me han pedido hacer un ejemplo de descripcion de:
caricatura
zoografia
me ayudan??
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1. Mi criado tiene de mesa lo cuadrado y el estar en talla al alcance de la mano. Por tanto es un mueble cómodo; su color es el que indica la ausencia completa de aquello con que se piensa, es decir, que es bueno; las manos se confundirían con los pies, si no fuera por los zapatos y porque anda casualmente sobre los últimos; a imitación de la mayor parte de los hombres, tiene orejas que están a uno y otro lado de la cabeza como los floreros en una consola, de adorno, o como los balcones figurados, por donde no entra ni sale nada; también tiene dos ojos en la cara; él cree ver con ellos, ¡qué chasco se lleva! Mariano José de Larra , La Nochebuena de 18362. Era una mujer más envejecida que vieja, y bien se conocía que nunca había sido hermosa. Debió de tener en otro tiempo buenas carnes; pero ya su cuerpo estaba lleno de pliegues y abolladuras como un zurrón vacío. Allí, valga la verdad, no se sabía lo que era pecho, ni lo que era barriga. La cara era hocicuda y desagradable. Si algo expresaba era un genio muy malo y un carácter de vinagre; pero en esto engañaba aquel rostro como otros muchos que hacen creer lo que no es. Era Nicanora una infeliz mujer, de más bondad que entendimiento, probada en las luchas de la vida, que había sido para ella una batalla sin victorias ni respiro alguno. Ya no se defendía más que con la paciencia, y de tanto mirarle la cara a la adversidad debía de provenirle aquel alargamiento de morros que le afeaba considerablemente. B. Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta3. [...] se le acercó una mujer que estuvo, hasta entonces, parada unos pasos más allá. O más bien era un ser revestido de una ligera apariencia femenina. En conjunto, tenía el aspecto de un cono blanco invertido, forrado con toda clase de accesorios y colores. Comenzaba, en efecto, con una cabeza desproporcionada. Una cara ancha y gruesa rodeada o acribillada por una cabellera multicolor, larga y abierta, hasta rozar la mitad de los brazos. [...] Y todo este exceso iba agudizándose hacia abajo, hasta dar la impresión de no estar de pie, sino clavado sobre la acera: tan delgadas eran sus piernas y tan menudos sus zapatos. Antonio Gala, El alacrán
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