Leyenda del hombre lobo(Larga)
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Según la leyenda, el primer hombre lobo reconocido fue Licaón, rey de Arcadia, Grecia. En la mitología griega, Licaón era un rey sabio y culto y una persona muy religiosa que había sacado a su pueblo de las condiciones salvajes en que vivían originariamente. No obstante, parece que él mismo continuó siendo un salvaje, pues a pesar de todo siguió sacrificando seres humanos en honor a Zeus, e incluso se dijo que asesinaba a todo forastero que llegara a su reino pidiendo hospitalidad.
Al enterarse, el dios Zeus quiso comprobar los rumores y se disfrazó de vagabundo para hacer una visita a Licaón. Este inmediatamente pensó en matar a su visitante, pero se enteró a tiempo de que se trataba de Zeus y lo invitó a participar en un suntuoso banquete. Todo habría salido bien de no ser porque Licaón no pudo resistir la tentación de jugar una horrible broma al rey del Olimpo; ordenó que le sirvieran la carne de un niño (presuntamente un hijo suyo).
Zeus se dio cuenta, por supuesto, y, encolerizado, condenó a Licaón a convertirse en lobo, y a que todos sus descendientes serían también hombres lobo. Hoy se conoce como licaón al perro salvaje africano, un pariente de los lobos.
De acuerdo a la historia de Licaón, este se transformaba en un lobo como resultado de comer carne humana; un testigo que estuvo presente en un sacrificio periódico en el Monte Licaón dijo sufrir un destino similar. Plinio el Viejo, dijo citando a Euanthes (Historia Naturalis viii. 22/34. 81): que un hombre de la familia de Anteo fue seleccionado por Lot y fue llevado a un lago en Arcadia, donde colocó su ropa en un árbol y nadó a través del lago. Esto dio como resultado su transformación en un lobo, y vagó en esta forma durante nueve años. Entonces, si durante este tiempo él no atacaba a ningún ser humano, tendría la libertad de nadar de regreso y volver a su forma original.
A partir de ese momento las leyendas sobre hombres lobo parecen haberse multiplicado; al llegar la Edad Media, los cuentos de hombres que se transformaban en lobo eran comunes y la gente tenía tanta fe en ellos que ni siquiera se atrevía a salir de noche al bosque. Hay que recordar que en aquellos tiempos los lobos auténticos eran comunes y no era raro que atacaran a las personas. Más tarde los lobos fueron cazados y exterminados en gran parte de su área de distribución, pero el temor a los hombres bestia siguió igual de fuerte que antes.
Según las creencias armenias, hay mujeres que a consecuencia de pecados mortales están condenadas a pasar siete años bajo la forma de un lobo. Un espíritu llega a tales mujeres y les da la piel de lobo. Este les ordena ponérsela, y tan pronto como lo hacen aparecen marcas de lobo en su mano derecha. Una vez que su naturaleza es conquistada, se come a sus propios hijos, uno por uno, después devora a los hijos de sus parientes de acuerdo a la cercanía genealógica, y finalmente ataca a los niños ajenos a su familia. Pasa a vagar entonces solamente durante la noche, y las cerraduras y puertas se abren en su aproximación. Cuando está cerca la mañana, vuelve a su forma humana y se quita la piel de lobo. En estos casos la transformación es involuntaria. Pero junto a esta creencia sobre metamorfosis involuntaria, se encuentran las creencias de que los seres humanos pueden transmutar en animales a voluntad y después reasumir su forma original.
En particular, Francia parece haber sido infestada con hombres lobo durante el siglo XVI, por lo que fueron numerosos los consecuentes juicios. En algunos casos, por ejemplo, los de la familia de Gandillon en el Jura, el sastre de Chalons y de Roulet, todo ocurriendo en el año 1598, había clara evidencia en contra del acusado de asesinatos y canibalismo, pero ninguno asociado con lobos; en otros casos, como el de Gilles Garnier en Dole, 1573, hubo clara evidencia de existencia de algún lobo, pero ninguna en contra del acusado; en todos los casos, con muy pocas excepciones, había una predisposición del acusado en confesar e incluso en detallar las circunstancias de la metamorfosis, la cual es una de los temas recurrentes de la brujería medieval. Aun cuando esta fiebre licantrópica (de ambos, acusadores y sospechosos) llegó a su cenit, se decidió en el caso de Jean Grenier en 1603, en Burdeos, que la licantropía no era más que una ilusión enfermiza. Desde entonces el loup-garou dejó de ser considerado como un herético peligroso, y regresó a su posición pre-cristiana como una simple amenaza «lobo-hombre». Las mujeres-lobo (lubins o lupins) fueron consideradas en Francia, no obstante, como hembras tímidas e inofensivas, en contraste con los temidos loup-garou.
De acuerdo con los obispos Olaus Magnus y Majolus, en las provincias de Prusia, Livonia y Lituania, los hombres lobo del siglo XVI eran más destructivos que los «auténticos lobos», y su heterodoxia surge de la aserción de los obispos católicos
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