Necesito saber el titulo, introducción, cuerpo argumentativo y la conclusion del siguiente texto
FUMANDO, EXPIRO
Los colombianos no creen en leyes. Por eso fuman. Desde siempre se ha sabido que el cigarrillo enferma. Esa
condición sería suficiente para que la gente se alejara de él. Pero el artículo 17 de la ley 30 de 1986 volvió al
tabaco nocivo para la salud, por decreto. Ahí está el problema. Esta ley la hizo el congreso y con su
desprestigio todo lo que sale del Capitolio es un estímulo para pensar lo contrario.
Por: CARLOS FRANCISCO FERNNDEZ R. MD
16 de febrero 2003, 12:00 a. m.
Los colombianos no creen en leyes. Por eso fuman. Desde siempre se ha sabido que el cigarrillo enferma. Esa
condición sería suficiente para que la gente se alejara de él. Pero el artículo 17 de la ley 30 de 1986 volvió al
tabaco nocivo para la salud, por decreto. Ahí está el problema. Esta ley la hizo el congreso y con su
desprestigio todo lo que sale del Capitolio es un estímulo para pensar lo contrario.
Lo anterior explicaría las cifras. Cuatro de cada diez colombianos le jalan al chicote. Lo peor es que ellos saben
que es la principal causa de cáncer en el pulmón, y que eso es mortal. Que produce bronquitis, aumenta el
asma, colabora con los infartos y con otras veinte enfermedades, que mancha los dientes y los dedos. Además,
que la boca de un fumador huele a negocio de concejal y que su piel es más arrugada que frente de miope.
También, que pasivamente ponen a fumar hasta a Divino Niño.
Las disculpas son muchas. Se fuma por ansiedad, por nervios, por tristeza, por alegría. Para acompañar un
tinto, un trago o a una amiga. Por ejercer el precepto constitucional de desarrollar la personalidad, porque
Freud los dejó en la etapa oral. Por el antes, por el después. Para hacer la digestión y para quitar el hambre.
Siempre hay un argumento, desde el más sutil hasta el más perverso. O el simple sin argumento porque me
da la gana. La gente no sabe por qué fuma.
No hay campaña que valga. Si bien el humo del tabaco ha sido desplazado de algunos lugares públicos, hoy
se levantan voces en contra de estas medidas. Las de los fumadores que, cansados de esconderse en los
baños para hacerlo como adolescentes en crisis, exigen reivindicar su derecho a suicidarse con espectadores.
Piden sitios con ceniceros, fósforos y el menaje necesario para aspirar las más de cuatro mil sustancias tóxicas
presentes en un simple cigarrillo comprado en un semáforo.
Esto no es una diatriba contra los fumadores. En realidad lo somos todos. Por vecindad con alguna suegra
fumadora o porque en la calle lo aspiramos. Los gringos, que todo lo cuentan (hasta nuestras matas de coca
y amapola), registraron tres mil muertos con cáncer por consumo involuntario de cigarrillo el año pasado (otras
Torres Gemelas). Aquí no sabemos cuántos hubo, el país apenas da abasto para contar muertos violentos
pero seguro existieron. Ellos son como los desplazados, a ninguna autoridad les importan. Menos a los
causantes.
No fume. Imperativo difícil de practicar mientras se está sano. Basta un infarto o un diagnóstico de cáncer para
que el más empedernido chicotero se convierta en el más dócil converso y así no vale. La solución está en la
mano. A cambio del inocuo referendo, propongámosle al Congreso y a las Altas Cortes que incluyan en la
Constitución el siguiente artículo: Fumar es un Derecho Fundamental. Seguro el país hará todo lo posible por
violarlo.
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los causante de estos valores son muy largos para este operación y sin embargo tenemos que trabajar duro para poder tener todos los que queremos
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