Castellano, pregunta formulada por parkliza, hace 8 meses

me pasan el cuento de el culebrero del putumayo plissss es urgente

Respuestas a la pregunta

Contestado por Camila7784
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Respuesta:

Explicación:

Al llegar a Jardín, el bus lanza un suspiro ronco y

los pasajeros empiezan a bajar: una señora con

su bebé de brazos, una pareja de novios, una

niña con su abuelo. Cuando parece que todos

han descendido, por la puerta se asoma un

hombre con una corona de plumas en la frente y

una camisa tan colorida como un calidoscopio.

Lleva una mochila terciada y una maleta de

cuero roja que lo acompaña a donde va.

El extraño hombre camina por la plaza y en un

lugar vacío tiende su maleta. Cuando la abre

aparece una selva de plantas, hojas y flores

que huele a manzanilla, cidronela y yerbabuena.

Entonces, empieza a hablar:

–Buenas tardes damas y caballeros, niños y

niñas, señor y señora. Llegó el que les cura sus

males con esmero, pongan pués mucho cuidao,

pa’ curar soy el primero. Yo soy el inventor de

andar parao, quien hizo de pa’ arriba la pendiente,

quien puso el occidente frente a oriente, y norte

y sur las puso a lao y lao.

Poco a poco la gente se agolpa alrededor de

aquel hombre coronado de plumas que se

presenta como Leonidas y dice haber nacido

en La Estrella una noche en que el cielo estaba

totalmente estrellado.

Leonidas cuenta mientras caminaba a

medianoche bordeando el filo de un cerro,

una mano invisible lo empujó y cayó rodando

cuesta abajo por un barranco. Rodó y rodó por

horas, y por días, y cuando se levantó, estaba

en las selvas de Putumayo rodeado de tigres

y culebras, mientras que frente a sus ojos se

alzaba un brujo que flotaba en el aire.  

Según Leonidas, aquel brujo, capaz de hablar

con los animales, le enseñó los secretos

milenarios de la salud y la enfermedad, del

bien y el mal.

Y así, mientras echa sus cuentos, el público

crece y él le ofrece sus productos:

–Vea, mi señora, si su problema es un espanto

que no la deja dormir tranquila, le tengo este

baño espanta espíritu. Y usted, señor, si

ese niño no ha aprendido a hablar por andar

tosiendo, lleve esta matica de llantén y santo

remedio. Y allá usted, señorita, si su marido ya

no la mira ni pa’pedirle plata, le tengo el botón

de oro y las siete albahacas.

Mientras alardea de sus mil y un productos,

Leonidas cuenta que atravesó a pie la Muralla  

China y cruzó el océano en una llanta. Y otra vez caminó tanto, tanto, que se pasó la frontera del mundo y llegó hasta el infierno. Allí encontró al

diablo afligido, pues llevaba más de tres días con un dolor de barriga que le subía hasta el pescuezo.

–Yo le dije, vea, señor Patas, diablo, Lucifer, o como sea –cuenta Leonidas–, lo que usted tiene se llaman bichos o amibas. Tome esta mata de

paico en infusión y póngase este collar de ajos en el cuello. Y así, el diablo se le fue el dolor de barriga. Cuando se curó me quiso dar todo el oro

que yo quisiera, pero no le acepté nada y me devolví pa’ arriba.

Cuando termina sus historias, Leonidas vende un par de plantas para equilibrar la energía, dos baños para atraer el dinero y tres folletos con recetas

para curar desde un catarro o un asma hasta el reumatismo y la artritis. Y luego sigue su camino hacia otro pueblo de Antioquia, pues aunque dice

haberle dado la vuelta al mundo más de veinte veces, no cambia por nada esos pueblos empinados y rodeados de montañas, donde todos

los días cuenta que un día curó de amibas al diablo.

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