Ciencias Sociales, pregunta formulada por tagaramandapio937, hace 1 año

Macdonalizacion del pensamiento explicar !

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Contestado por alicia1907
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Este texto es el prólogo escrito por Néstor Ruiz al libro Una historia de la censura: violencia y proscripción en la Argentina del siglo XX , de Fernando Ferreira (Ed. Norma, Buenos Aires, 2000).

Se ha dicho que el discurso de la censura es un discurso que consiste, esencialmente, en amputar, suprimir, prohibir un cierto número o el conjunto de los hechos, ocultarlos, esconderlos. Razonar de esta forma es creer que, dada la abundancia de información, estamos en un universo donde los elementos son constantes. Pero hoy la censura no funciona mediante este principio. En los sistemas, en apariencia democráticos, en los que nos encontramos inmersos existen pocos ejemplos de funcionamiento de la censura en los que, de una manera palmaria, se puedan ocultar, cortar, suprimir, prohibir los hechos. No se prohíbe en general a los periodistas decir lo que quieran; no se prohíbe a los periódicos en los países democráticos. La censura adopta otras modalidades de funcionamiento; se aplica sobre criterios diferentes. Hoy la censura no funciona suprimiendo, amputando, prohibiendo, cortando; actúa, por el contrario, por demasía, por acumulación. No permite asimilar ni pensar. Hay demasiado para consumir y, por lo tanto, no se percibe lo que falta. Actúa además en la concientización del discurso. El monopolio de la información unifica el mensaje y permite una “globalización” de la censura. Lo cierto es que la censura no ha desaparecido. Tan sólo ha cambiado de apariencia. […]
La palabra “censura” provoca en cualquier individuo medianamente sensible, consciente de sus derechos y su libertad, un estremecimiento. Aunque tiene distintas acepciones, su connotación es tan fuerte que sólo asumimos parte de su significado, olvidando otros. En efecto, censurar es, en primer término, “formarse un juicio sobre una cosa, juzgar con sentido crítico”, y solamente en una segunda acepción implica corrección o reprobación de una cosa. La distancia que va de reprobar a prohibir fue salvada rápidamente en la historia de la humanidad, y se transformó en una de sus cargas más pesadas.
La voz “censor” se relaciona etimológicamente con “censo” y ambas provienen del latín. En la Roma del siglo III, época de definiciones en el plano político, aparece el cargo de censor. Este magistrado estaba encargado del censo o inventario de los bienes sobre los cuales se aplicarían impuestos, y en consecuencia debía confeccionar una lista de los ciudadanos según su clase social. Los censores romanos también debían hacerse cargo de la ejecución de los trabajos públicos, establecían el presupuesto y finalmente podían tachar de infamia a los ciudadanos sospechosos de tener una moral dudosa. Teniendo en cuenta que sólo los ciudadanos de una cierta clase podían votar en asambleas, es fácil deducir que el censor de alguna manera eliminaba, fundado en principios éticos, a todo enemigo político. Claramente surge que, desde los albores, la censura es una práctica indefectiblemente ligada al poder político, a los intereses económicos de quienes detentan el poder y sólo en una tercera instancia involucra la reprobación –de hecho: prohibición– de lo considerado inmoral. Pero como la moral es sumamente elástica, ya que amplía o restringe sus límites según la época histórica, las prohibiciones tienen como rasgo característico la arbitrariedad más o menos furibunda de quien ejerce la censura. […]
La censura operó y opera en la Argentina como una forma de preservar valores fijos, estratificados en la sociedad o en los grupos dominantes, sean estos religiosos, económicos o políticos. El objetivo que persigue la censura es que esos valores no cambien, no se modifiquen, y que el orden impuesto persista. […]
Quizá en nuestro país sea necesario descubrir no tanto el por qué, sino el cómo para modificar esta realidad. Este es un mundo peligrosamente parecido al de los mudos y los sordos, porque hay una tendencia al mensaje único. Que se debe a la concentración del poder que se da en la economía, pero también en la cultura; cada vez es más difícil el discurso disidente. En esta “macdonalización” del pensamiento, la censura es un hecho natural.
La idiotez y la hipocresía capitalistas se han tornado verdad absoluta en el marco de este nuevo orden mundial, donde los burócratas se hacen empresarios y los censores se vuelven campeones de la libertad de expresión. Esta investigación intenta ser, como diría Cesare Pavese, “la auscultación de una perplejidad” llamada Argentina. La pesada tarea de vivir en una sociedad que se funde entre los silencios cómplices y la intolerancia.

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