los textos que leen en el area de lectores competentes son ???
Respuestas a la pregunta
Explicación:
Este artículo reflexiona críticamente acerca de la situación actual de la
lectura y la animación orientada a ella en el sistema educativo. Considera que la
responsabilidad de la escuela no es hacer lectores, sino desarrollar la competencia lectora del alumnado. Consecuentemente, propone dos maneras de conseguir
lectores competentes: la primera, trabajar las habilidades que subyacen en el acto
lector; la segunda, escribir para comprender mejor lo que leemos. Llevamos muchos años hablando y escribiendo sobre animación lectora. Pero,
desgraciadamente, no sabemos ni siquiera
cuáles son las razones que llevan a unas
personas a leer y a otras a no hacerlo. Para
más complicación, las razones que unos
esgrimen para leer son las mismas que
otros aducen para no hacerlo.
En realidad, es difícil, cuando no
imposible, encontrar un discurso en el
que se hable lisa y llanamente de los porqués de la lectura, no de sus finalidades y
efectos, en lo que constituye un discurso
demasiado bien aprendido. Antes que la
teoría, las personas solemos aprender
muy bien cómo refutarla. Pero confundir
las causas con los efectos, hábito tan
extendido como nefasto, más que una
solución es un grave problema. Porque, si
no sabemos con claridad y exactitud cuáles son las causas que nos llevan a leer y a
no leer, difícilmente sabremos cómo recurrir a ellas para favorecer la lectura o
cómo erradicarlas. Desde hace más de 20
años, se viene haciendo el mismo análisis
de la cuestión y, una de dos, o no se señalan las verdaderas causas que llevan a la
gente a no leer, o, si se ha hecho y se ha
recurrido a los remedios necesarios, peor
todavía De cualquier modo, y sirva esto como
preámbulo a lo que vendrá a continuación, sostengo, en primera lugar, que la
mejor animación lectora existente es la
que consiste en impartir unas buenas clases de lengua y de literatura. La percepción negativa que el alumnado tiene de
dichas clases repercute –¡y de qué modo!–
en la desgana lectora. Y, en segundo lugar,
considero que el gran déficit del sistema
educativo actual no es la lectura, sino la
escritura. La forma más adecuada para
hacer lectores es, por tanto, hacer escritores, o dicho por medio de un eslogan: a la
lectura por la escritura.
Uno de los aspectos más lamentables
del discurso sobre la lectura es que se tiñe
de consideraciones generales y universales, cuando la experiencia lectora es, en
todo caso, una experiencia particular. Pretender generalizar a partir de algo que
nos afecta individualmente constituye un
error de perspectiva cuyas consecuencias
tienen una amplia repercusión tanto en el
plano teórico, como en el práctico.
¿QUÉ ES UN LECTOR?
¿Y UN BUEN LECTOR?
Tampoco sabemos –y esto resulta aún
más paradójico– qué es eso a lo que llamamos lector. ¿Qué es un lector? ¿Y un
buen lector? ¿Existe la identidad lectora?
Yo, desde luego, no sé cuál es la respuesta
a estas preguntas. Como tampoco tengo
una noción exacta de cuáles puedan ser
los efectos específicos, exclusivos y excluyentes, de la lectura. Porque, a la vista está
que, si lo desea, uno puede encontrar
todas las maravillosas bondades que se
atribuyen a la lectura en otro tipo de creaciones artísticas e, incluso, en productos
nada artísticos: la música, la pintura, el
macramé, la papiroflexia, los paseos al
atardecer, el parchís y, por supuesto, la
televisión.
La verdad es que puesto que no sabemos lo que es un lector, menos aún podemos tener una noción exacta de lo que es
un buen lector. ¿A qué llamamos, como
profesores, un buen lector?
Es verdad que se han hecho tan ingeniosas como literarias aproximaciones a la
figura de lector. Así, podemos recordar las
siguientes: «el lector ideal»1; «el lector
infrecuente»2; «El lector múltiple»3; «el
lector verdadero»4; «El lector erudito»5;
«el lector ensimismado»6… Pero nadie se
pone de acuerdo en señalar qué características fundamentales lo definen como
tal.
Incluso, hay quienes niegan que exista una «identidad de lector»,7 habida
cuenta que la verdad no es algo dado,
sino producido. No hay esencia que desvelar, sino identidad que construir. Como
decía Simmel, «el saber con quien se trata
es la primera condición para tener trato
con alguien». No basta, además, con la
propia convicción de que se es diferente,
los otros deben sancionar, r