me hacen un resumen de esta lectura pliss
-Íbamos a estudiar matemáticas juntas -dijo-. La
próxima semana tenemos examen
Ilse no me dijo eso a mí, ni a mamá, sino a la pared.
Luego dijo:
-Debo ir a su casa.
-¡Tú te quedas aquí! -gritó mamá.
-Pero yo se lo prometí y, si no voy, ¡sacaré un uno en
matemáticas! -reviró Ilse.
Mamá empezó a reírse cínicamente.
-Se lo prometiste... -dijo.
Y luego dijo que Ilse debería preocuparse más por las
promesas y deberes con su propia familia.
-¿Cuáles deberes son ésos? ¿Y a quién te refieres
cuando dices «propia familia»? -preguntó Ilse tan
cínicamente como lo había hecho antes mamá.
Mamá se puso pálida. Abrió y cerró la boca un par de
veces, pero no le salió ni una palabra de la boca.
Entonces dio la vuelta y se fue a la cocina. En la puerta
de la cocina se volvió y dijo:
-Durante las próximas horas podrás pensar en las
obligaciones que tienes y en quién es tu familia.
Mamá e Ilse se miraron fijamente y de repente me di
cuenta de cuánto se parecían.
Mamá se veía como una Ilse vieja. Nunca antes me
había percatado de ello. Aún más, tenía la misma
mirada de gato de Ilse cuando dijo:
-Ten en cuenta esto: Desde ahora no volverás a salir.
¡Y si es necesario yo misma te llevaré al colegio y yo
misma te recogeré! ¡No te vas a burlar de mí! ¡Eso te
lo garantizo!
Yo conozco a mi hermana y noté que algo iba a
ocurrir. Sabía que no se iba a poder controlar más. O
empezaba a gritar o rompía algo. Tenía miedo; ¡tal vez
le haría algo a mamá!
Pero Ilse hizo algo muy distinto. Dejó de mirar fijo a
mamá. Tomó el teléfono y marcó. Yo estaba junto a
ella y vi que marcaba el 4, 6, 4, 6 que son las primeras
cifras del teléfono de papá. Al parecer la esposa de
papá contestó el teléfono, pues Ilse dijo:
-¿Puedo hablar con papá, por favor? Luego tembló y
su voz también.
-Habla Ilse.
-¡Eso es el colmo! -gritó mamá. Quiso arrancarle a Ilse
el teléfono de las manos, pero ella agarró fuertemente
la bocina. No se la dejaba quitar. Tres veces dijo:
-Papá, por favor, papá, ya ...-y luego perdió la lucha
por el teléfono.
Mamá tenía el teléfono en una mano y con la otra
sujetaba a Ilse.
-¡No te atrevas! -chilló y por el teléfono dijo-: No, no,
discúlpame. ¡No es contigo!
Y luego le explicó que estaba disgustada con Ilse por
haberse portado mal y que ella pensaba solucionarlo
todo pidiéndole ayuda a su papá.
Luego añadió:
-No voy a permitir que te inmiscuyas en la educación
de mis hijos.
Lo que papá dijo no se escuchó, pero debió de ser algo
que no le gustó a mamá porque gritó:
-¡Claro! ¡Ésa es una respuesta típicamente tuya!
Entonces papá habló de nuevo y mamá se apresuró a
decir:
-¡Ridículo! -y de pronto gritó en tono muy agudo-:
Comprensión, sí. ¡Tal vez tú puedas comprender esto!
¡Tú sí! ¡Pero entonces carga con la responsabilidad!
Entonces mamá se empezó a lamentar, a decir que Ilse
había llegado a las dos de la mañana y que además
había dicho mentiras descaradamente y que hasta el
momento no había querido decir la verdad.
Entonces se calló, asintió un par de veces y luego,
satisfecha, le pasó el teléfono a Ilse:
-Por favor, habla con tu papá.
Ilse tomó el teléfono. No dijo nada. Oí la voz de papá,
pero habló tan rápido que no le entendí nada.
Ilse sólo tuvo el auricular un par de segundos. Luego lo
dejó caer, pero mamá lo tomó antes de que cayera al
piso. Ilse se fue a nuestra alcoba con pasos fuertes. Se
tiró en la cama y comenzó a llorar muy fuerte.
-¡Está loca! -dijo mamá.
Fui a donde Ilse y me senté en el borde de la cama.-
¿Qué te dijo? -le pregunté suavemente.
Al principio no le pude entender nada porque sollozaba
mientras hablaba. Al fin entendí. Papá le había dicho
que él no se podía entrometer, y que debía ser buena
y obedecer a mamá.
-Mamá no es tan mala -le dije, pero no sonó
convincente.
Ilse se levantó.
-Me río de tus buenas intenciones. Aquí nada está
bien. Cualquier cosa es mejor que esto.
La semana siguiente fue insoportable. Mamá tenía a
Ilse como a un perro amarrado. Como un perro
encadenado destinado al trabajo de la casa. Tuvo que
lavar los platos, limpiar el polvo y ordenarlos armarios.
Tuvo que hacer cosas que jamás se habían hecho en la
casa, como limpiar los cepillos delos zapatos, por
ejemplo. O coser ganchos de la ropa en sus
respectivos abrigos y chaquetas. Ilse se veía como un
gato furioso, pero lo hacía todo sin protestar, y volvía a
casa puntualmente diez minutos después del colegio.
Sólo que Ilse no iba al colegio.
En la mañana del lunes, camino al colegio, me dijo:
-Érika, ¿serías tan amorosa de ir a decirle a Stiskal que
tengo angina?
Stiskal era la directora de curso de Ilse.
Yo no quería ir a donde Stiskal.
Ilse me explicó que tenía que encontrarse por encima
de todo con Amrei. Dijo que era importantísimo y
urgente y que era un secreto, y que sólo podía ser por
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Respuesta:
muy largo pero te puedo ayudar
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