Informática, pregunta formulada por rihannacastaneda77, hace 7 meses

narración de "la nube de lluvia" el cuento​


JUANCHOPRO7784: NO ME DEJO ESCRIBIR MAS
rihannacastaneda77: con eso basta gracias ☺️
JUANCHOPRO7784: OK

Respuestas a la pregunta

Contestado por JUANCHOPRO7784
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Respuesta:

No era posible recordar un verano tan caluroso desde

hacía un siglo. En los campos, que se extendían casi sin

vegetación, estaban esparcidos los animales mansos y los

salvajes, exhaustos bajo el calor abrasador.

Una mañana de ese tórrido verano, las calles del pueblo

estaban desiertas: todo aquel que podía, buscaba refugio

en su casa o en cualquier otro lado. Ni a los perros se les

veía andar bajo el sol. El robusto granjero propietario de

las praderas más bajas de la región estaba a la entrada de

su magnífica casona; fumaba, con el sudor cubriéndole

el rostro, de una gran pipa de madera de rosa. Satisfecho,

miraba sonriente hacia una enorme carreta cargada de

heno, que en esos momentos conducían a la era.

Años atrás había adquirido una considerable extensión

de suelo pantanoso a un precio ínfimo. En los últimos

años, cuando tras accidentados esfuerzos las cosechas de

los vecinos se daban muy diezmadas, él veía, en cambio,

cómo su henil se llenaba con la calidez y el aroma de la

siega, mientras en su arca atesoraba genuinos táleros del

rey.

De pie, esa mañana hacía cuentas de lo que podría

ganar con los precios, siempre ascendentes, de su

abundante cosecha.

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—Nadie obtiene nada —murmuró, haciéndose

sombra con la mano y mirando, en dirección de los

caseríos vecinos, hacia la reverberante lejanía—. Ya no

llueve más en el mundo.

Acto seguido se encaminó a su carreta, que en ese

momento era descargada, arrancó un manojo de heno, lo

llevó hacia su ancha nariz y sonrió tan pícaramente como

si pudiera sacar unos táleros más al olfatear el penetrante

aroma.

Entró en seguida al solar una mujer de unos cincuenta

años. La palidez de su cara revelaba sufrimiento. Con el

negro mantón de seda rodeándole el cuello, destacaba

aún más la melancólica expresión de su rostro.

—Buenos días, vecino —dijo, extendiéndole la mano

al granjero para saludarlo—. ¡Qué horno es este, los

cabellos le queman a uno la cabeza!

—¡Que arda, madre Stine, que arda! —replicó él—.

¡Mira tan solo la carreta rebosante de heno! ¡A mí no me

ha de ir tan mal!

—¡Sí, sí, hombre! Usted ya puede reírse, pero ¿qué

será de los demás si todo continúa de esta manera?

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El granjero oprimió con el pulgar el tabaco de su pipa,

la encendió y se puso a arrojar inmensas volutas de humo.

—¿Ve? —dijo él—. Este es el resultado de ser precavido.

Siempre se lo dije a su difunto esposo; él lo sabía muy

bien. ¿Por qué tendría que haber cambiado sus tierras

bajas? Ahora tiene las tierras altas, donde los sembradíos

se secan y el ganado se consume.

Explicación:

La mujer suspiró.

El robusto hombre se puso de pronto condescendiente.

—Pero, madre Stine —le dijo a la mujer—, ya me doy

cuenta de que no ha venido aquí solamente por venir.

Cuénteme, ¿qué le aflige?

La viuda clavó la mirada en el suelo.

—Sabe bien —le dijo ella— que los cincuenta táleros

que me ha prestado debo devolvérselos para el Día de

San Juan, y ese día ya está cerca.

El campesino posó la mano sobre el hombro de la

mujer.

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—¡No se preocupe por ahora, mujer! No necesito el

dinero, no soy un hombre que viva al día. A cambio, usted

puede darme sus terrenos como prenda; ciertamente

no son de los mejores, pero por esta ocasión me serán

razonablemente buenos. El sábado podemos ir ante el

juez.

La afligida mujer volvió a suspirar.

—Pero eso causará nuevos gastos —le dijo—. Aunque,

de todos modos, le doy las gracias.

El granjero no había dejado de mirarla con sus

cautelosos y pequeños ojos, luego de lo cual pasó a decir:

—Ya que estamos aquí, quiero decirle también que

Andrés, su hijo, ¡pretende a mi hija!

—¡Ay, Dios, vecino, pero si los niños han crecido

juntos!

—Eso es posible, mujer, pero si el muchacho piensa

que puede cortejar a mi hija guiado por el interés de la

finca, ¡entonces ha hecho sus cuentas sin mí!

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La débil mujer se irguió un tanto y lo miró con la rabia

asomando a los ojos.

—¿Qué tiene que criticar a mi Andrés? —dijo ella.

—¿A su Andrés, señora Stine?... ¡Pues nada, por cierto!

Pero... —y pasó la mano por encima de la botonadura de

plata de su roja chaqueta— se trata de mi hija, y la hija

del dueño de las praderas puede aspirar a algo mejor.

—¡No sea tan obstinado, vecino! —le dijo con

voz suave la mujer—. Antes de que llegaran los años

calurosos...

—Pero han llegado, y aún campean en estas tierras. Es

más, en el presente año no hay perspectivas de que reúna

una sola cosecha en el granero. De manera que su granja

va año con año de mal en peor.

La mujer se detuvo en una profunda reflexión, parecía

haber escuchado apenas las últimas palabras.

—Sí —dijo ella—, usted puede por desgracia tener

razón.

OJALA TE SIRVA MI RESPUESTA.

Adjuntos:

rihannacastaneda77: gracias
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