lugares clase donde se desarrolla la historia dos cachorros de coatí ayuda por favor
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Había una vez un coatí que tenía tres hijos. Vivían en el monte comiendo frutas, raíces y huevos de pajaritos. Cuando los coaticitos eran más grandes, su madre los reunió un día y les dijo que ya eran bastante grandes para buscarse su propia comida, que debían aprender porque cuando sean viejos andarían siempre solos como todos los coatís.
El coaticito menor solamente le gustaba comer huevos de pájaros, por lo que su madre le advirtió que nunca los buscara en los nidos del campo ya que era peligroso. Su madre también les dijo que a lo único que debían temer es a los perros, porque detrás de ellos siempre vienen los hombres con un gran ruido, que mata. El coaticito menor se sintió triste por no haber encontrado muchos huevos de pájaro y pensó en la advertencia de su madre. Oyó un canto repetidas veces, y corrió por el monte. Lejos vio la casa de los hombres. Se sentó en la orilla del monte y esperó a que anocheciera para ir al gallinero. Por fin anocheció y el coaticito se encaminó a la casa. Entró en el gallinero y lo primero que vio fue un huevo que estaba en el suelo. Apenas lo mordió, sintió un terrible dolor en la cara y en el hocico. En ese momento oyó el ladrido de un perro. El hombre de la casa dijo entonces que iba a poner una trampa para cazar a la comadreja que mataba a sus pollos y robaba sus huevos. Fue así como armó la trampa. Luego los hombres comieron y se acostaron. Al cabo de un rato los hijos del hombre gritaron que la comadreja había caído en la trampa, y el padre salió de la casa. Los chicos vieron como él levantaba al perro con una mano y con la otra al coatí.
A la medianoche, cuando el coaticito estaba en la jaula, logró ver como tres sombras se acercaban. Eran su madre y sus dos hermanos. Enseguida trataron de sacarlo, pero no hubo caso. Entonces la madre dijo que irían a buscar las herramientas del hombre. Fueron a su taller y volvieron con la lima. Creyendo que uno solo no tenía la suficiente fuerza, sujetaron la lima entre los tres y comenzaron con el trabajo. Esto causó un ruido que hizo que el perro se despertara, los coatís no esperaron y fueron al monte.
Al cabo de quince días, el coaticito andaba suelto y él mismo se iba de noche a su jaula.
Hasta que una noche los coatís llamaron al coaticito y nadie les respondió. Entonces comprendieron que éste había sido mordido por una serpiente al entrar, y no había respondido a su llamado porque ya estaba muerto. En un segundo, entre los tres, enloquecieron a la serpiente, saltando de aquí para allá, y en otro segundo cayeron sobre ella, deshaciéndole la cabeza a mordiscones. Corrieron hacia la casa y allí estaba el coaticito muriéndose. Él abrió la boca y dejó de respirar, porque estaba muerto. Al verlo así, su madre y sus hermanos lloraron un largo rato, y se fueron otra vez al monte. Hablaron por unos minutos y decidieron que el segundo de los coatís, que se parecía mucho al menor en cuerpo y forma de ser, iba a quedarse en la jaula, en vez del difunto. Formaron la misma familia de cachorritos de antes, y, como antes, los coatís venían noche a noche a visitar al coaticito, y se sentaban a su lado a comer pedacitos de huevo duro que él les guardaba, mientras ellos le contaban la vida de la selva.