NECESITO UN CUENTO DE 50 LINEAS ALGUIEN ME PUEDE AYUDAR
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Esa misma noche lo consultó con la almohada.
– Creo que lo más conveniente será aconsejarle a través de un pequeño cuento… Sí, eso es, un cuento con moraleja. En cuanto me quede a solas con él, llevaré a cabo mi idea.
Por fortuna, al día siguiente a media mañana encontró la ocasión perfecta cuando el monarca le mandó llamar para ir a dar un paseo.
– La reunión de sabios no comienza hasta las doce, así que tenemos tiempo de sobra para salir a caminar un rato y gozar de la brisa primaveral. ¿Te apetece, amigo mío?… ¡Nos sentará muy bien a los dos!
– ¡Por supuesto, Majestad! Será un honor ir con usted.
El consejero y el rey salieron de sus aposentos y recorrieron el largo pasillo hasta la puerta principal; después, bajaron la escalinata exterior del palacio sintiendo en sus ojos la cegadora luz del sol.
– Hace un día precioso y los jardines reales lucen esplendorosos, ¿verdad, Majestad?
El rey se aproximó al estanque y se paró junto a él, embelesado ante tanta hermosura.
– ¡Oh sí, somos realmente afortunados! Para mí no hay mayor placer que contemplar las flores de loto meciéndose en el agua mientras disfruto del embriagador aroma a jazmín que perfuma el aire… ¿Opinas tú lo mismo, querido amigo?
– Desde luego tiene usted toda la razón, mi señor. ¡Este lugar es un paraíso en la Tierra!
El rey sonrío satisfecho y le dio unas palmaditas cariñosas en el hombro.
– ¡Ay, viejo amigo, espero que nos queden muchos años para compartir más momentos como este!
Aprovechando que el rey estaba contento y receptivo, el consejero puso en marcha su pequeño plan.
– Cambiando de tema… Majestad, ayer me contaron una pequeña historia que me gustaría compartir con usted.
– ¿Ah sí?… ¿Te refieres a un cuento?
– Sí, es una simple fabulilla, pero creo que podría gustarle.
– ¡Oh, muy bien! ¿A qué estás esperando para empezar?… ¡Soy todo oídos!
Sin perder más tiempo, el consejero comenzó su relato:
Érase una vez una tortuga que vivía en un lago muy bonito pero demasiado pequeño. Mientras fue chiquitita el tamaño no tuvo demasiada importancia, pero cuando se hizo mayor la falta de espacio empezó a resultarle tremendamente agobiante porque salvo nadar o hablar con sus tres vecinos peces, ahí nunca había nada interesante que hacer. Con el tiempo el aburrimiento hizo mella en su carácter y se convirtió en una tortuga atormentada que se pasaba las horas bostezando y quejándose sin parar.
– ¡Qué harta estoy de este lago!… Ojalá algún día pueda escaparme y recorrer otros lugares, conocer más especies, practicar algún deporte sobre tierra… ¡Yo no he nacido para pasarme la vida dentro de este charco deprimente!
Tras varios meses en la misma situación, su suerte cambió gracias a la visita sorprendente e inesperada de dos patos que, a diferencia de ella, estaban más que acostumbrados a viajar por todas partes. Los forasteros, uno de plumas azuladas y otro de plumas amarillas, llegaron volando a gran velocidad y se posaron en la orilla sin dejar de mirarla. El de plumas azuladas la saludó alegremente.
– ¡Hola, amiga! Si no te importa queremos beber un poco de agua de este precioso lago.
La tortuga exhibió su mejor sonrisa. ¡Hacía siglos que no veía una cara nueva y cualquier visita era bien recibida!
– ¡Hola, bienvenidos a mi hogar! Podéis beber todo lo que queráis, amigos.
– ¡Gracias, eres muy amable tortuguita!
– ¡De nada, chicos! No os imagináis cuánto me alegra poder charlar con alguien. ¡Este lugar es tan solitario que me temo que acabaré loca de remate!
El pato que lucía plumas amarillas miró a su alrededor y pensó que tenía razón: el lago parecía una charca de lo enano que era y estaba envuelto en un silencio sobrecogedor.
– Hay que reconocer que con la de sitios chulos que hay en este planeta, pasarte la vida aquí metida es bastante lamentable.
Las palabras del pato fueron directas al corazoncito de la tortuga y la pobre no pudo aguantar las ganas de llorar.
– ¡Buaaa! ¡Buaaa!
Los patos se miraron sorprendidos por su reacción y enseguida percibieron que estaba profundamente abatida. El de plumas amarillas se sintió muy mal y se disculpó:
– ¡Oh, perdona, soy un bocazas, no era mi intención disgustarte!
El de plumas azuladas también se apresuró en consolarla.
– ¡Eh, tranquila amiga, quizá haya una solución!… Oye, ¿por qué no te vienes con nosotros? Detrás de aquellas montañas que ves a lo lejos, las que tienen la cima nevada, hay una laguna cien veces más grande que esta. En ella viven decenas de animales y por lo general todos se llevan muy bien.
Explicación: