Mencionar que artes o oficios se Aprendían dentro de una Misión
Respuestas a la pregunta
Respuesta: Hay una actividad común a todos, hombres y mujeres, de la que nadie queda exento: la agricultura. Forma parte de la educación del niño desde su infancia. Todos aprenden sus primeras nociones en la escuela. Y también en la salidas que hacen a los campos cercanos a la ciudad. Aquí son entrenados, no sólo observando los trabajos que se realizan, sino trabajando ellos mismos, lo que les proporciona un buen ejercicio físico.
Además de la agricultura, que, como acabo de decir, es una actividad común a todos, cada uno es iniciado en un oficio o profesión como algo personal. Los oficios más comunes son el tratamiento de la lana, la manipulación del lino, la albañilería, los trabajos de herrería y carpintería. Aparte estos oficios, no hay otros que merezca la pena mencionar, ya que los practican pocos.
Estos dividen en veinticuatro horas iguales el día, incluyendo también la noche. De ellas solamente dedican al trabajo seis horas, distribuidas así: Tres horas, antes del mediodía, y a continuación almuerzan. Terminado el almuerzo dedican dos horas al descanso o siesta. A continuación trabajan otras tres horas, para terminar con la cena. Como quiera que la primera hora se cuenta a partir de mediodía, son las ocho cuando van a la cama. Al sueño se reservan otras ocho horas.
Pero, en este momento, quiero salir al encuentro de un posible engaño. Quizás se diga: ¿Son suficientes seis horas de trabajo para proporcionar a la población los alimentos de primera necesidad? Ese tiempo no sólo es suficiente sino que sobra para producir no sólo los bienes necesarios, sino también los superfluos. Lo comprenderás enseguida conmigo, si observas atentamente el gran número de gente ociosa que hay en otras naciones. En primer lugar, casi todas las mujeres -que es la mitad de la población- y la mayor parte de los hombres, cuando las mujeres trabajan, roncan a sus anchas durante todo el día.
De este mismo privilegio de exención gozan los destinados al estudio de las ciencias y de las letras. El pueblo, asesorado por la recomendación de los sacerdotes y por los votos secretos de los sifograntes les otorga vacación perpetua. Si alguno de los elegidos defrauda las esperanzas del pueblo, es devuelto a la clase trabajadora. Pero, sucede con frecuencia, que si un obrero en sus horas libres llega a adquirir por su constancia y diligencia un dominio notable de las letras, se le libera del trabajo mecánico y se le admite en la clase intelectual.
De esta clase intelectual se eligen los embajadores, los sacerdotes, los traniboros. Y finalmente, al principc mismo, a quien en su lengua primitiva llaman Barzanes, y hoy día «Ademos». El resto de la población, siempre activa y dedicada a actividades útiles produce en pocas horas de trabajo los bienes que necesita y de los que ya he hablado.
En Utopía, por el contrario, donde todo está tan previsto, y la comunidad tan organizada, no se destinan nuevas áreas a edificar casas. No se contentan con reparar las ya existentes, sino que se pone remedio a las que amenazan ruina. Esto hace que con poco trabajo los edificios duren muchísimo. Tampoco los obreros de este gremio tienen gran cosa que hacer. La mayor parte del tiempo la pasan en sus casas preparando el material y tallando y ajustando las piedras, por si surgiera alguna obra levantarla cuanto antes.
En conclusión: Todos en Utopía trabajan en actividades útiles, que requieren poco trabajo. No debe extrañar, pues, que ante la abundancia de todas las cosas necesarias, se envía de tiempo en tiempo a gran número de trabajadores a reparar las vías públicas que pudieran estar deterioradas. Con frecuencia, incluso, si la necesidad de estos trabajos de reparación no se hace sentir, se anuncia oficialmente la disminución de las horas de trabajo. No se debe pensar que los magistrados impongan a los ciudadanos contra su voluntad horas extras de trabajo.
Las instituciones de esta república no buscan más que un fin esencial: rescatar el mayor tiempo posible en la medida que las necesidades públicas y la liberación del propio cuerpo lo permiten, a fin de que todos los ciudadanos tengan garantizados su libertad anterior y el cultivo de su espíritu. En esto consiste, en efecto, según ellos, la verdadera felicidad .