Me Pueden Resumir Esto Por Favor, Doy 15 Puntos c:
I
l año pasado, cuando todavía tenía catorce, mi mayor orgullo eran los tres
kilos de naranja. Porque calcular un kilo lo puede hacer cualquiera pero
tres kilos es difícil. Cuando algún cliente me pedía mi oferta favorita (una de las
pocas que teníamos en la verdulería, a decir verdad), o sea, los tres kilos de
naranja por un peso, yo tomaba una bolsa grande, iba hasta el cajón y la llenaba
de naranjas pálidas, de un anaranjado blanquecino. Por eso salían un peso. No
eran malas, tenían buen sabor y bastante jugo, a pesar de su aspecto anémico.
Bien, llenaba la bolsa y no necesitaba pesarla: yo sabía que había cargado tres
kilos exactos. Igual ponía la bolsa en la balanza para que el cliente pudiera notar
mi buen ojo. La mayoría no se daba cuenta de la hazaña de la que habían sido
testigos. Algunos pocos que me felicitaban por cargar justo tres kilos, ni diez
gramos más ni diez gramos menos. Y el secreto no estaba en contar la cantidad
de naranjas porque las había de distintos tamaños. El secreto estaba en mis
brazos, en todo mi cuerpo que era capaz de sentir perfectamente los tres kilos
de naranja. Una balanza humana.
Ojo: tampoco era que me había pasado toda la vida vendiendo fruta. Es
más: ni siquiera me gustaba comer verduras y excepto bananas y papas en
todas sus formas nunca había encontrado nada que me interesara de una
verdulería. Hacía poco más de un mes que había empezado a trabajar en la
verdulería “Mi sentimiento”. El sentimiento y la verdulería eran de mi tío
Roberto, el Turco, como le decían en todas partes. Y a mí me decían el Turquito,
el Turco Ariel, o el hijo de la Turca. La Turca era mi mamá, la hermana de mi
tío. Y no éramos turcos. Mis abuelos maternos eran armenios. A mí nunca me
enojó que me dijeran turco pero me acuerdo de que cuando mi abuelo vivía se
ponía como loco cuando algún vecino lo llamaba “Turco”. Insultaba en su
lengua y debía ser muy ingenioso para insultar porque mi abuela se ponía
E
10
colorada y lo retaba. Tal vez por eso nunca me enseñaron a hablar en armenio,
para que no entendiera las malas palabras que decía mi abuelo.
Mi tío Roberto siempre hacía negocios. Vivía haciendo negocios.
Compraba un terreno, le ponía una casa prefabricada y la vendía. Compraba un
auto todo roto, lo arreglaba, lo pintaba de negro y amarillo y lo ponía a trabajar
como taxi. Cuando le prohibían levantar pasajeros por no tener los papeles en
regla, él no se hacía problema. Lo volvía a pintar de azul, ponía en el diario un
aviso mentiroso (“auto joya, nunca taxi”, nunca taxi legal tendría que haber
dicho) y lo vendía. También compraba linternas por mayor, tijeritas chinas,
agujas tailandesas y remeras en el Once. Vendía, revendía, compraba,
cambiaba. Ganaba plata y perdía también un montón. Creo que lo que más lo
empujaba a hacer negocios era la diversión del desafío más que la intención de
hacerse millonario.
Yo no sé quién lo convenció de que poner una verdulería era un gran
negocio. Entre los múltiples intercambios de productos y de dinero, se había
quedado con un local ni grande ni chico ubicado en la Avenida Ejército de los
Andes. Para mí Ejército de los Andes es la avenida San Martín que a su vez mi
tío llama Avenida Santa Fe. Es que en Lanús, que es donde vivimos se llama
Santa Fe o San Martín. Ejército de los Andes pasa a llamarse cuando entrás a
Lomas de Zamora.
Así que en ese local, ubicado a unas pocas cuadras de una ruta conocida
como Camino Negro y apenas a tres cuadras de Villa Fiorito, mi tío decidió
poner una verdulería. Es cierto que en la zona no había ninguna cerca aunque si
a eso vamos tampoco había video clubes, ni tintorerías, ni veterinarias, ni
zinguerías. Sin embargo, él había elegido poner una verdulería.
—La explicación es sencilla —dijo mi tío mientras se tomaba un vermouth
y preparaba el asado, actividad dominical que había tomado como obligatoria
desde que mi papá “se había ido de vacaciones” dejándonos a mamá y a mí
hacía casi dos años—. Las cuatro patas de la alimentación familiar son: el
almacén, la carnicería, la panadería y la verdulería. En la zona hay cuatro
almacenes, dos carnicerías y tres panaderías pero sólo una verdulería chiquita
en la entrada de la villa que tiene pocos productos y caros. Yo tengo un amigo
que me consigue buena mercadería del mercado de Turdera y la vamos a
vender a buen precio.
—Y el kiosquito —le dije yo.
—¿Y el kiosquito qué? —preguntó mi tío algo molesto porque su
comentario no fue coronado con un gesto mío de admiración.
—Que la quinta pata de la alimentación familiar es el kiosco. Golosinas,
cigarrillos, gaseosas. ¿No te parece?
11
Mi tío tomó un trago de su vermouth, movió la cabeza negativamente y
fue a mover el carbón del asado sin decirme nada. Un gran tipo mi tío. Un poco
calentón, pero gran tipo.
Respuestas a la pregunta
Contestado por
30
Yo vendía mucha fruta pues trabajaba en la verdulería con mi tío no toda mi vida vendí fruta además no me gusta la verdura.
Mi tío decidió poner la verdulería mientras se iba con mi papa de vacacionesmi tilas cuatro patas de la alimentación familiar son en almacén etc. Y el kiosquito dije y mi tío dijo el kiosquito que?
Dije el kiosauito la quinta pata de la alimentación familiar mi tío nada mas lo nego .
Un gran tipo mi tío un poco calentón pero gran tipo
Espero que te sirva
Mi tío decidió poner la verdulería mientras se iba con mi papa de vacacionesmi tilas cuatro patas de la alimentación familiar son en almacén etc. Y el kiosquito dije y mi tío dijo el kiosquito que?
Dije el kiosauito la quinta pata de la alimentación familiar mi tío nada mas lo nego .
Un gran tipo mi tío un poco calentón pero gran tipo
Espero que te sirva
Otras preguntas