leyenda el gigante de dos cabezas
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Para entender el comienzo de la leyenda hay que remontarse siglos atrás, cuando el marino portugués Fernando de Magallanes llegó a las costas patagónicas entre 1510 y 1520, en la búsqueda de un paso entre el Atlántico y el Pacífico, paso que hoy lleva su nombre. Pero aquel viaje no solo sirvió para hallar el afamado estrecho sino para colocar a esta parte del mundo como uno de los epicentros de vida "gigantesca".
Antonio Pigafetta, marino fiel a Magallanes, escribió en la bitácora del viaje: "Vimos cerca de la playa (en la Tierra del Fuego) un hombre que era tan grande, que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura". Los llamaron "Patagones", algunos historiadores aseguran que la nominación proviene del tamaño desmedido de sus pies, otros que surge a partir de una novela popular en ese entonces, Primaleón, que incluyó una raza de salvajes llamada Patagonians. Por una razón u otra, de allí deriva el nombre Patagonia.
La cuestión es que, gigantes o no, la Patagonia quedó marcada a fuego por estas leyendas y hay una historia en particular que coloca a esta región del mundo como la progenitora de un fenómeno irrepetible: Kap Dwa, el gigante de dos cabezas.
La realidad es que no hay ningún documento fidedigno de época que ayude a comprobar la procedencia de este ser y su existencia -o aparición- se basa en dos historias.
De acuerdo con la primera, Kap Dwa fue encontrado por marineros españoles más de un siglo después de la visita de Magallanes, alrededor de 1670, en una playa del sur. Entonces fue capturado y llevado a un barco, donde fue atado a un mástil; pudo escapar a las ataduras y comenzó a pelear por su libertad, pero terminó muerto debido a una lanza que atravesó su pecho.
Fue momificado para alcanzar las costas de Gran Bretaña, donde fue un fenómeno de feria, y más tarde, ya en el siglo 19, llegó a los Estados Unidos donde continuó su derrotero como rareza de circo.