Metafora para un dragon
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LA METÁFORA DEL DRAGÓN
Malparafraseando a Friedrich Nietzche, él decía que el hombre tenía dentro de sí un Apolo (dios de la luz, de las artes racionales) y un Dioniso (dios del vino y de la furia). Y efectivamente así es... Somos de igual manera Apolo y Dionisio, racionales e irracionales. Arte y destrucción.
Para mí, desde el momento en que nacemos, damos de comer a un pequeño dragón dentro de nosotros. No podemos equivocarnos al decir que sigue siendo un animal, pero podemos volverlo racional. Tenemos dos posibilidades para que esta pequeña bestezuela crezca. Bien podemos ofrecerle sangre y carne o bien podemos ofrecerle un alimento refinado, elaborado, complicado.
No podremos jamás evitar que en algún momento ese dragón se levante en toda su grandiosidad, extienda sus alas, expulse fuego a los cielos y ruga hasta descarnarse la garganta... Jamás lo podremos evitar... así es la naturaleza humana.
Sin embargo, podemos controlarle... Si sólo le alimentamos de carne y sangre no verá más que un hombre que mata a un animal, algo que podría hacer él, no necesita de nada ni de nadie. En ese momento prescindirá del intermediario y atacará a la presa, apartándonos a nosotros, dejándonos a un lado y en algunos casos extremos, asesinando al intermediario, quien sabe si para devorar sus entrañas.
Pero hay solución, podemos alimentarle de productos elaborados, la ciencia del fuego, de la combinación de elementos, de la mezcla y el corte nos va a dar un sustento a nuestro dragón difícil de sustituir en bruto, en crudo, él dependerá de nosotros, le controlaremos, le podremos hacer manso y enseñarle como quien enseña a un perro por el método de ensayo-error.
En esos momentos el dragón volverá a despertar su ira, porque no puede evitarlo, es así. Su naturaleza no es sustituible. Pero tras la descarga de rabia, a veces necesaria, se avergonzará, volverá con la cabeza baja a suplicar el sustento, la guía, el otro camino porque sabe que la ira no es más que un momento, y de momentos no se vive... Requiere que le volvamos a hacer la comida y que le guiemos porque ha perdido el rumbo porque necesita de las proteínas, de las vitaminas y de todo aquello para encontrar la salida del túnel.
Algo así es la educación. Podemos ofrecer a nuestros jóvenes una vida de rabia, de momentos, de exaltación, y de destrucción (el momento de la juventud que tanto proclaman nuestros comerciales donde aparecen los jóvenes divirtiéndose dándole alas al dragón) o bien podemos educar a su espíritu (y quién sabe si al nuestro propio) con el sustento elaborado del misterio de las ciencias y las humanidades, presentándole unos manjares que por él mismo no encontraría, suculentos, llenos de sabores, de texturas, ricos y nutritivos en vez de ofrecerle lo primero, lo que puede hacer cualquiera. La labor educativa; leer, visitar museos, escribir, pintar, tocar instrumentos, descubrir la ciencia y las humanidades, son las gracias culinarias que nos permiten controlar a la bestia, porque no va a atacar a quien le da de comer. Porque le da más allá de la fuerza, le da vida con todos los parabienes de cada sustancia (vitaminas, minerales, proteínas). Es un jugo elaborado que enriquece que le hace inteligente y conocedor de los caminos para volver a casa.
No podremos nunca evitar que aparezca la sombra de la ira de nuestro dragón interior. Llorar por un ser querido es cosa del dragón, buscar la esperanza a la muerte del mismo es el elaborado plato de consuelo que damos a nuestro mítico reptil. Enfadarse con la pareja, los hijos, los padres... no es más que un instante que no puede romper el hechizo de la charla y la comprensión, exquisito y rebuscado plato de la gastronomía propiamente humana. Hemos de dar a nuestro dragón la receta a sus males, y sólo lo lograremos si aprendemos las refinadas técnicas que nos permiten ser humanos... la ciencia, la naturaleza, las humanidades, la razón, en definitiva, que es lo que nos ha hecho humanos.
No obstante, quienes nos gobiernan han sido controlados por la rabia, el momento la ilusión del instante viendo nada más que la solución inmediata, queriendo la carne pura e insustancial del ahora. El futuro para ellos se les antoja distante, intranquilo, lo quieren ahora y ya aunque no este hecho, aunque aún conserve los virus y las bacterias malignas. Siete leyes de educación lo demuestran, los escraches del ahora lo demuestran, la solución fácil lo demuestra... Han matado y sustraído la sangre de la mano que les da de comer porque jamás lo alimentaron elaboradamente y de esas aguas...
Mis queridos lectores pueden alimentar a su dragón de lo que quieran, que ya saldrá a pasear su arrogancia pisoteada cuando menos se lo espera uno. Pero ¿lo alimentaran para que controle sus vidas como lo desean nuestros gobernantes o lo alimentaran para dar uso de la furia en su provecho?.
OJALA TE SIRVA :) :) :) :)
Malparafraseando a Friedrich Nietzche, él decía que el hombre tenía dentro de sí un Apolo (dios de la luz, de las artes racionales) y un Dioniso (dios del vino y de la furia). Y efectivamente así es... Somos de igual manera Apolo y Dionisio, racionales e irracionales. Arte y destrucción.
Para mí, desde el momento en que nacemos, damos de comer a un pequeño dragón dentro de nosotros. No podemos equivocarnos al decir que sigue siendo un animal, pero podemos volverlo racional. Tenemos dos posibilidades para que esta pequeña bestezuela crezca. Bien podemos ofrecerle sangre y carne o bien podemos ofrecerle un alimento refinado, elaborado, complicado.
No podremos jamás evitar que en algún momento ese dragón se levante en toda su grandiosidad, extienda sus alas, expulse fuego a los cielos y ruga hasta descarnarse la garganta... Jamás lo podremos evitar... así es la naturaleza humana.
Sin embargo, podemos controlarle... Si sólo le alimentamos de carne y sangre no verá más que un hombre que mata a un animal, algo que podría hacer él, no necesita de nada ni de nadie. En ese momento prescindirá del intermediario y atacará a la presa, apartándonos a nosotros, dejándonos a un lado y en algunos casos extremos, asesinando al intermediario, quien sabe si para devorar sus entrañas.
Pero hay solución, podemos alimentarle de productos elaborados, la ciencia del fuego, de la combinación de elementos, de la mezcla y el corte nos va a dar un sustento a nuestro dragón difícil de sustituir en bruto, en crudo, él dependerá de nosotros, le controlaremos, le podremos hacer manso y enseñarle como quien enseña a un perro por el método de ensayo-error.
En esos momentos el dragón volverá a despertar su ira, porque no puede evitarlo, es así. Su naturaleza no es sustituible. Pero tras la descarga de rabia, a veces necesaria, se avergonzará, volverá con la cabeza baja a suplicar el sustento, la guía, el otro camino porque sabe que la ira no es más que un momento, y de momentos no se vive... Requiere que le volvamos a hacer la comida y que le guiemos porque ha perdido el rumbo porque necesita de las proteínas, de las vitaminas y de todo aquello para encontrar la salida del túnel.
Algo así es la educación. Podemos ofrecer a nuestros jóvenes una vida de rabia, de momentos, de exaltación, y de destrucción (el momento de la juventud que tanto proclaman nuestros comerciales donde aparecen los jóvenes divirtiéndose dándole alas al dragón) o bien podemos educar a su espíritu (y quién sabe si al nuestro propio) con el sustento elaborado del misterio de las ciencias y las humanidades, presentándole unos manjares que por él mismo no encontraría, suculentos, llenos de sabores, de texturas, ricos y nutritivos en vez de ofrecerle lo primero, lo que puede hacer cualquiera. La labor educativa; leer, visitar museos, escribir, pintar, tocar instrumentos, descubrir la ciencia y las humanidades, son las gracias culinarias que nos permiten controlar a la bestia, porque no va a atacar a quien le da de comer. Porque le da más allá de la fuerza, le da vida con todos los parabienes de cada sustancia (vitaminas, minerales, proteínas). Es un jugo elaborado que enriquece que le hace inteligente y conocedor de los caminos para volver a casa.
No podremos nunca evitar que aparezca la sombra de la ira de nuestro dragón interior. Llorar por un ser querido es cosa del dragón, buscar la esperanza a la muerte del mismo es el elaborado plato de consuelo que damos a nuestro mítico reptil. Enfadarse con la pareja, los hijos, los padres... no es más que un instante que no puede romper el hechizo de la charla y la comprensión, exquisito y rebuscado plato de la gastronomía propiamente humana. Hemos de dar a nuestro dragón la receta a sus males, y sólo lo lograremos si aprendemos las refinadas técnicas que nos permiten ser humanos... la ciencia, la naturaleza, las humanidades, la razón, en definitiva, que es lo que nos ha hecho humanos.
No obstante, quienes nos gobiernan han sido controlados por la rabia, el momento la ilusión del instante viendo nada más que la solución inmediata, queriendo la carne pura e insustancial del ahora. El futuro para ellos se les antoja distante, intranquilo, lo quieren ahora y ya aunque no este hecho, aunque aún conserve los virus y las bacterias malignas. Siete leyes de educación lo demuestran, los escraches del ahora lo demuestran, la solución fácil lo demuestra... Han matado y sustraído la sangre de la mano que les da de comer porque jamás lo alimentaron elaboradamente y de esas aguas...
Mis queridos lectores pueden alimentar a su dragón de lo que quieran, que ya saldrá a pasear su arrogancia pisoteada cuando menos se lo espera uno. Pero ¿lo alimentaran para que controle sus vidas como lo desean nuestros gobernantes o lo alimentaran para dar uso de la furia en su provecho?.
OJALA TE SIRVA :) :) :) :)
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