leyendas cortas de capítulos
Respuestas a la pregunta
Respuesta: La leyenda del maiz
Explicación: Cuenta la leyenda que, antes de la llegada del Dios Quetzalcóatl, los aztecas solo se alimentaba de raíces y algún que otro animal que podían cazar.
El maíz era un alimento inaccesible porque estaba oculto en un recóndito lugar situado más allá de las montañas.
Los antiguos dioses intentaron por todos los modos acceder quitando las montañas del lugar, pero no pudieron conseguirlo. Entonces, los aztecas recurrieron a Quetzalcóatl, quien prometió traer maíz. A diferencia de los dioses, este utilizó su poder para convertirse en una hormiga negra y, acompañado de una hormiga roja, se marchó por las montañas en busca del cereal.
El proceso no fue nada fácil y las hormigas tuvieron que esquivar toda clase de obstáculos que lograron superar con valentía. Cuando llegaron a la planta del maíz, tomaron un grano y regresaron al pueblo. Pronto, los aztecas sembraron el maíz y obtuvieron grandes cosechas y, con ellas, aumentaron sus riquezas. Con todos los beneficios, se cuenta, que construyeron grandes ciudades y palacios.
Desde aquel momento, el pueblo azteca adora al Dios Quetzalcóatl, quien les trajo el maíz y, con ello, la dicha.
Leyenda del hilo rojo del destino
Cuenta una antigua leyenda que, hace muchos años, un emperador invitó a una poderosa bruja que tenía la capacidad para ver el hilo rojo del destino.
Cuando la hechicera llegó a palacio, el emperador le pidió que siguiera el hilo rojo de su destino y lo condujera hacia la que sería su esposa. La bruja accedió y siguió el hilo, desde el dedo meñique del emperador, que la llevó hacia un mercado. Allí se detuvo frente a una campesina en cuyos brazos sostenía a un bebé. El emperador, enojado, pensó que se trataba de una burla de la bruja e hizo caer a la joven al suelo, provocando que la recién nacida se hiriera la frente. Luego, ordenó que los guardias se llevaran a la bruja y pidió su cabeza.
Años después, el emperador decidió casarse con la hija de un poderoso terrateniente a la que no conocía. Durante la ceremonia, al ver por primera vez el rostro de su futura esposa, el emperador observó una cicatriz peculiar en su frente.