me pueden ayudar al resumen de la lectura Emilino zapata un soñador con bigotes.
lo pueden buscar Emilino zapata un soñador con bigotes pdf completo es la segunda opción gracias .
no responda. si no saben porfas
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
listo regalame la coronita plis
Explicación:
Cuando Emiliano Zapata tenía 11 años y era nada más
un niño, no un héroe que sale en los libros y en los billetes, tampoco tenía respiro.
Y digo tampoco porque desde antes de que empezara la Revolución no paraba. Se me hace que ni siquiera
dormía, entre levantar en armas a la gente, proclamar
planes de Ayala, fusilar federales, pelearse con los presidentes de la república, recortarse el tupido bigote, consolar a los pobres y, finalmente, caer en emboscadas, no
creo que le haya dado tiempo de tomar ni una siesta de
vez en cuando.
Y aún ahora, que si Emiliano por aquí, que si su retrato por allá, que si “Tierra y libertad” por un lado y el
zapatismo por el otro, todavía no conoce el sosiego.
Ser héroe de tiempo completo debe de ser muy complicado, ¡tantísimas dificultades! A lo mejor por eso es
que mueren tan jóvenes. Fíjense nada más, a don Emiliano no le dio tiempo de celebrar su cumpleaños número
cuarenta cuando ya había fallecido, pero le habían suceEMILIANO ZAPATA INT.indd 9 10/12/15 11:05
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dido muchas más cosas que a mi abuelo, quien tiene 72
y ya se le acabaron las historias que contar cuando no
quiero dormirme.
Pero bueno, vayamos entrando en materia:
Lo que quería empezar a platicarles es medio complicado de entender, porque los tiempos cambian y en
eso hay que darles la razón a los grandes. Los niños de
hoy no tenemos tantas responsabilidades como las que
tuvieron nuestros padres y abuelos. Perfectamente nos
da tiempo de platicar, pensar en cómo hacer para que el
niño más guapo del salón nos saque a bailar en la fiesta
del viernes (que ya pudimos planear, por cierto), hablar
por teléfono, hacer la tarea cuando no hay nada mejor en
que ocuparnos y tantísimas cosas más.
Pero antes, cuando Emiliano era niño, la vida era diferente.
Casi todo tenía que hacerse a mano: nada de abrir la
llave y que salga un chorro, había que traerla del río o del
ojo de agua; ni imaginarse siquiera oprimir un botoncito y que se prendiera la lámpara; había que conseguir
petróleo para el quinqué o cerillos para las velas. ¿Gas?
No había, fogón para la comida y encomendarse al dios
anticatarro al bañarse. En fin, que había tanto por hacer
que los adultos no se daban abasto. Así que los niños tenían muchas obligaciones que cumplir, empezando por
mantenerse vivos, lo que, entre la mala alimentación y la
falta de medicinas y médicos, no era cosa sencilla.
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El padre de Emiliano se llamó Gabriel; la madre,
Cleofas, y también tuvieron su historia, pero ésa no se
las cuento, sólo les digo que se conocieron, se enamoraron, se casaron, tuvieron hijos y una mañana de agosto,
allá en el año de 1879, abrió los ojos por primera vez el
pequeño Emiliano.
—¿Ya viste el lunar que tiene encimita del párpado?
—preguntó la amorosa y todavía adolorida doña Cleofas.
—¡Cómo no voy a verlo, mujer! Si se le mira casi tan
bonito como a ti —contestó el orgullosísimo Gabriel Zapata, quien se sentía como pavorreal porque su hijo le
hubiera salido tan guapo.
Y no es que de verdad fuera tan agraciado, sino que
ya se sabe que los padres en cuanto ven a sus retoños se
llenan de orgullo.
Los Zapata vivían en un pueblo del estado de Morelos
llamado Anenecuilco y que tiene un río en medio, para
más señas. Así que ya tenemos el escenario de la historia
que voy a contarles y que allí comienza.