su madre al dar a luz a una niña que fue dada en adopción. El propio Henry fue internado en una institución de la que se escapó varias veces. Un impresionante tornado que destrozó la ciudad de Countrybrown le dejó huella. A los dieciséis años, una vez fallecido su padre, alquiló una habitación y se puso a trabajar como fontanero en un hospital. Fontanero y lo que surgiera. Raro, reservado, misterioso, asistía a misa varias veces al día y daba largos paseos recogiendo todo tipo de objetos y revistas de la basura. Su solicitud de adopción de una niña fue rechazada. Entonces empezó a odiar a Dios. Y así continuó hasta 1963, cuando se jubiló a los setenta y un años. Siempre solo, siempre en la misma habitación alquilada, hasta su muerte diez años después.
Y entonces llega la sorpresa: su casero descubre el tesoro, la magnífica y asombrosa obra de arte que le había ocupado desde los diecinueve años. Y es que Henry Darger callaba porque tenía demasiadas cosas en la cabeza, porque estaba creando un mundo, o dando salida a un mundo que no se sabe de dónde venía. Porque él mismo era un dios. El casero encontró una obra literaria de dieciséis mil páginas y cientos de dibujos, en las que niñas con sexo masculino (Las Siete Chicas Vivian) tomadas de las ilustraciones de cuentos infantiles de principios de siglo, dan vida a sus inmensos relatos a lo largo de acuarelas-collages deliciosas, llenas de colorido y vitalidad, aunque siempre hay un horizonte cargado de nubes oscuras, el tornado que se avecina y que acabará con la apacible vida de las niñas: entonces Darger imagina escenas apocalípticas, horrorosas, descuartizamientos, estrangulamientos, evisceraciones, crucifixiones y los más brutales crímenes inimaginables. Pero el capitán Henry Darger se encarga de proteger a la infancia, aún en contra de la voluntad de Dios. Un cuento enorme, una mitología, un mundo.
Me parece de justicia recordar el nombre del casero, Nathan Lerner, sin cuya perspicaz mirada (y con la fundación que creó para su conservación) la humanidad se habría visto privada de la monumental e inquietante obra de Henry Darger, que ha sido objeto de una exposición monográfica en París en el verano de 2006.
Henry Darger, siempre solo, llegando a su habitación alquilada para sumergirse en un mundo fabuloso de niñas y de guerras.
Henry Darger fue un tipo raro. Pero raro de verdad. Nació en Chicago en 1892 y a los cuatro años falleció su madre al dar a luz a una niña que fue dada en adopción. El propio Henry fue internado en una institución de la que se escapó varias veces. Un impresionante tornado que destrozó la ciudad de Countrybrown le dejó huella. A los dieciséis años, una vez fallecido su padre, alquiló una habitación y se puso a trabajar como fontanero en un hospital. Fontanero y lo que surgiera. Raro, reservado, misterioso, asistía a misa varias veces al día y daba largos paseos recogiendo todo tipo de objetos y revistas de la basura. Su solicitud de adopción de una niña fue rechazada. Entonces empezó a odiar a Dios. Y así continuó hasta 1963, cuando se jubiló a los setenta y un años. Siempre solo, siempre en la misma habitación alquilada, hasta su muerte diez años después.
Y entonces llega la sorpresa: su casero descubre el tesoro, la magnífica y asombrosa obra de arte que le había ocupado desde los diecinueve años. Y es que Henry Darger callaba porque tenía demasiadas cosas en la cabeza, porque estaba creando un mundo, o dando salida a un mundo que no se sabe de dónde venía. Porque él mismo era un dios. El casero encontró una obra literaria de dieciséis mil páginas y cientos de dibujos, en las que niñas con sexo masculino (Las Siete Chicas Vivian) tomadas de las ilustraciones de cuentos infantiles de principios de siglo, dan vida a sus inmensos relatos a lo largo de acuarelas-collages deliciosas, llenas de colorido y vitalidad, aunque siempre hay un horizonte cargado de nubes oscuras, el tornado que se avecina y que acabará con la apacible vida de las niñas: entonces Darger imagina escenas apocalípticas, horrorosas, descuartizamientos, estrangulamientos, evisceraciones, crucifixiones y los más brutales crímenes inimaginables. Pero el capitán Henry Darger se encarga de proteger a la infancia, aún en contra de la voluntad de Dios. Un cuento enorme, una mitología, un mundo.
Me parece de justicia recordar el nombre del casero, Nathan Lerner, sin cuya perspicaz mirada (y con la fundación que creó para su conservación) la humanidad se habría visto privada de la monumental e inquietante obra de Henry Darger, que ha sido objeto de una exposición monográfica en París en el verano de 2006.
Henry Darger, siempre solo, llegando a su habitación alquilada para sumergirse en un mundo fabuloso de niñas y de guerras.
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esta esta cortica y es de gran ayuda , se llama si muriera antes de despertar y esta facinante,saludos :)
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oviedo221998:
es de 20 hojas
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