menciona y explica 2 problemáticas propias de la precariedad de la sociedad chilena del siglo XIX y siglo XX
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Respuesta:
Las medidas a adoptar son igualmente económicas, políticas y sociales: autonomía de los poderes electoral, legislativo, judicial y administrativo; independencia de los municipios, instrucción obligatoria, gratuita y laica; separación de la Iglesia y el Estado; supresión de impuestos sobre el trabajo; abolición de la Guardia Nacional... Pero la acuciante cuestión de las relaciones entre el capital y el trabajo, si bien es denunciada como una de las manifestaciones de la problemática social, no es objeto de ninguna medida específica en el proyecto de Concha y de su partido. La novel formación política reflejaba, de este modo, una composición y una orientación más artesanal que proletaria propiamente tal. El campo seguía abierto para lecturas y soluciones aún más radicales de la «cuestión social».
El supuesto anticipo salarial es, por lo tanto, una falsedad, que de existir, debería aplicarse en sentido contrario. Su conclusión acerca de las relaciones entre las dos clases fundamentales de la sociedad es radical: «Para el obrero, en la práctica, no hay más derecho que el que al capitalista conviene, ni más ley que la de la sujeción al trabajo».
Los textos compilados de la última década del siglo XIX y de los albores del siguiente nos muestran una variada gama de posiciones y enfoques. Sin temor a exagerar, puede decirse que todas las grandes corrientes ideológicas presentes en la historia de Chile del siglo XX encuentran su punto de partida en ese período. El lector podrá detectarlas fácilmente.
Tres vertientes principales o «familias de pensamiento» se distinguen en estas últimas aproximaciones a la «cuestión social».
La corriente conservadora católica, de la cual arrancará a través de un largo proceso de gestación la tendencia socialcristiana del siglo XX. Como caracterización básica, podemos señalar para esta escuela de pensamiento: su irrestricta adhesión a la doctrina social de la Iglesia definida por la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII (1891), y una aproximación esencialmente individualista y elitista a la «cuestión social». Los católicos conservadores enfatizan el papel de los individuos, particularmente los de las clases dirigentes, sobre quienes recaerán las principales responsabilidades de las iniciativas en beneficio de los pobres. Ocho documentos de diferentes autores -cléricos y laicos- ilustran esta aproximación al tema.
La Pastoral que el arzobispo de Santiago Mariano Casanova dirigió al clero y a los fieles el 18 de septiembre de 1891 para dar a conocer la encíclica papal constituye el punto de partida del aggiornamento de la visión católico-conservadora tradicional. Monseñor Casanova sintetiza y alaba la lectura pontificia de la realidad social del mundo contemporáneo. .
La argumentación papal es retomada de punta a cabo por el arzobispo chileno. El socialismo es una doctrina impracticable por ser contraria al orden natural. «La desigualdad de condiciones y de fortunas -dice el prelado- nace de la desigualdad de talentos». La igualdad social es, por lo tanto, una quimera peligrosa; las clases sociales no pueden ser enemigas, tienen vínculos de interés mutuo. La actitud de los opulentos debe ser desprendida y caritativa, y la de los pobres resignada y laboriosa. En la curación de las llagas sociales el Estado tiene un papel muy importante que cumplir haciendo buenas leyes, reprimiendo los atentados contra la propiedad, mejorando la condición de los obreros, instaurando el descanso dominical y fomentando la religión y las buenas costumbres.
Siguiendo las enseñanzas del Romano Pontífice, el arzobispo de Santiago recomienda a sus fieles la práctica de la asociación: la fundación de mutuales, patronatos y sociedades de obreros católicos «dirigidas por hombres virtuosos y prudentes», son instrumentos para el logro de los fines de mejoramiento social.
El socialismo estaba -según Mariano Casanova- presente desde algún tiempo en Chile, a través de huelgas, ataques a la propiedad, la difusión de doctrinas socialistas y «el azuzamiento de los pobres contra los ricos y de la democracia contra la aristocracia». El prelado termina su Pastoral del mismo modo como la había comenzado: los fieles y sacerdotes son llamados a contrarrestar esas doctrinas y a difundir por distintos medios la encíclica papal. La Iglesia -y con ella los católicos de cuño conservador- se lanzan en una cruzada antisocialista. La defensa del orden imperante aparece como el leitmotiv de esta visión de la «cuestión social».
En 1893, el arzobispo Casanova volvió a la carga difundiendo desde el púlpito y en un folleto que reproducimos, su Pastoral sobre la propaganda de doctrinas irreligiosas y anti-sociales. Reiterando conceptos vertidos en el documento anterior, el príncipe de la Iglesia denuncia la difusión de doctrinas contrarias a la religión y al orden social.