Mi papá y mi mamá eran contradictorios en sus creencias y en sus comportamientos, pero
complementarios y de un trato muy amoroso en la vida diaria. Había un contraste tan neto
de actitud, de carácter y de formación entre los dos, que para el niño que yo era esa
diferencia radical entre mis modelos de vida resultaba el acertijo más difícil de descifrar. Él
era agnóstico y ella casi mística; el odiaba el dinero y ella la pobreza; él era materialista en
lo ultraterreno y en lo terreno espiritual, mientras ella dejaba lo espiritual para el más allá y
en lo terrenal perseguía los bienes materiales. La contradicción, sin embargo, no parecía
alejarlos, sino atraerlos el uno al otro, tal vez porque compartían de todas maneras un
núcleo de ética humana en el que estaban identificados. Mi papá todo se lo consultaba,
mientras que mi mamá, como se dice, veía por sus ojos y le manifestaba un amor hondo,
incondicional, a prueba no solo de contratiempos sino incluso de cualquier desacuerdo
radical, o de cualquier información maligna o perniciosa que algún “alma caritativa” le diera
sobre él.
-Yo lo quiero como es, entero, con todas sus cualidades y todos sus defectos, y me gustan
de él hasta las cosas en que no estamos de acuerdo- nos dijo muchas veces mi mamá.
Desde que se veían, al mediodía o por la tarde, desde que se levantaban por la mañana
empezaban a contárselo todo (los sueños diurnos y las pesadillas nocturnas) con un
entusiasmo de buenos amigos que llevan semanas sin verse. Se contaban lo bueno y lo
malo de lo que les había ocurrido ese día y no paraban de conversar sobre todos los temas,
la vida de los hijos, los problemas de la oficina, los pequeños triunfos y las constantes
derrotas de la vida cotidiana. Cuando estaban separados, hablaban muy bien el uno del
otro, y cada cual por su cuenta nos enseñaba a querer las distintas cualidades de la pareja.
A veces por la mañana, sobre todo en la finca de Rionegro, los encontraba abrazados en la
cama, conversando. Mi papá le escribía poemas y canciones de amor (que los hijos, en los
aniversarios, teníamos que recitar y cantar), con coplas cómicas en cada cumpleaños, y la
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misma canción sentimental en cada aniversario, que mi hermana Marta acompañaba con la
guitarra (“sin ti seria una sombra, nada sería sin tu amor […]”). Incluso al final de su vida mi
papá había empezado a cultivar rosas en la finca por un motivo muy simple, que contó en
una entrevista:” ¿por qué las rosas? Simplemente porque a mi esposa, Cecilia, le gustan
mucho las rosas”. Mi mamá, a su vez, trabajaba tanto, en el fondo por una causa altruista:
para que mi papá no se tuviera que preocupar por ganar plata, e incluso para que pudiera
regalarla, como le gustaba, sin pensar que estaba descuidando a la familia, pero sobre todo
para que se pudiera mantener su independencia mental en la Universidad, para que no
pudieran callarlo, como es tan común aquí, con la amenaza y la presión del hambre...
santiago2009bolivar:
¿cuál es el valor que predomina entre la pareja y que manifiesta el texto?
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