Mi hijo o hija tiene las hormonas disparadas y de ahí los momentos en los que parece que “se vuelve loco”, “se le va la cabeza”.No se le va la cabeza. Ni se vuelve loco. Lo que le pasa es que sufre tremendos y repentinos cambios de humor que de no gestionarlos adecuadamente le llevan a mantener comportamientos desajustados y completamente inestables. No son las hormonas las responsables. Sino que lo que está detrás es el propio desarrollo del cerebro.Los cambios cerebrales producidos en esta etapa del desarrollo son los que están detrás de los vaivenes emocionales, de su pasar de la risa al lloro más profundo y desgarrador en tan solo unos minutos de diferencia.Conocer cuáles son estos cambios, tanto por parte de los adolescentes como por parte de los adultos que conviven con ellos contribuye a reducir el conflicto. Es reconfortante para el adolescente saber que no tendrá siempre que convivir con esas emociones tan intensas, uf, ya bastantes responsabilidades tiene la vida adulta como para que además le añadíesemos tanta inestabilidad; y para los adultos que conviven con ellos ayuda mucho más una explicación fisiológica que las atribuciones espontáneas que observamos con frecuencia “mi hijo e hija está enfermo o lo que ocurre es que se me está yendo de las manos …”A mi hijo o hija lo que le pasa es que necesita madurar, durante la adolescencia aún tiene un cerebro inmaduro.El peligro de este mito es que la adolescencia sea tratada como una gripe, solo debemos esperar a que se cure. La adolescencia es una etapa del desarrollo clave, supone un momento de vital importancia en la formación de la identidad de la persona y por tanto no es aconsejable ni para el adulto, ni para el adolescente, pasar por ella limitándose a aguantarla y esperar a que desaparezca.Los adolescentes tiene múltiples tareas a las que enfrentarse para construir con éxito una personalidad sana, fuerte, con capacidad de afrontar las responsabilidades y saber disfrutar con gusto los años venideros. Las experiencias y con ellas los aprendizajes generados en esta etapa son esenciales para afrontar estas tareas. Cada conflicto que abre con su familia, cada proceso negociador que inicia para resolverlo, cada pataleta, cada equivocación, cada desengaño emocional, cada enamoramiento, cada disgusto…por duros que resulten para ellos, por ganas y esfuerzos que sus familias harían por evitarlos, son parte imprescindible en el proceso de crecimiento personal y construcción de una identidad propia. La adolescencia es un periodo en el que debe ser ya independiente de los adultos y gestionar adecuadamente las responsabilidades.Es evidente que existe un impulso natural del adolescente a separarse de los adultos, en cambio esto no puede despistarnos. Los adolescentes se siguen beneficiando enormemente de la relación con los adultos y por tanto el cambio sano hacia la madurez requiere de una independencia progresiva y no de un aislamiento total. No lo potenciemos.
Cierto es que los espacios y actividades de encuentro con el adulto no pueden ser los mismos que durante la infancia. Ellos ya no están interesados y además, esto ya no es útil para su desarrollo. Nuestra creatividad debe ponerse en marcha para generar nuevos espacios, nuevos puntos de encuentro donde compartir. No permitamos el aislamiento total.
Cuando conseguimos superar estos mitos y lo que ellos conllevan, conseguimo
s ver las bondades que enmascara la adolescencia y con ello nuestra vida y con ella la de los adolescentes, experimenta una considerable mejoría.
Ayudemos a los adolescentes a formarse ideas realistas y una visión de sí mismos no formada a partir de mitos. Lo que los demás piensan de nosotros mismos tiene una gran influencia en cómo nos vemos y en la idea que nos formamos entorno a cómo somos. Más aún cuando hablamos de personas que están en plena construcción de una identidad propia, “LOS ADOLESCENTES”.