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Respuestas a la pregunta
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Respuesta:
Cuento infantil Los tres cerditos
En el siglo XIX lo que predominaban eran las grandes novelas, publicadas por capítulos en la prensa. Pero los tiempos han cambiado, que diría Bob Dylan. En pleno siglo XX las ofertas de ocio son mayores, y nos gusta picar de aquí y allá. De ahí que las historias breves encajen perfectamente en la dinámica de nuestros días.
Lo que muchísimas personas demandan son historias como estas que puedes leer a continuación, que son, creemos, un buen ejemplo de este género de narrativa breve.
Historias en podcast
Historias cortas fáciles de leer en Modelnos
Cómo contar una historia
Nos lo explica el escritor Eloy M. Cebrián en su manual Cómo se cuenta una historia. Todas las herramientas que necesita un escritor para poder narrar (cuentos, relatos, microrrelatos, novelas) está en este manual.
Historia corta de Ambrose Bierce: El perro y el médico
Un perro que vio a un médico asistir al entierro de un adinerado paciente dijo:
—¿Cuándo espera desenterrarlo?
—¿Por qué habría de desenterrarlo? —preguntó el médico.
—Cuando entierro un hueso —dijo el perro—, es con la intención de destaparlo más tarde y roerlo.
—Los huesos que yo entierro —dijo el médico— son los que ya no puedo roer.
Otras historias de Ambrose Bierce
Cuentos de soldados y civiles, de Ambrose Bierce (Comprar en Amazon)
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Historia muy corta de Tony de Mello: Come tú mismo la fruta
En cierta ocasión se quejaba un discípulo a su Maestro: «Siempre nos cuentas historias, pero nunca nos revelas su significado» El Maestro le replicó: «¿Te gustaría que alguien te ofreciera fruta y la masticara antes de dártela?».
Comprar El canto del pájaro, de Tony de Mello
Narración corta anónima: El falso maestro
Era un renombrado maestro; uno de esos maestros que corren tras la fama y gustan de acumular más y más discípulos. En una descomunal carpa, reunió a varios cientos de discípulos y seguidores. Se irguió sobre sí mismo, impostó la voz y dijo:
–Amados míos, escuchen la voz del que sabe.
Se hizo un gran silencio. Hubiera podido escucharse el vuelo precipitado de un mosquito.
–Nunca deben relacionarse con la mujer de otro; nunca. Tampoco deben jamás beber alcohol, ni alimentarse con carne.
Uno de los asistentes se atrevió a preguntar:
–El otro día, ¿no eras tú el que estabas abrazado a la esposa de Jai?
–Sí, yo era –repuso el maestro.
Entonces, otro oyente preguntó:
–¿No te vi a ti el otro anochecer bebiendo en la taberna?
–Ése era yo –contestó el maestro.
Un tercer hombre interrogó al maestro:
–¿No eras tú el que el otro día comías carne en el mercado?
–Efectivamente –afirmó el maestro. En ese momento todos los asistentes se sintieron indignados y comenzaron a protestar.
–Entonces, ¿por qué nos pides a nosotros que no hagamos lo que tú haces?
Y el falso maestro repuso:
–Porque yo enseño, pero no practico.
Fábula de Samaniego: La cigarra y la hormiga
La cigarra era feliz disfrutando del verano. El sol brillaba, las flores desprendían su aroma…y la cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña hormiga, pasaba el día entero trabajando, recogiendo alimentos.
–¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un rato conmigo mientras canto algo para ti –le dijo la cigarra a la hormiga.
–Mejor harías en recoger provisiones para el invierno y dejarte de tanta holgazanería –le respondió la hormiga, mientras transportaba el grano, atareada.
La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su amiga.
Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se habían quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra vagaba por campo, helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su vecina la hormiga, y se acercó a pedirle ayuda.
–Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo de comer? Tú tienes mucha comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada.
La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra.
–Dime, amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá?
–Cantaba y cantaba bajo el sol –contestó la cigarra.
–¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila durante el invierno.
Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido la lección.