Me ayudas con un resumen porfa de lo que entendiste?
Solo han pasado diez años desde los tiempos en que mi hija Isabella usaba la palabra chévere para referirse a cualquier
cosa que le gustara. La pronunciaba, eso sí, con un silbido de serpiente anglosajona que a ella le parecía elegenta: 'shévere".
A la hora menos pensada la palabrita desapareció porque era cosa de viejos. Mi amigo Lejandro, que está en el último curso
de bachillerato, y carga bajo el brazo la libreta electrónica en lugar del cuademo, me manda una nota desde su computadora:
"Sería
kiut que me enviaras el video para subirlo a la cloud y las fotos en streaming. Nos chateamos por el BB".
Senti que la cabeza me daba vueltas. Estuve a punto de encomendarme a la Virgen del Carmen. De toda esa retahila solo
entendí la palabra foto. El Yiyi, mi nieto, me hizo la caridad de traducir semejante galimatías y me explicó, con un aire de
compasión, que BB no es Belisario Betancur, como yo estaba pensando, ni la hermosa Brigitte Bardot de mis fantasías
moceriles, sino la sigla de unos celulares que vienen equipados con máquina de retratar, baño portátil, cepillo de dientes,
cocina y garaje. Son tan útiles que sirven hasta para llamar por teléfono. Hace pocos años las señoras iban al gimnasio a
hacer ejercicios. Ahora van al spa a hacer aerobics mientras oyen música crossover en el iPod. Qué chimba. Atrás quedó la
época del walkman, que en un santiamén se volvió prehistórico, y no menciono la palabra longplay para ahorrarme más
vergüenzas.
Son efectos inevitables y refrescantes de la globalización humana. Se trata sin duda, de un idioma pasajero, una especie de
vaso desechable que con los años, víctima de su propio invento, será sustituido por otro semejante. Una moda efimera, o
light, como diría Lejandro. No hay razón para alarmarse por la sumatoria de quienes quieren tomarse el emp encimiento de
todo la problemática. ¿Me captas?
Respuestas a la pregunta
Solo han pasado diez años desde los tiempos en que mi hija Isabella usaba la palabra chévere para referirse a cualquier cosa que le gustara. La pronunciaba, eso sí, con un silbido de serpiente anglosajona que a ella le parecía elegenta: 'shévere".
Estuve a punto de encomendarme a la Virgen del Carmen. De toda esa retahila solo entendí la palabra foto. El Yiyi, mi nieto, me hizo la caridad de traducir semejante galimatías y me explicó, con un aire de compasión, que BB no es Belisario Betancur, como yo estaba pensando, ni la hermosa Brigitte Bardot de mis fantasías moceriles, sino la sigla de unos celulares que vienen equipados con máquina de retratar, baño portátil, cepillo de dientes, cocina y garaje. Qué chimba. Atrás quedó la época del walkman, que en un santiamén se volvió prehistórico, y no menciono la palabra longplay para ahorrarme más vergüenzas.
Son efectos inevitables y refrescantes de la globalización humana.