necesito 2 leyendas cortas y 2 mitos cortos
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Milagro del diluvio
La leyenda nos relata que por el año de 1718 cayó en la ciudad una lluvia torrencial que duró 40 días e inundó gran parte de esta localidad. En ese entonces, afuera de la ciudad hacia el poniente, vivía una India tlaxcalteca esposa de un zapatero, que guardaba en su casa una imagen de la virgen de La Purísima y cuando las aguas desbordadas del río llegaron a ese barrio, se dice que la piadosa mujer acercó con fé la imagen al borde de las olas. Casi de inmediato, la corriente perdió fuerzas y se salvaron de la inundación aquella barriada y la ciudad también. Este milagro influyó para que esa mujer construyera una pequeña capilla que llamó casa de la virgen, donde las mujeres de esa época iban a rezar todos los sábados, aunque el lugar estaba fuera de la ciudad. Actualmente el templo que se encuentra en ese lugar refleja la arquitectura religiosa moderna de la ciudad
El callejón de la Condesa
La Casa de los Azulejos, ahora mejor conocida como el Sanborn's de los Azulejos, tiene una fachada que da al Callejón de la Condesa. Su nombre se debe a que por ahí salían los carruajes de la Condesa del Valle, y ese callejón, llamado de Dolores, con el tiempo y hasta nuestros días se le conoció como el Callejón de la Condesa.
Sólo a través de los siglos y en aras de la tradición, ha llegado hasta nuestros oídos una curiosa anécdota, referente al Callejón de la Condesa, que tomó su nombre de alguna de las del Valle. Cuentan las consejas que cierta vez entraron por los extremos del callejón, dos hidalgos, cada uno en su coche y que por lo estrecho de la vía se encontraron frente a frente sin que ninguno quisiera retroceder, alegando que su nobleza se rebajaría si cualquiera de los dos tomara la retaguardia.
Por fortuna, como asienta un grave autor, la sangre no llegó al arroyo ni mucho menos, ni si quiera hirvió en las venas de los dos Quijotes; pero a falta de cuchilladas salió paciencia a los hidalgos quienes estuvieron en sus coches tres días de claro en claro y tres noches de turbio en turbio. De no intervenir la autoridad, de seguro se momifican los hidalgos; el Virrey previno, pues, que los dos coches retrocedieran hasta salir, uno hacia la calle de San Andrés, y otro hasta la Plazuela de Guardiola.
Leyenda del amor imposible entre iztaccihuatl y popocatepetl.
Hace ya miles de años, iztaccihuatl fue la princesa mas parecida a una flor. Que de, la tribu de los viejos caciques del más gentil capitán se enamoró.
El padre augustamente abrió los labios y díjole al capitán seductor que si tornaba un día con la cabeza del cacique enemigo clavada en su lanzón encontraría preparados, a un tiempo, el festín del triunfo y el lecho de su amor.
Y popocatepetl fuese a la guerra con esa esperanza en el corazón: domó las rebeldias de las selvas obstinadas, el motín de los riscos, contra su paso vencedor, la osadía desempeñada de los torrentes, la asechanza de los pantanos en traición; y contra cientos y cientos de soldados por años de años combatió.
Al fin tornó a la tribu y la cabeza del cacique enemigo en su lanzón sangraba.
Halló el festín de su triunfo preparado pero no así el lecho de su amor. En vez de lecho, encontró el túmulo en que su novia dormida bajo el sol, esperaba en su frente el postumo beso de la boca que nunca en su vida la besó.
Y popocatepetl quebró en su rodilla el haz de las flechas; y, en una sorda voz, conjuró las sombras de sus antepasados, contra las crueldades de su imposible dios.
En la vida suya, muy suya porque contra la muerte la ganó, tenía la riqueza, el poderío, pero no tenía el amor.
Entonces hizo que 20 mil esclavos alzaran un gran tumulo ante el sol; amontonó diez cumbres en una escalinata como de alucinación; tomó en sus brazos a la mujer amada, y él mismo sobre el tumulo la colocó, luego encendió una antorcha y, para siempre, quedóse en pie alumbrando el sarcófago de su dolor.
Duerme en paz iztaccihuatl; nunca los tiempos borrarán los perfiles de tu expresión. Vela en paz, popocatepetl; nunca los huracanes apagarán la antorcha eterna como el amor.
Mito de la creación del maguey
Escrito por Desconocido
Mayáhuel fue la diosa mexica del maguey, y por extensión, de la embriaguez. Es una de las deidades relacionadas con la tierra. En tanto que divinidad del mundo vegetal, es también una diosa de la fertilidad.
Mayalen era representada como una joven con el cuerpo pintado de azul que se asomaba por una penca de maguey. Sus atributos eran la doble cuerda en una de las manos, el malacate de algodón sin hilar, y las manchas amarillas en su cara. Algunas veces era representada con una nariguera de jade y cargando una vasija de barro. Todos estos atributos los comparte con otras divinidades como la señalada Tlazoltéotl, y especialmente con Chalchiuhtlicue, la patrona de las aguas terrestres. Como estas dos divinidades, Mayáhuel era signo
La leyenda nos relata que por el año de 1718 cayó en la ciudad una lluvia torrencial que duró 40 días e inundó gran parte de esta localidad. En ese entonces, afuera de la ciudad hacia el poniente, vivía una India tlaxcalteca esposa de un zapatero, que guardaba en su casa una imagen de la virgen de La Purísima y cuando las aguas desbordadas del río llegaron a ese barrio, se dice que la piadosa mujer acercó con fé la imagen al borde de las olas. Casi de inmediato, la corriente perdió fuerzas y se salvaron de la inundación aquella barriada y la ciudad también. Este milagro influyó para que esa mujer construyera una pequeña capilla que llamó casa de la virgen, donde las mujeres de esa época iban a rezar todos los sábados, aunque el lugar estaba fuera de la ciudad. Actualmente el templo que se encuentra en ese lugar refleja la arquitectura religiosa moderna de la ciudad
El callejón de la Condesa
La Casa de los Azulejos, ahora mejor conocida como el Sanborn's de los Azulejos, tiene una fachada que da al Callejón de la Condesa. Su nombre se debe a que por ahí salían los carruajes de la Condesa del Valle, y ese callejón, llamado de Dolores, con el tiempo y hasta nuestros días se le conoció como el Callejón de la Condesa.
Sólo a través de los siglos y en aras de la tradición, ha llegado hasta nuestros oídos una curiosa anécdota, referente al Callejón de la Condesa, que tomó su nombre de alguna de las del Valle. Cuentan las consejas que cierta vez entraron por los extremos del callejón, dos hidalgos, cada uno en su coche y que por lo estrecho de la vía se encontraron frente a frente sin que ninguno quisiera retroceder, alegando que su nobleza se rebajaría si cualquiera de los dos tomara la retaguardia.
Por fortuna, como asienta un grave autor, la sangre no llegó al arroyo ni mucho menos, ni si quiera hirvió en las venas de los dos Quijotes; pero a falta de cuchilladas salió paciencia a los hidalgos quienes estuvieron en sus coches tres días de claro en claro y tres noches de turbio en turbio. De no intervenir la autoridad, de seguro se momifican los hidalgos; el Virrey previno, pues, que los dos coches retrocedieran hasta salir, uno hacia la calle de San Andrés, y otro hasta la Plazuela de Guardiola.
Leyenda del amor imposible entre iztaccihuatl y popocatepetl.
Hace ya miles de años, iztaccihuatl fue la princesa mas parecida a una flor. Que de, la tribu de los viejos caciques del más gentil capitán se enamoró.
El padre augustamente abrió los labios y díjole al capitán seductor que si tornaba un día con la cabeza del cacique enemigo clavada en su lanzón encontraría preparados, a un tiempo, el festín del triunfo y el lecho de su amor.
Y popocatepetl fuese a la guerra con esa esperanza en el corazón: domó las rebeldias de las selvas obstinadas, el motín de los riscos, contra su paso vencedor, la osadía desempeñada de los torrentes, la asechanza de los pantanos en traición; y contra cientos y cientos de soldados por años de años combatió.
Al fin tornó a la tribu y la cabeza del cacique enemigo en su lanzón sangraba.
Halló el festín de su triunfo preparado pero no así el lecho de su amor. En vez de lecho, encontró el túmulo en que su novia dormida bajo el sol, esperaba en su frente el postumo beso de la boca que nunca en su vida la besó.
Y popocatepetl quebró en su rodilla el haz de las flechas; y, en una sorda voz, conjuró las sombras de sus antepasados, contra las crueldades de su imposible dios.
En la vida suya, muy suya porque contra la muerte la ganó, tenía la riqueza, el poderío, pero no tenía el amor.
Entonces hizo que 20 mil esclavos alzaran un gran tumulo ante el sol; amontonó diez cumbres en una escalinata como de alucinación; tomó en sus brazos a la mujer amada, y él mismo sobre el tumulo la colocó, luego encendió una antorcha y, para siempre, quedóse en pie alumbrando el sarcófago de su dolor.
Duerme en paz iztaccihuatl; nunca los tiempos borrarán los perfiles de tu expresión. Vela en paz, popocatepetl; nunca los huracanes apagarán la antorcha eterna como el amor.
Mito de la creación del maguey
Escrito por Desconocido
Mayáhuel fue la diosa mexica del maguey, y por extensión, de la embriaguez. Es una de las deidades relacionadas con la tierra. En tanto que divinidad del mundo vegetal, es también una diosa de la fertilidad.
Mayalen era representada como una joven con el cuerpo pintado de azul que se asomaba por una penca de maguey. Sus atributos eran la doble cuerda en una de las manos, el malacate de algodón sin hilar, y las manchas amarillas en su cara. Algunas veces era representada con una nariguera de jade y cargando una vasija de barro. Todos estos atributos los comparte con otras divinidades como la señalada Tlazoltéotl, y especialmente con Chalchiuhtlicue, la patrona de las aguas terrestres. Como estas dos divinidades, Mayáhuel era signo
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